“William Kentridge. Lo que no está dibujado”, la muestra que abre sus puertas el próximo 9 de octubre en el CCCB (Barcelona) revela cómo Kentridge utiliza dibujos, películas de animación, tapices y teatro para indagar en la historia del arte y el pasado de Sudáfrica.
El artista sudafricano William Kentridge (Johannesburgo, Sudáfrica, 1955) tuvo un comienzo lento. A mitad de sus cuarente años, allá por el principio del siglo XXI, se había construido una reputación en su país, y comenzó a sonar en el Reino Unido con expos en la prestigiosa galeria Serpentine de Londres. Desde entonces la obra de Kentridge es mostrada y coleccionada por grandes museos de todo el mundo e incluso su creciente estatus de intelectual público le ha llevado a dar conferencias en la prestigiosa universidad de Harvard.
Su trabajo aparecerá en diferentes medios en la exposición William Kentridge. Lo que no está dibujado: animaciones expresionistas al carbón, dibujo, cine, tapices, música y teatro. William Kentridge mezcla técnicas y disciplinas, existiendo mucha más conexión que división entre todos estos medios.
Foto superior: William Kentridge en su estudio.
Según declara en una entrevista publicada en The Guardian en 2016, “Cuando empecé intenté seguir el consejo, bien intencionado y sensato, de todos mis amigos que me dijeron que hiciera una cosa y la hiciera bien”, explica. “Dedicate solo al dibujo, me dijeron. O al teatro. O solo haz películas, porque si no te quedas atrapado entre todos ellas. Durante mucho tiempo lo intenté y fracasé en todo. Ahora ni siquiera quiero saber qué forma tomará una idea o en qué proyecto terminará. Sólo sigo haciendo las cosas sabiendo que terminarán en algún lugar.”
More Sweetly Play the Dance, 2015. Vista de la instalación, EYE Filmmuseum, Amsterdam, 2015. Foto: Studio Hans Wilschut
Observar a William Kentridge en sus estudios en Johannesburgo es tener una idea de la escala de su producción. Tiene dos estudios, uno en la casa de la familia donde se crió en el antiguo y lujoso suburbio de Houghton, cerca de donde Nelson Mandela pasó sus últimos años y en el principal atractivo para el mercado inmobiliario es el tamaño de sus muros de seguridad. Su otro estudio está en un espacio más grande en el centro de la ciudad, en una parte que se ha convertido en un oasis artístico que sufrio un exilio debido al crimen y la fuga de comercio. Así Johannesburgo está presente en su trabajo y su arte desafia a las elites blancas y negras por igual.
Pero William Kentridge no sólo es su artista estrella, sino que también patrocina y apoya a otros artistas locales en una sociedad en la que el subsidio estatal es cada vez más pequeño. Gran parte de sus trabajos son producidos por la imprenta de David Krut, al lado de su estudio del centro; trabaja en estrecha colaboración con una de las últimas fundiciones de la ciudad, y a pocos kilómetros de la ciudad está el Stephens Tapestry Studio, taller que da trabajo a mujeres de la zona y con el que ha estado colaborando durante casi tres décadas.
Obra procedentes de todas estas fuentes se podrán ver en la exposición del CCCB. Instalaciones y filmes, dibujos y tapices se combinan para abordar los eternos temas de William Kentridge sobre el tiempo, el arte, el colonialismo y la política utópica. Su filme más reciente, City Deep completado esta última primavera durante el confinamiento y que se proyectará por primera vez en Europa en la muestra.
La muestra William Kentridge. Lo que no está dibujado se artícula en tres partes interconetcadas, por un lado ompuesta por un lado las once películas de animación Drawings for Projection; siete dibujos que muestran el laborioso proceso creativo de los filmes y nueve tapices de gran formato; y por último la instalación audivisual a modo de friso More Sweetly Play the Dance que nos traslada al teatro de las sombras.
Sobriety, Obesity & Growing Old, 1991. Instalación de vídeo, sonido. Cortesía Studio William Kentridge
Drawings for Projection
La exposición presenta por primera vez la serie completa de once películas de animación Drawings for Projection. No fue sino hasta finales de los 1980 que William Kentridge se puso a combinar dibujo y cine para crear animaciones. Describe su técnica como “la animación del pobre”. Crea dibujos con carboncillo y pastel que modifica borrando, añadiendo y volviendo a trabajar los elementos. Filma cada estadio del proceso y lo modifica continuamente, a veces dejando en la hoja a modo de palinsesto una especie de “restos fantasmales” de las marcas previas. Kentridge visualiza, de este modo, el paso del tiempo y la estratificación de la memoria, uno de los temas principales de su obra.
Other Faces, 2011. Instalación de vídeo, sonido. Cortesía Studio William Kentridge
Esta serie de películas alegóricas —sobre un promotor inmobiliario, su esposa y su amante— se hizo famosa en Sudáfrica. Su reputación internacional se estableció cuando su trabajo se mostró en la muestra de la documenta de 1997 en Alemania. Los once cortometrajes de la serie constituyen una crónica crítica de la historia sudafricana desde el apartheid hasta el presente.
Felix in Exile, 1994. Instalación de vídeo, sonido. Cortesía Studio William Kentridge
En sus intentos de codificar el lugar de la política en su trabajo, William Kentridge dice que le gusta el ejemplo de Manet, “que hizo un trabajo muy político pero también pintó muchas flores”. “Nunca he sentido la necesidad de distinguir entre el trabajo sobre la historia del arte y el trabajo sobre la historia de mi país. Todo fluye en el estudio y las diferentes partes se recogen en diferentes momentos.”
History of the Main Complaint, 1996. Instalación de vídeo, sonido. Cortesía Studio William Kentridge
Dibujos y tapices de gran formato
La exhibición también cuenta con siete dibujos en papel que atestiguan el laborioso proceso creativo de las películas de Drawings for Projection y una selección de nueve tapices de gran formato, que el artista realiza en colaboración con el taller de tapicería de mujeres Stephens Tapestry Studio de Johanesburgo.
Monument, 1990. Instalación de vídeo, sonido. Cortesía Studio William Kentridge
Los tapices presentan siluetas oscuras, figuras muy identificables que van apareciendo a lo largo de la obra de Kentridge. Muestran imágenes de personas que llevan cargas (refugiados, manifestantes, peregrinos), que para el autor simbolizan las crisis, las guerras y los problemas que asolan Sudáfrica y el resto del mundo. “Me gusta el hecho de que un tapiz sea como una proyeccióm congelada, un mural portátil que puedes enrollar y llevar al próximo palacio”, afirma el artista.
Pianta della città di Napoli, 2009. Tapiz con bordado. The Stephens Tapestry Studio, cortesía del artista y Goodman Gallery, Johannesburgo
South Polar Regions, 2016. Tapiz con bordado. The Stephens Tapestry Studio, cortesía del artista y Goodman Gallery, Johannesburgo
More Sweetly Play the Dance
Un espectacular friso en movimiento de casi cuarenta metros de largo y ocho pantallas donde se evocan las dinámicas de una procesión ritual, de una manifestación de desposeídos, de un flujo de refugiados escapando de una crisis o de una danza medieval de la muerte configuran la instalación More Sweetly Play the Dance.
La pieza supone una de las más abrumadoras manifestaciones de la vertiente más coral y coreográfica de la obra de Kentridge, un trabajo que diluye fronteras entre la instalación artística y las artes escénicas, donde los diferentes lenguajes que domina el artista se combinan de forma orgánica e hipnótica.
More Sweetly Play the Dance, 2015. Vista de la instalación, EYE Filmmuseum, Amsterdam, 2015. Foto: Studio Hans Wilschut
Sobre la vida de William Kentridge
Kentridge, a pesar de haber nacido en el privilegio de los blancos en Johannesburg, estuvo expuesto desde el principio a las implicaciones de la historia del país. Sus padres eran prominentes abogados liberales: su padre, Sydney, defendió a Nelson Mandela en el juicio por traición de 1958 y más tarde a Desmond Tutu y la familia del activista anti apartheid Steve Biko. Su madre, Felicia, dió apoyo legal a los que le fueron negados por el apartheid. Dice que al final de la escuela primaria era consciente de que “mis padres tenían puntos de vista diferentes a los de la mayoría de los padres de los otros chicos. A esa edad me quedó claro que viviamos en una sociedad muy poco natural.”
Su último año en la universidad coincidió con el Levantamiento de Soweto de 1976, así que produjo arte y carteles de agitación y participó en el teatro político. Pero nunca se unió a un partido, porque, según declara, era demasiado consciente de las contradicciones y las ambigüedades de las declaraciones de los partidos políticos.
Tras la universidad empezó a dibujar y a hacer grabados y luego estudió teatro y mimo en París. Trabajó con la Compañía de Títeres Handspring que ha continuado hasta la actualidad. Pero su carrera inicial como artista fue respaldada por su trabajo como director de arte en la televisión y la industria cinematográfica sudafricana. “Era de tan bajo presupuesto que yo quien pedía prestados los muebles a mis amigos. Por eso mi ambición inicial fue vender dibujos y ver cuánto tiempo podría sobrevivir antes de tener que volver a la industria del cine. Vendí suficientes dibujos, pero digamos que para un artista sudafricano blanco hay muchas redes de seguridad. Mi esposa era médica, así que tenía un ingreso. Sino mi familia me hubiese ayudado. Es muy diferente para los artistas negros, ellos suelen estar mucho más en el limbo. Y sigue siendo el caso a día de hoy”.
Como un artista profesional dice que era consciente del mundo del arte en general y que tenía una visión muy conservadora del mismo, “Era tan escéptico como cualquiera ante la idea de que se pusiera una pila de ladrillos en la Tate o que Joseph Beuys bombardeara miel a través de un tubo alrededor del museo como arte político… Eso no era política. La política era la policía arrestándote y poniéndote electrodos en los testículos. Me interesaba el modernismo temprano, y como me crié en una sociedad con mucha violencia, entendía muy bien a los dadaístas. Pero no podía ver el vínculo entre ellos y los minimalistas y conceptualistas. Me llevó mucho tiempo apreciarlo y entender el mundo en el que estaba”.
Sus padres se fueron de Sudáfrica a Londres, al igual que sus hermanos y uno de sus tres hijos. Pero el se ha quedado. “Hay cosas muy difíciles de superar. La rabia y la decepción por lo que no ha sucedido en los últimos 25 años crece y crece. La raza se está convirtiendo en un factor más prominente en lugar de menos”. A pesar de que se hace más difícil trabajar en Sudáfrica porque incluso ya no hay laboratorio que procese películas, todavía hay una imprenta y una fundición con las que trabaja. También hay actores y músicos, titiriteros y tejedores de tapices. Gran parte de su trabajo, tanto en contenido como en su realización, depende de estar en Johannesburgo y de lo que la ciudad le ofrece, declara el artista.
Cierre
Con la exposición, William Kentridge. Lo que no está dibujado no solo se quiere profundizar en la obra y la trayectoria artística de un creador fundamental, sino también plantear reflexiones acerca de los retos del poscolonialismo y la dialéctica entre el poder, los márgenes y la exclusión en la actualidad. Las creaciones de William Kentridge hacen referencia a su ciudad de origen, Johannesburgo, a la historia de Sudáfrica y el apartheid, pero, sobre todo, tocan cuestiones universales: la naturaleza de las relaciones humanas, la memoria, la dominación y la culpa o la disección del poder.
William Kentridge. Lo que no está dibujado
Del 9 de octubre de 2020 al 21 de febrero de 2021
Centro de Cultura Contempóranea de Barcelona – CCCB
Más información en www.cccb.org
William Kentridge. Lo que no está dibujado es una adaptación ampliada de las exposiciones William Kentridge – If We Ever Get to Heaven (2015) y William Kentridge: Ten Drawings for Projection (2019), diseñadas y presentadas en el Eye Filmmuseum (Ámsterdam) y comisariadas por su director de exposiciones Jaap Guldemond, con la colaboración de Marente Bloemheuvel.