Warm up se ha convertido a lo largo de los últimos dieciocho años en un fijo de la escena electrónica de la ciudad de Nueva York
Una cita veraniega obligada para los amantes de los sonidos electrónicos más flamantes. Su privilegiado escenario, el patio exterior del Moma PS1- hermano menor que el museo neoyorquino tiene en Queens – aparece incluso en la próxima película de Mia Hansen-Love, Eden, como el bastión neoyorquino que cualquier Dj que se precie debe conquistar para alcanzar el éxito que le resulta esquivo al protagonista del filme. Sin embargo, la programación del Warm Up no solo se nutre de artistas consagrados. El pasado sábado, por ejemplo, Lotic de Tri Angle, un live de Lafawndah, un músico local, y Danny L Harle calentaron el ambiente antes de que las instalaciones presentaran un lleno total, hasta el punto que el tránsito por el espacio resultó incómodo, teniendo que ser regulado por imponentes seguratas. Seguramente el principal inconveniente de esa velada: la enorme concurrencia, lo apretado del espacio, y las fatigosas y angustiantes colas para comprar bebida o acudir a descargarla en los aseos.
El primer nombre importante en ponerse en los platos fue el inglés A. G. Cook, el joven productor que ha ido adquiriendo notoriedad a medida que los artistas del sello que controla, PC Music, conquistan nuevas cotas. Aunque al público local, su presencia y música, pareció coger a contrapié más que otra cosa. Algo lógico si uno se adentra desinformado en ese cóctel indescriptible de happy hardcore, trance, k-pop, ritmos quebradizos, texturas digitales y melodías juguetonas que marcan el sonido de este sello. Poco de los asistentes se entregaron al placer culpable de esta música, más allá de los situados en el radio de sudor del Dj. Una lástima que su sonido aún no haya calado en esferas más amplias.
Con más recorrido y mayor proyección, Busy P se marcó un B2B con su compañero de sello en Ed Bangers, Boston Bun. Un duelo que sirvió para conectar con el público mediante hits de antaño y del presente, de los indiscutibles en la pista de baile, más cuando el sol se esconde detrás de la fachada del edificio del Moma. Finalmente la nota final fue a cargo del alemán Boys Noize, quien encendió la mecha más hedonista mediante cargas explosivas de house, electro house, y ese barniz EDM que tanto enloquece al público yanqui para disgusto de quien escribe. Sin embargo, hay que reconocer, que Boys Noize fue el más hábil para conectar con la audiencia y llevarla hacia estallidos de placer y desenfreno.
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Crónica de Marc Muñoz