¿Es posible oír el mar Mediterráneo en Londres? Sí, si te paseas estos días por Herald Street y vas a visitar “Light-footed light-fingered”, la nueva exposición de The RYDER, una más que interesante galería situada en el este londinense – el nuevo barrio de moda de la ciudad.
Imagen superior: Matt Calderwood, For Sale Chair (King), 2018
La obra del artista Kostas Ioannidis, titulada “Coast to Coast”, es la introducción perfecta al juego y la reflexión entre lo exterior y lo interior, lo público y lo privado, que propone la exposición al escucharse en la propia calle, justo antes de entrar, en el umbral simbólico que separa el afuera del adentro. Os dejamos descubrir de dónde viene exactamente el sonido de las olas y el murmullo del mar. No es la primera vez que The RYDER incorpora elementos de unas acciones públicas en su espacio expositivo. De hecho su exposición inaugural, “Steam horses” (en el 2015), presentaba las obras resultantes de una performance que William Mackrell había realizado en las calles de Londres.
Sin embargo, en este caso, la muestra indaga más concretamente en el espacio público, el desdibujado entorno que lo delimita hoy en día, el rol que puede tener allí el artista, la funcionalidad y subversión de los objetos compartidos y los cortocircuitos que aparecen entre -lo que la modernidad llamó- la intimidad y el espacio compartido de lo social. Lejos de la habitual monumentalidad y grandilocuencia que suele desplegarse en estas ocasiones, las intervenciones públicas aparecen aquí más sutiles y profundas, revolucionarias por su dimensión casi anecdótica y simbólica, al proponer una deconstrucción de lo invisible o, por el contrario, una materialización de lo intangible y efímero.
Empezando por el universo público por excelencia hoy, Internet, en el que se alojan, o mejor dicho conviven y compiten, una cascada de opiniones, pensamientos, estupideces y aforismos que parecen desvanecerse en el mundo inmaterial de lo digital pero que Jonas Lund recupera con inteligencia en ‘Pessimism of the Intellect, Optimism of the Will’, una página web propia que presenta un feed de infinitos tweets que saturan la pantalla y desesperan la mente. Algo parecido propone Rosana Antolí en su plataforma digital interactiva “Virtual Choreography”, una recopilación, abierta a todos, de videos de movimientos cotidianos que parecen haber perdido aquí su estricta función utilitaria para convertirse en danza o en gestos artísticos más parecidos a una performance.
Encontramos el mismo espíritu irónico, delicado y crítico en las otras cuatro obras de la exposición que, por su parte, se presentan más como una reflexión sobre la vida de los objetos – entendidos éstos como síntomas de un funcionamiento de lo público – en un entorno de pura utilidad y máxima eficacia. En este sentido -cercano a esas corrientes de la desaceleración y lo slow- debe entenderse “Acts of Subtraction” de David Rickard, una “escultura pública de sustracción”, como dice la presentación, formada por una colección de tornillos y clavos eliminados del espacio público, en un gesto inverso al usualmente esperado. Otra vida también le dan al objeto público Zuza Golinska y Matt Calderwood. La primera con sus esculturas de barandas de acero inoxidable – “Piercer Series”– que ofrecen una reflexión sobre la manera en la que el espacio y la arquitectura de los lugares compartidos influencia y controla nuestros comportamientos. El segundo con su silla –“For Sale Chair (King)”– construida a partir de esas pancartas utilizadas por las agencias inmobiliarias y a menudo abandonadas que el artista decide “hacer propriedad suya” para “explotar sus propriedades”, como explica con humor.
No olvidemos finalmente la maravillosa instalación “Citizen, 2015” en la que Tim Sandys presenta una serie de cajas de hierro desgastadas, rellenas de un objeto personal suyo, y que el artista ha escondido debajo de diversos coches, abandonándolas así a su propia suerte y a su arbitraria vida urbana, antes de recuperarlas -las que aún seguían allí. Un impresionante mosaico de objetos escondidos, de vidas imperceptibles y de experiencias potenciales que adquiere, si cabe, una poesía aún más profunda si pensamos también en los elementos ausentes; vacíos que rondan el espacio público -que nunca lo es tanto- y que acaban apareciendo en lugares inesperados, igual que el rumor de las olas del Mediterráneo en una calle de Londres.
Light-footed light-fingered
The RYDER, Londres
8 de febrero – 23 de marzo 2019
https://theryderprojects.com/
David Rickard, Acts of Subtraction, 2016
Jonas Lund, Pessimism of the Intellect, Optimism of the Will, 2017
Rosana Antolí, Virtual Choreography. Choreography of Hackney Wick. London, 2016
Zuza Golinska, Piercer Series, 2018
Tim Sandys, Citizen, 2015. Detail