THE RAVEONETTES, CÓMO RECORRER 5.000 KILÓMETROS PARA NO LLEGAR A NINGÚN SITIO

Somos los eternos insatisfechos. Los que no aguantamos que un grupo se labre un estilo durante varios discos seguidos. Quizá el desenfrenado ritmo del consumo actual se esté extendiendo a nuestro carácter y precisemos de nuevas experiencias a cada rato. Nos cansamos, nos aburrimos… enseguida buscamos algo distinto y luego otra vez y de nuevo inmediatamente. Tras sus 10 años de carrera, The Raveonettes editan su séptimo álbum, ‘Observator’, en una carrera con carices cíclicos. Sus tres primeros trabajos, los de las portadas como carteles de películas, mostraban un grupo luminoso pese a su procedencia nórdica. Los tres últimos, los de las portadas en blanco y negro, destilan frialdad y oscuridad. Tres discos parece ser la frontera para explorar un sonido. Luego, independientemente de cómo te haya ido, se impone cambiar; introducir electrónica, optar por lo acústico o buscar algún productor reputado y sorprendente. El dúo se reunió en Los Ángeles en busca de la vitalidad que tenían sus primeros discos concebidos en aquella ciudad. Sin embargo, a Sune Rose Wagner abandonar Nueva York le causó un sentimiento de desubicación que desembocó en el efecto adverso. “Lo que encontré, sin embargo, fue todo lo contrario: terror y desesperación, una soledad terrible que sólo potenció el consumo de sustancias. No me podía concentrar y la inspiración era pasajera y casi ausente. La inquietud me superaba y no me abandonaba“, admite Wagner. El resultado son más composiciones sombrías, una vuelta al terreno conocido del sonido “Downtown” neoyorquino, una canción que no hubiera desentonado en el repertorio de Pains Of Being Pure at Heart, y pocos momentos del pretendido sunshine angelino. Si acaso, las guitarras de “The Enemy” o la cadencia de “You Hit Me (I’m Down)”. Es admirable el afán por cambiar, por ofrecer algo distinto aunque comporte un largo viaje y una mudanza. Sin embargo, a veces no compensa la indeterminación, las dudas y los malos momentos, porque cuando uno no sabe muy bien a donde va, corre el peligro de acabar en ningún sitio, o como Wagner comenta: “No es un disco de L.A. Ni siquiera es un disco de Nueva York.” Y lo peor de todo es que esto ya no nos vale. Para el próximo esperamos un cambio radical. Así que amigo Sune, ve llenando el botiquín.