Las piezas que faltaban para completar el puzzle.
Cuando en febrero de este mismo año Ramón Rodríguez publicaba “Oh, Rompehielos” (Bcore, 2015), muchas opiniones coincidieron en que se trataba del álbum más luminoso del catalán, especialmente después del mazazo emocional que supuso “Tinieblas, por fin” (Marxophone, 2012). Desde luego, canciones como la estupenda “Reina del Amazonas” o “Moneypenny” despuntaban con optimismo, pero la pátina de desencanto amoroso marca de la casa se mantenía con perseverancia- basta con escuchar seguidas “Quimera” y “Desencuentros” para no querer salir de la cama en varios días. En conjunto resultó un álbum equilibrado, ambicioso y lleno de singles potenciales que conquistó a la crítica y volvió a situar a The New Raemon como candidato a mejor compositor de su generación.
Todo parecía seguir su cauce habitual hasta que Bcore anunció por sorpresa la publicación inminente de un nuevo EP del ex-Madee. “El Yeti”, que toma el nombre de la canción homónima que ya apareció en el disco anterior, es una colección de seis canciones que tienen la misión de complementar el trabajo previo, terminar el puzzle sentimental de su última referencia. Según el propio Ramón Rodríguez, “durante las sesiones de “Oh, Rompehielos” se llegaron a reunir diecisiete candidatas. De ellas, algunas se abandonaron antes de terminar y dos se reservaron para el single del Record Store Day -Día de difuntos/Contrapunto”. Pero hubo otras dos canciones que quedaron descolgadas “para evitar a toda costa otro disco desolador”.
Esto no significa que nos encontremos ante unos descartes que no contaban con la suficiente calidad para formar parte de un disco largo. Lo comprobamos al escuchar “Residencia de ancianos”, un ensoñador pasaje de dos minutos que relata una triste historia de rechazo, y que se aleja estilísticamente del resto gracias a unas voces pasadas por un filtro dream-pop que refuerza la dureza de su letra. Le sigue “Efecto invernadero”, donde las intensidades se controlan al milímetro. Comienzo acústico que plantea una trama de desencanto amoroso, cuya conclusión alcanza el clímax con una frase que se repite buscando la aprobación popular, sabiamente acompañada de una explosión de guitarras eléctricas.
El EP se completa con una cara b en la que conviven versiones de Julio de la Rosa, Mishima y Love of Lesbian. En la primera de ellas, “Maldiciones comunes”, la crudeza del original, que De la Rosa canta casi con desprecio, se sustituye por una alegre condescendencia del que ya ha superado el daño que le hicieron y ahora está de vuelta. “L’Estrany” es quizás la más fiel de todas manteniendo ese poso hardcore y una oscuridad que consiguen hipnotizar desde la primera nota. Cierra el disco “Los niños del mañana”, un tema que ya en su versión original sonaba a broma de Santi Balmes; una especie de traca final en tono irónico que aquí se mantiene, aunque gana carácter épico gracias a la instrumentación.
“El Yeti” es, por tanto, un complemento de “Oh, Rompehielos” más que una continuación, como así revela el diseño similar de ambas portadas -obra de inspiración naval de Arnau Pi. Un anexo que completa el sentido, indispensable para fans, y que demuestra el excelente estado en el que Ramón Rodríguez se encuentra.
Foto de cabecera por Noemí Elías