MITOLOGÍA DE FIN DE SIGLO
Normalmente, el presente es tan insoportable que tendemos a refugiarnos en el pasado. A idealizarlo, sobre todo aquellas épocas que no hemos vivido y que solo conocemos por referencias escritas o audiovisuales. Los sesenta fueron la bomba, pero nada comparado con los setenta. Los ochenta ya no fueron lo mismo, los noventa no digamos y a partir de 2000 todo apesta. Pero este último análisis es propio de la mente de una persona que nació a mediados de los setenta. Sin embargo, para alguien que vio la luz casi en el cambio de milenio, es fácil tener una imagen mitificada de la última edad de oro del rock. Si naciste el mismo año en el que Kurt Cobain se voló la tapa de los sesos, es lógico que para ti sea el Jim Morrison de la generación anterior. Estos son los parámetros en los que se mueven los integrantes de The Districts. Chavales de entre 19 y 20 años que ejecutan un rock sencillo y guitarrero, heredero de la última época analógica de la música. Su disco ‘A Flourish and A Spoil’ (Fat Possum Records / PIAS Iberia & Latin America) exuda eso tan socorrido denominado efervescencia juvenil. Ellos mismos apuntan sus influencias basadas en Pearl Jam y Rage Againts de Machine, aunque ‘A Flourish and A Spoil’ no tenga ni de lejos aquella mala leche y sí un poco más de academicismo del que se ha aprendido la lección y la recita de carrerilla, algo que encaja bien con su aspecto algo nerd. Pero su candor es enternecedor: “Disfrutamos tocando música antigua, haciendo versiones y esas cosas”, confiesa Brandon Lawrence, quien también muestra su alegría por haber cumplido la mayoría de edad que le permite comprar alcohol en su Filadelfia natal. Esta música antigua se plasma en un inicio que encaja con otros que han destilado las referencias de hace dos décadas, como The Strokes, algo que “4th And Roebling” y “Peaches” dejan claro. Pero su época ha sido más fácil, menos convulsa que las anteriores y así es difícil ser rabioso. Así que enseguida la cosa se adocena y “Suburban Smell” muestra un premeditado intento por ejecutar una balada con cierto tono impostado. En esta línea de ejecución calculada se mueve todo el disco, porque es sorprendente que pese a su juventud, la experimentación no se perciba por ningún lado. El único riesgo que se adivina en “Heavy Begs” es rápidamente tapiado por aporreo de guitarras y baterías. Otro tópico reza que las generaciones anteriores suelen tener una visión pesimista de sus descendientes, de aquellos que han de mantenerlas cuando ya no se puedan vales por sí mismas. Juzgan sus actos de manera muy estricta, esperando que los jóvenes sean capaces de ir un paso más allá. Y si es por esto, quizá deban seguir esperando.