Estamos desatados. Como país experto en hedonismo callejero, la terraza iba a ser el gran objeto de deseo de la desescalada. Pasar de fase tenía sentido si la recompensa era una cerveza fría bajo la sombrilla del bar. ¿Nos hemos vuelto así de frívolos? Dejémoslo en que es cosa de prescripción facultativa a la española.
En la semana en que reabrió el primero de los Michelin y la gastronomía top (parte de ella) tiró su chaquetilla al suelo, seguimos acumulando incertidumbre. Pero al menos comentamos la jugada al fresco. Colas, cronómetros por servilleteros, mascarillas al viento… Caos, aglomeraciones, hasta besos y abrazos en mesas multitudinarias. Nos hemos relajado, la euforia nos invade, los virus se combaten con gintónics y espuma de grifo. Maldición, no me funciona la carta QR. Y hace más de dos minutos que no me baño en hidrogel. ¡Camarero, otra caña! ¡Y una de chopitos!
Imagen superior: Terrazas a modo invernadero en Ámsterdam
Imagen superior: La terraza de La Charla en Chamberí, Madrid.
A la espera de que se extienda la Fase 2 en la que los restaurantes ya están pudiendo abrir sus comedores con un 40% de su aforo, y de que llegue la Fase 3, algunos se están conformando con las limitaciones de la primera de las estaciones hacia la odiosa nueva normalidad. En Madrid, por ejemplo, asistimos a la inauguración del terraceo en un acto “simpático” aunque poco empático y nada pudoroso con la que está cayendo. El corte de cinta por parte de la vicealcaldesa supuso una invitación a salir en tropel y volver a quemar stories. Triunfalismo primaveral. Cómo nos ponen los gestos infantiles.
Polémicas al margen, algunas de las terrazas más peripuestas de la capital han dado el paso, una vez se consiguió arañar el 50% de su capacidad operativa. La ruta debería empezar por lógica simbólica en la Puerta de Alcalá, donde Ramsés y Patio de Leones se sincronizaron con Aarde y Origen, del Grupo El Paraguas, y con Capuccino Grand Café. Copeo y cenas para volver a dejarse ver. La postal oficiosa de Madrid.
En el mismo entorno, Florida Retiro y, en la calle Ibiza, KultO y sus platos viajeros, con mucho atún y cuchara mágica. También están abiertos los locales del Grupo Lalala: La Charla, con sus bravas japo con salsa kimuchi y alga wakame, La Bientirada y sus torreznos de Soria, o La Mamona y sus gambas cristal con huevos fritos.
Más madera: los arroces y carnes de Rocacho, los sabrosos sanguches de Apura, las croquetas de la Cocina de San Antón, las propuestas mediterráneas y con vistas de la Azotea del Círculo, la parrilla de Rubaiyat, y los cócteles de Luca Anastasio en Picalagartos, el bar del NH Collection Gran Vía.
Imagen superior: Ricard Camarena con mascarilla y ayudante en los fogones
Mientras tanto, los restaurantes con más nombre calientan motores. Ricard Camarena fue el primero de los Michelin en salir a escena, y en reinventarse, todo un desafío del que el chef valenciano parece haber salido airoso. Arzak, El Celler y Aponiente ya han puesto fecha a su desembarco. Sacha ya acumula toneladas de reservas. Les Cols radicalizará su discurso local sin esperar a la movilidad interprovincial. Paco Morales apuesta entretanto por un formato de bar más casual. Cada uno a su rollo y a su ritmo, en pos de la supervivencia.
La puesta en escena de la performance reivindicativa frente al Congreso evidenció improvisación. Se exigía, entre otras cosas, diálogo, sentarse a la mesa de las decisiones. Pero al sector, heterogéneo como es y con escasa visibilidad de la cadena de valor que nace en el campo o en el mar, se le nota también dividido, fragmentado en un maremagnum de asociaciones y grupos de presión. Se habla de un Plan Marshall gastronómico con los Roca, Aduriz y Adrià como abanderados, en el que se pide más empatía hacia los suyos.
Imagen superior: Retrato de Pedro Sánchez Bagá
Y en esto surgen voces que reclaman más discreción y, en el fondo, más empatía con los que no son ellos mismos, como la de Pedro Sánchez. Vade retro, querido hater, que hablo de Pedrito, el chef de Bagá, Jaén. “Necesitamos orden, unión y criterio”, remarcaba como miembro del reciente Think Tank bautizado como Hermandad Gastro. Apela a la autocrítica sin hipérboles: “Mi bandera es una magdalena sin aceite de palma”. Cómo no querer hacer patria con él cuando estos días hasta se han vendido pasteles con mensajes políticos. Repostería politizada, una genialidad más.
Imagen superior: Un coche teledirigido a modo de camarero para llevarte los tacos.
En fin, se montan en Ámsterdam mesas dentro de gigantes urnas de cristal (el sello Covid Free es una milonga, amigos, a pesar del diseño bonito), se despachan en Dallas tacos veganos con carritos a control remoto y se habilita por ahí una suerte de drive-in para que tu coche apeste a costillas. El futuro no pinta muy allá si los cambios son así de chuscos. ¿Volveremos a acodarnos en la barra? ¿Llegará un día en que hablemos de gastronomía sin que el virus lo colonice todo? Shh, calla, que empieza La última cena. Qué guapos salen Sergi y Bego, ¿no? Hasta aquí mi comentario técnico sobre este programa ultracatódico que no pienso ver.