RICARD ROBLES, CO-DIRECTOR DE SÓNAR, EN NUESTRO NÚMERO DE JUNIO
Algunas importantes citas festivaleras acaban de pasar, pero todavía queda, para algunos, la mejor: el festival Sónar. Uno de nuestros festivales más internacionales y veteranos que exporta ya el evento a ciudades como Londres o Tokio. En nuestro número de junio, además de un interesante artículo donde te recomendamos algunos de los nuevos artistas que tienes que tener en cuenta en esta edición, hemos tenido la suerte de contar con la colaboración de Ricard Robles, uno de los co-directores de Sónar, en nuestra sección de columnas de opinión. Ricard nos cuenta su punto de vista sobre la utilidad de los festivales. Nadie mejor que él para plantearse la cuestión y dar un poco de luz al respecto… Aquí tenéis un extracto de la columna escrita por Ricard Robles con el titular original que en la revista tuvimos que cortar por maquetación… el resto, en nuestro número de junio. ¡Ya en los quioscos!
¿PARA QUÉ SIRVE UN FESTIVAL?
Contrariamente a lo que se piensa, los festivales no son una conspiración de promotores para amargar el verano a algunos periodistas, ni una gigantesca escusa para vender mucha cerveza. Hay otros puntos de vista: los festivales pueden (y quizás deben) servir para otras cosas. Veamos algunas de esas funciones. Se llena el país de guiris. Sí, para eso no hacía falta hacer festivales, pero ¿no es menos cierto que media España parece condenada a vivir práctica y a veces exclusivamente del visitante foráneo? En un país (este) poco dado a producir nada tangible, los festivales están siendo capaces de generar una industria propia que, si bien no produce nada exactamente tangible, sí es medible en términos económicos. Sí, señores, los festivales generan riqueza en su territorio y, la inmensa mayoría, son eventos producidos por empresas de aquí que se proveen de industrias de aquí y que dan trabajo a gente de aquí. También sabemos más de música. Al menos, sabemos más de “algo”. En un país (de nuevo, este) que pasa del cine en VO, no acostumbra a leer ni pisa demasiados museos, por lo menos a nivel de oferta de música en directo nos parecemos a un país civilizado. Si convenimos que la música es cultura, me atrevo a decir también que los festivales son un producto cultural. Un producto que sirve para difundir y potenciar talento y con ello dinamizar de paso todo el sector de la maltrecha industria musical: los festivales son ya una pieza fundamental para la visibilidad de un artista local que quiera hacer carrera, y un escaparate nada despreciable para ayudar a que los pocos discos que se vendan se sigan vendiendo. Si sumas industria y cultura, te sale aquello de la industria cultural, eso de lo que mucho se habla, poco se sabe y sólo tímidamente se legisla.