CRÓNICA DE JAVIER MATEOS + FOTOS DE LUCÍA FERNÁNDEZ MUÑIZ
Como todos los años por estas fechas, Barcelona se convirtió en la capital del ‘indie’ mundial por una semana. No sólo las actuaciones programadas en el recinto habitual de las últimas ediciones, El Fòrum, fue el lugar escogido por la organización para hacer de la música más alternativa un muestrario en esta ‘Gran Feria Mundial del Todo’ en que se ha convertido la ciudad condal. Este año también el Poble Espanyol, germen del nacimiento del festival, se sumó a la fiesta junto a sus calles, plazas e incluso el metro –como viene siendo habitual-. La ciudad volcada con la música, aunque este año le ha tocado repartirse con el fútbol (motor de su economía). En una semana donde los “acampados” de toda España se echaban a la calle para mostrar su cansancio ante la situación político-económica del país, el festival tenía que convivir con una situación que pilló a todo el mundo por sorpresa: los graves y violentos abusos policiales de los Mossos de Escuadra en la Plaça Catalunya la mañana del viernes. Sin duda este indignante hecho, provocó que la caótica organización del festival se apuntase un tanto al indicar a las bandas lo que había sucedido en la ciudad para que fuesen conscientes y pudiesen libremente, expresar sus ideas en directo. Casi todos ellos se sumaron a su manera, lo cual es digno de elogio, aunque moralmente lógico.
Antes de todo esto, el miércoles el Poble Espanyol abría sus puertas, de nuevo, para albergar a la marabunta ‘indie’ del planeta rock. Como era de esperar a las 9 de la noche el aforo quedó cubierto, y un número importante de gente, a pesar de haber pagado su correspondiente abono, se quedó fuera y sin verlo. Para los que tuvimos suerte de entrar, pudimos disfrutar de una velada encantadora y muy agradable. Echo and the Bunnymen acudían para presentar sus dos primeros discos: “Cocodriles” y “Heaven up Here”, sin salirse del guión, vestidos de camuflaje y con un Ian McCulloch enfadado, por tanto encendido, ofrecieron un concierto vigoroso, con gran sonido y con tres bises finales con clásicos como ‘Lips Like Sugar’ o ‘Bring on the Dancing Horses’. Más tarde Caribou dio el primero de sus conciertos con una fuerza apabullante y un sonido excelso. El pistoletazo de salida había cubierto el ansia de conciertos.
La primera jornada real del Primavera Sound 2011, ya en el Fòrum, tenía como referente la llegada del arcángel Sufjan Stevens, el gran asceta del pop alternativo, se presentó en el Auditori como un redentor de los males del mundo moderno, en un viaje espacial que en realidad era una mirada hacia nuestro maltrecho interior de principios de siglo. Con una puesta en escena majestuosa, digna del Bowie de Ziggy Stardust, los que tuvimos la suerte de acudir a verlo, estuvimos ante un momento histórico en las nuevas desventuras rockeras de estos tiempos. Presentando su complejo y conceptual último trabajo, ‘The Age of Adz’, Sufjan Stevens con una banda perfecta entre los que se encontraba DM Stith – que con anterioridad abrió el recital de manera fabulosa-, sonaron eternos, cruzaron el universo de la memoria y penetraron en el subconsciente del recuerdo. Emocionante, como pocos momentos vividos a lo largo de los cinco días, fue la dedicatoria y versión de ‘The One I love’, el clásico de R.E.M., al más querido (un amigo que perdió en estos años), y que sin duda ha marcado su manera de entender la vida y con ello la música. Como una especie de “reiki” para las masas, así transcurrió la velada, con esas alas gigantes que se abrían para arroparnos, y con un bis final imborrable con Chigado; el público en éxtasis y él disfrutando como un niño. A la altura de los clásicos. Después de esto, el resto de conciertos serían mera anécdota. Comenzar de esta manera no sé hasta qué punto puede ser bueno. A la carrera, “cosas del directo”, llegamos justitos para ver a The Walkmen, que en uno de esos escenarios escondidos, demostraron el poder y la clase que les caracteriza. Hamilton Leithauser estuvo soberbio y elegante, comenzar con ‘In the New Year’, muestra como se las gasta la banda de New York. Breve pero intenso, nos dejó un gran sabor de boca. Al acabar nos enteramos que la organización creó un caos con el tema de las tarjetas monedero, por una caída del sistema. Pudo acabar en tragedia ( ¡con la cerveza no se juega!), por suerte no fue así.
Asistir a un gran festival donde hay tanta calidad de bandas por metro cuadrado, supone sacrificar mil opciones y apenas tener tiempo para asimilar todo. El desgaste emocional es igual de grande que el físico, y si quieres ver algo bien, para poder sentirlo en tu piel, tienes que estar cerca del escenario, ello supone – en ocasiones- hasta sufrimiento, más teniendo en cuenta la masificación excesiva que existe ya en el Primavera Sound. Muchos esperábamos la visita de Suicide, finalmente lo único que logré sacar de su actuación fue que en realidad fue un suicidio en toda regla, rozando el esperpento. Tan infame que resultó hasta gracioso. Patetismo de geriátrico. Como dijo un amigo mío: “La culpa es de los organizadores, por traer un anciano alcohólico”. Aturdidos fuimos a ver qué era lo que quedaba de Interpol, con poca esperanza (la verdad), así fue. La banda neoyorquina sabe a arroz pasado, caduco y trasnochado. Incluso una de sus virtudes, que era sonar bien, la han perdido. ¡Qué se retiren! La noche había comenzado con un listón demasiado alto, pero no por ello esperábamos estos pinchazos.Tan sólo quedaba ya echar el resto en el escenario “San Miguel”, primer disparo con pólvora mojada. The Flaming Lips estuvieron apagados, ni sus luces y papeles de colores, lograron levantar un concierto apático y espeso. Sólo al final con ‘Race for the Prize’ y ‘Do you realize??’, consiguieron conectar con los fans. La primera jornada buceó entre la gloria eterna y el olvido más rápido.
El viernes fue otro cantar. Una jornada marcada por los sucesos de Plaça de Espanya, implicaba más emotividad y adhesión de las bandas y organización. La oferta de esta jornada era abismal: o veías cosas y salías disparado, o corrías el peligro de no ver bien lo que deseabas realmente. Por tanto hubo que sacrificar muchas cosas, M. Ward, por ver a The National en primera fila, por ejemplo. Antes de desplazarnos hasta el lejano escenario “Llevant”, hicimos una parada para ver a Avi Buffalo. Equivocados -en su inexperiencia-, se dedicaron a tocar temas nuevos, un error imperdonable, ya que es una gran banda, también en directo. Antes del plato fuerte, The Fiery Furnaces, ofrecieron un concierto disperso, una banda que en sus inicios tenían un futuro prometedor, han ido desvaneciéndose en un intento por marcar su pop con ese acento esquizofrénico, que finalmente se les ha ido de las manos. Es la mejor manera de definirles actualmente, también cuando se presentan ante el público.
Ya con la noche al acecho, la banda de Matt Berninger, certificó su poder y grandiosidad, en un discurso basado en la pena más honesta. Su concierto en el escenario “Llevant” fue apoteósico. Con un repertorio perfecto, una entrega descomunal y un cancionero lleno de clásicos modernos, barrieron de un plumazo a muchos que antes y durante el festival, se quedaron en el intento. Con Sufjan Stevens en los coros, ‘Terrible Love’ fue un baño de agradecimiento con las masas. ‘Fake Empire’, ‘Anyone´s Ghost’ o la eterna ‘Bloodbuzz Ohio’, fueron un vendaval de emociones que recordaremos por mucho tiempo. A la carrera, había que ir a pillar sitio para ver a Low al escenario “AYP”. El trío (pareja) de Duluth, venían con su nuevo disco, “C´mon”, bajo el brazo. Banda que para los más “guays” y modernos ya no mola. ¡Amigos de lo moderno, cuan equivocados estáis en pensar que lo que suena a raro es lo bueno! Su show fue escalofriante, como casi siempre. El comienzo, aterrador: “This is for the Spanish Revolution”, dijo su cantante y arrancó las primeras notas de ‘Nothing but heart’. Al acabar, Alan Sparhawk, sentenció: “Your family is forever”. Mirada llena de fuego. Entre medias, la triada infalible: ‘Try to Sleep’, ‘Sunflower’ y ‘Murderer’. Nada que añadir. Después del duelo, el mejor postre era escaparse por los paisajes fotográficos de praderas en blanco y negro que es la música de los tejanos, Explosions in the Sky. Doy fe que vi varias entre la Luna y Venus, en consonancia con el grandioso y bello estruendo que ejecutaron en una actuación soberbia.
Ya bien entrada la madrugada llegaba uno de los platos fuertes, el regreso de Pulp. Un concierto extraño, además de por el repertorio, por ese escenario principal, al cual hay que encontrar desde ya algo que le haga ser más cercano, más cálido. Su sonido se escapa por todas partes, y este año además, en las últimas filas se ha palpado su nula efectividad. Comenzó bien: ‘Do you remember the first time?’, y sonarón parte de sus clásicos, pero se diluyó a medida que avanzaba en el tiempo. Finalmente catarsis con la dedicatoria para el pueblo de su himno, ‘Common People’. Cerraron con la sala de Barcelona, ‘Razzmatazz’. Ahí sí directos, pero por lo demás un concierto justo y por momentos aburrido. En el escenario “Rayban”, con un frío endiablado, de madrugada, y por tanto algo menos de público, aunque numeroso, Battles protagonizaron uno de los grandes conciertos del festival. En esos días a punto de editar su nuevo disco: “Gloss Drop”, nos calentaron a base de golpes incesantes a cargo de esa “bestia parda” que es John Stanier. Por supuesto, temas de su laureado “Mirrored” como ‘Atlas’ o ‘Tonto’, sonaron para deleite de todos los que estábamos allí. Noqueados y fundidos con tanta emoción nos fuimos: unos en metro, otros en Tram y algunos autopropulsados.
Con lo que nos quedaba de fuerzas (seguramente algunos llegaron de milagro), ya el sábado, vivimos una última jornada en el Fòrum atípica, donde había gente más nerviosa por el fútbol que por impregnarse de algo tan maravilloso como es la música, ‘cosas del directo’… Con las tarjetas ya en funcionamiento y las baterías más o menos recargadas, nos plantamos con la esperanza casi perdida de no poder ver a John Cale en el Auditori. La temprana convocatoria del ex-Vevet Underground, podía pasar factura física a más de uno. Saltó la liebre y conseguimos entrar. John Cale -con falda escocesa- y con una banda compuesta por 22 músicos, 19 de ellos de cámara, más tres coristas puntuales, recrearon su clásico “Paris 1919”, con unos arreglos más actuales y que fueron, por momentos, sumamente emocionantes.‘The Endless Plain of Fortune’ y ‘Paris 1919’ sonaron con una emotividad abrumadora, después su show quedó algo deslucido por un virtuosismo que se perdió entre punteos y devaneos, casi horteras, por acantilados con melena al viento. Los siguientes, Fleet Foxes tuvieron que bailar con la más fea, con un segundo disco rematadamente malo, subidos en el escenario consolidado como gafe, el “San Miguel”, ofrecieron mientras la tarde caía, un recital de voces poseídas por castores en praderas imposibles, que se perdían entre las barras cercanas. No es que no sonasen bien, es que su música se ha diluido en un abrir y cerrar de ojos. El siguiente plato de la jornada tenía cita en el Auditori, de nuevo. Mercury Rev, vistos desde primera fila, producen un impacto cargado de terror infantil. Con el escenario lleno de velitas la banda de Jonathan Donahue y su pequeño saltamontes, Grasshopper, ofrecieron uno de los momentos de este Primavera Sound. Soberbios, psicodelia de cuentos de hadas para un Auditori, que por el fútbol (manda narices), no llenó, y con ello muchos se quedaron viendo patadas a un objeto redondo de cuero, mientras otros recibíamos patadas de emoción para el recuerdo. La reinterpretación de su obra maestra “Deserter’s Songs”, nos volvió a recordar que sus melodías nunca envejecen. Esa magia espacial con la increíble y sobrenatural presencia escénica de Jonathan, esa especie de Malcolm McDowell en ‘Calígula’, nos sobrecogió de sobremanera. Sus gestos de grulla, su fuerza descomunal y su sonrisa a caballo entre un demonio y una ardilla ebria, serán muy difíciles de olvidar. ‘Endlessly’, ‘Opus 40’ y ‘Goddess on a Hiway’ nos elevaron a sus estrellas de cuento en la noche. Majestuosos.
Después tocaba el escenario gafe, y como no podía ser de otra manera, un nuevo pinchazo -¡no se libró ni Dios!-. Pj Harvey con un nuevo disco, genial, bajo el harpa, sonó fría, que no mal, y no conectó en ningún momento con el público, salvo cuando ofreció sus hits más previsibles (pero con eso sólo no vale). Hubo que irse a reponer fuerzas. Dean Wareham en el “ATP”, todo de blanco, estaba pletórico, aunque sólo pudimos verlo en la parte final de su actuación. Situados en primera fila, asistimos a un concierto de rock salvaje y violento. Uno de los momentos más arrebatadores y divertidos de todo el Primavera Sound 2011, John Spencer Blues Explosion. Una auténtica barbaridad que volvió loca a la masa congregada. Hubo de todo: empujones, gente por los aires, graznidos, monstruos cargados de ‘criaturismo’, lágrimas, caídas, abrazos… En definitiva, rock para sacar la ira de dentro. John no paró, inexplicable. No es de este planeta, definitivamente.
Una vez acabada la batalla estaban esperando en el “San Miguel” Animal Collective, una de las bandas cabeza de cartel, pero su actuación en el escenario gafe, seguramente les haría caer estrepitosamente. Efectivamente, un desastre, no porque el viento se lleve en ocasiones parte de su sonido, su música funciona en espacios pequeños, en escenarios mastodónticos los animales se transforman en perros “ushis” de compañía, ladran pero nunca muerden. Hubo que huir, con criterio y acierto a uno de los escenarios revelación del festival: “Llevant”. Hay que dar la enhorabuena a la organización, por acertar con el nombre (un poco más y de paso nos vamos a Benidorm andando). Con esas vistas magníficas de la época del ladrillo voraz, llegamos a tiempo (algo inexplicable), para ver al gran Dj Shadow. No decepcionó, para nada. Inmerso en su bola mágica, nos bombardeó con ‘beats’ y ‘scratches’ marca de la casa. La temperatura subió sin cesar en ese viaje por la electrónica del pasado siglo. La visita inesperada al ‘jungle’ más visceral fue una maravillosa sorpresa y mejor noticia. Cuando desde sus platos lanzó su clásico: ‘Organ Donor’, el “Llevant” ardió sin control.
Como fin de fiesta en el ATP, Dj Coco, o como ser el colega de los jefes y pinchar como el culo. En definitiva, ya daba todo igual. Dj Coco ese gran especialista en subir y bajar el volumen tirando de lo de siempre: sota, caballo y ‘coco’. La gente enloquecida, por supuesto, a esas horas y en esos estados, con poco, la gente pierde los papeles. Así transcurrió la última jornada del Fòrum, agotadora. Al día siguiente, domingo, cabría decir: descansó. Pues no, allí estuvimos de nuevo. Lo mejor de volver era estar en ese precioso marco que es el Poble Espanyol, porque lo que es música hubo poca. Un sonido realmente nefasto, truncó las dos actuaciones más relevantes que había, tanto la de BMX Bandits como la de Mercury Rev, que nada tuvo que ver con la del Auditori. My Teenage Stride, puramente olvidables.
Así, con la lengua fuera, terminó el Primavera Sound 2011. Un festival que apunta peligrosamente a la masificación salvaje y que desde ya hace años, mira sólo por el público anglosajón, aunque esto en realidad tiene lógica, es el único que tiene dinero. Con un altísimo nivel de bandas y conciertos memorables, esperamos con inquietud la edición 2012, bajo la crispación generalizada, sobre todo del público español, por el caos vivido en esta que ha terminado. Lo importante es pensar que asistimos a momentos inolvidables y que la música – esa es la mejor noticia-, se volvió a imponer al resto.
12 de junio de 2011 a las 1:18
“La ciudad volcada con la música, aunque este año le ha tocado repartirse con el fútbol (motor de su economía). ” … grandísima ida de olla lo de “motor de su economía”.. no sé si es intencionado, o ha quedado por casualidad así de mal, pero mamm mia!!!
8 de junio de 2011 a las 12:55
Cualquiera diría que la música se impuso, teniendo en cuenta que no te gustó apenas nada… ¿a quién se le ocurre sacrificar a Caribou por Interpol, por ejemplo? Y más temiéndote la decepción, eso no tiene perdón de Dios…
8 de junio de 2011 a las 9:30
Viperino, mordaz y seguramente sincero y cierto. Qué buen cartel y qué poco aprovechable. Deberían hacerlo más cómodo y limitado todo, no tiene sentido tener que elegir y ver unos delante y otros odiosamente atrás. Gracias por refrescar.