Como contrapunto al mundo digital, la artesanía sigue ganando adeptos
En 1907 Madrid sufrió una ola de frío que dejó a la capital con temperaturas de -13 grados. Ese mismo año Picasso pintaba Las señoritas de Avignon y en las elecciones generales ganaba el conservador Antonio Maura. Fue también en 1907, en Madrid, donde abrió sus puertas Calero, un taller de encuadernación que no ha cerrado nunca desde entonces, ni siquiera durante la Guerra Civil. El taller, propiedad hasta hace muy poco de las familias Calero y López-Valencia, ha pasado ahora a manos del empresario Nacho Mateos, de la restauradora Mónica Sánchez, la enmarcadora Carmen Querol, y de dos antiguas trabajadoras de Calero, Mayte Gómez y Chon González. Juntos han decidido darle una nueva vida a este taller con 108 años de historia, uno de los más antiguos de España, y para ello se han trasladado al local contiguo al original dividiendo el nuevo espacio en taller y aula. En el taller, que más bien podría ser un museo, se conservan muchas joyas de su primera época: guillotinas, volantes, cizallas, máquinas de coser, tipografías de hierro y hasta los primeros logos del hotel Ritz, Yves Saint Laurent o Chanel.
En Calero presumen de continuar trabajando a mano. Encuadernan libros en piel o en tela, con papeles pintados también a mano. Además restauran libros antiguos, diseñan álbumes de fotos a medida cosidos de forma artesanal, hacen estampaciones, grabación de iniciales, enmarcan, y también trabajan con artículos de piel. Pero además de todo esto, su idea es mantener y perpetuar el oficio por lo que ofrecen cursos intensivos dirigidos tanto a profesionales que quieren profundizar en alguna técnica concreta, como a todo aquel que quiera adentrarse por primera vez en este fascinante mundo. Introducción a la restauración, cartonaje, caligrafía, enmarcación o encuadernación son alguno de los talleres que imparten en turnos de mañana, tarde o fines de semana. Si te apetece aprender un oficio y trabajar con tus manos, pásate por Encuadernación Calero, en la calle Bárbara de Braganza, 11. Todo un mundo.