HOY, 24 DE ENERO, SE ESTRENA LA ESPERADA SEGUNDA PARTE DE NYMPHOMANIAC
La tirria que le tengo a Lars Von Trier es incomparable a ninguna otra fobia personal que recuerde. Siempre me ha parecido falso, con ganas de llamar la atención con golpes de efecto tramposos, destilando “postureo” y esnobismo por cada poro de su piel lastrando su evidente talento como guionista, realizador y director de actores. Lars Von Trier no tiene la “verdad” del cine de Haneke, pero las dos partes de Nynphomaniac (permitidme que aborde la crítica de esta segunda parte de manera global e incluya la superior primera parte), constituyen una bomba de originalidad, buenas ideas, inolvidables interpretaciones, un guión portentoso y un tempo fascinante para la que quizá sea la película más larga de la historia. Pero la mayor virtud de este film, es que tiene la “verdad” de la que antes hablaba. Todo es verosímil, creíble, sorprendente, la vida misma parece, el tema no está tratado de manera soez, ni polemista, al contrario, las escenas explicitas se cuentan con los dedos de una mano y se reducen a cortísimos planos, pequeños destellos que no evitan que sea nuestra mente la que practique sexo durante la película. Piensas en sexo, lo practicas mentalmente, te sientes excitado y asqueado de cosas que cualquiera hemos experimentado en nuestra propia vida y eso hace de Nynphomaniac una experiencia maravillosa. Llena de momentos y escenas apabullantes, geniales e inolvidables. Y la sorpresa mayor es el sentido del humor que plaga cada plano, sentido del humor negro, llenito de mala baba de la buena.
La segunda parte tiene algunos “peros”, es más lenta que la primera, cuyo metraje se dividía en 5 historias, mientras que esta tiene sólo 3. El segundo “pero” es que aunque está maravillosa en la peli, Charlotte Gaingsbourg que encarna a la Joe adulta, (el tema central de esta parte) resulta menos creíble como objeto de deseo y no es tan mágica y tan magnética como la joven Stacy Martin, que constituye un espectáculo en sí misma. Una sorpresa es que la película tiene un final. Uno duda, al ver la primera parte, si Lars va a ser capaz de poner un buen cierre a todo este torrente de ideas que ha puesto encima de la mesa, si optaría por el repugnante, cobarde y sobado recurso del final abierto, el camino de la tomadura de pelo. Pues no, la película tiene un final, y aunque se intuye, a mí me sorprendió y es coherente con el prisma desde el cual se narra la vida de esta pobre enferma de deseo. Quizá es un cambio de tercio, quizá Lars Von Trier cree que los que tenemos prejuicios contra él y sus deseos de epatar constantemente tenemos cierta razón. Que es mejor dejarse llevar y dejar paso a la honestidad. Eso para un narrador o un artista es lo mejor, y el espectador lo agradece, porque sea lo que sea lo que esté viendo, el espectador respira esa honestidad y la verdad de lo que ve, y si encima es una obra mayor, todavía más. Veremos qué hace después de esto, pero esto es LO MÁS.