Hay algo extraño y mágico en los lugares abandonados. El paso del tiempo los invade, los coloniza, los hace suyos. Las huellas invisibles impregnan las paredes, y el rastro experiencial de los antiguos habitantes se cuela por las rendijas como el invierno por una ventana mal aislada. Espacios donde antes había vida o, en este caso, espacios preparados para vivirla.
Grip Face lo sabe bien y en ello reside precisamente lo atractivo de sus trabajos fuera del estudio; modelar ese magnetismo inherente en lo deshabitado, incrementarlo, transformarlo o incluso -siempre bajo una intención determinada- hacerlo desaparecer, y Not Rented to Humans es una muestra de ello.
En Not Rented to Humans coexisten los plásticos, residuos y escombros propios de nuestra condición con una flora y fauna que no descansa en su crecimiento, penetrando en el interior de las habitaciones, expandiéndose por las paredes de madera y generando grietas en los suelos de lo que podría haber sido una pequeña urbanización escandinava. El predecible fracaso de un negocio de venta de casas de madera en una zona aislada, calurosa y árida le brinda a Grip Face la oportunidad de sumergirse durante un periodo de tiempo concreto en una reflexión constante para crear Not Rented to Humans. El estudio del área le permite tender de nuevo un puente entre dos líneas de trabajo que generalmente entremezcla a su antojo -con maestría, eso sí-, lo figurativo y lo abstracto. Nada es baladí; la gama cromática de las intervenciones pertenece a las botellas, latas y envoltorios que alfombrizan la tierra de los patios de las casas, colores brillantes que no han perdido intensidad a pesar del paso de los años, y la máscara y el disfraz, siempre tan presentes en sus obras, visten en los interiores de los hogares a sus moradores, con la intención de ahuyentar a los posibles intrusos. Estos habitantes sin nombre se mantienen impávidos ante el inminente colapso que se avecina, cada uno con su respectivo papel. La figura totémica del cazador, espectador a la vez que protector del repoblamiento salvaje de la naturaleza, y la del aldeano, que fuma, con expresión casi de disgusto, un pitillo industrial -símbolo del único contacto con una civilización ajena-, son las verdaderas guardianas del territorio.
Es Not Rented to Humans – o no se alquila a humanos-, lo primero que puede leerse pintado en una de las fachadas a medida que avanza el camino entre la maleza. El título del proyecto evidencia la declaración de intenciones del artista, la expresión de su deseo y su llamamiento a la autorreflexión colectiva -siempre desde la ironía-, para volver a recordarnos hacia dónde nos dirigimos.
Texto: Ana Sainz
NOT RENTED TO HUMANS from G R I P F A C E on Vimeo.