Natalia Domínguez, 1990, Jerez de la Frontera. Profundiza, desde la instalación, lo escultórico y lo sonoro, en las relaciones materiales y afectivas de los paisajes contemporáneos postindustriales, desgranando sistemas de significación y redes relacionales entre sujeto y objeto.
Natalia Domínguez lleva unos años intentando dar respuesta a esta pregunta: ¿cómo capturar una nube? De ahí la fijación por el aire, donde quedarse en suspensión, donde quizá, caer. Se aproxima al aire como elemento de difícil definición, tanto formal como conceptualmente. Aunque es consciente de la imposibilidad que presenta este gesto, insiste. Y esa fijación no es infantil, es una pregunta sobre el instante, sobre el lenguaje y sobre la naturaleza cambiante de nuestro contexto. Ya sea desde una aproximación formal, como desde una búsqueda simbólica, busca hacer presente lo aparentemente imperceptible, mediante el eco o la reverberación.
En esta ocasión, más que de nube, podríamos hablar de vapor, de humo, de un aire pesado y húmedo, pegajoso, propio de un imaginario contemporáneo cada vez menos de ciencia ficción. En el fondo del espacio, en el suelo, encontramos un animal informe, vibrante, iridiscente, cuya naturaleza nos es difícil de captar, casi como un cíborg que se arrastra.
El entorno urbano es el hábitat de este organismo, así como lo es también de los tubos de ventilación que vemos en todas partes, que también respiran, condensan vapor, inhalan y exhalan rodeados de elementos totalmente industriales. Si del vapor destaca su deformidad y adaptabilidad, el tubo se contrapone con su presencia rotunda, escultórica en su sentido más clásico.
Una exhalación profunda, acompasada, que poco a poco se va acelerando, a ratos nerviosa, entrecortada, una falta de aire angustioso que se va haciendo más y más presente… Con esa sensación de falta de aire tan contemporánea, que de forma sutil se deja entrever en el título de la muestra, nos vamos adentrando en el hábitat de estas criaturas.
La falta de evidencia las relaciones de interdependencia que condicionan la existencia de casi cualquier organismo. El aire, en este caso, podría ser entendido como un entorno de interrelación, de conexión entre el dentro y el fuera. Entre las diferentes singularidades que cohabitan un lugar determinado, en este caso, el espacio expositivo.
Éste está dominado por una gran escultura que despliega su forma indeterminada en plena caída. Esta funciona como puente con la serie ST (parachute) en la que ha estado trabajando desde 2022.
Natalia Domínguez traza así un vínculo con su producción anterior, donde el aire sigue siendo un elemento central. Aunque el vocabulario material que aquí despliega, el abordaje formal y conceptual, es mucho más abstracto y sutil que en propuestas previas. El uso de materiales con reminiscencias orgánicas animales, a la vez atravesadas por la noción de lo técnico o de seguridad. Acolchados, o los acabados en hierro crudo, ponen en evidencia una aproximación corporal en toda la propuesta.
La experiencia corporal, personal, del entorno urbano lleva a Natalia Domínguez a hacerse preguntas colectivas. Preguntas que interrogan un contexto en el que los procesos de transformación de la materia prima a materia procesada aceleran los modelos de producción, distribución y acumulación contemporáneos. Donde aquellos elementos prefabricados, industriales, distribuidos en serie dibujan el paisaje capitalista.
Elena Blesa Cábez
Mediadora e investigadora
NATALIA DOMÍNGUEZ
“LACK OF”
EN HOUSE OF CHAPPAZ
26 JUN 2024 – 03 SEP 2024