My Mexican Bretzel de Nuria Giménez Lorang. La mejor película del 2020 llega a los cines el viernes 11 de diciembre. Entrevistamos a su directora quien nos explica las claves de este debut en la gran pantalla tan rupturista y personal
Este viernes, Nuria Giménez Lorang da el salto a los cines con My Mexican Bretzel, su primer largometraje como directora. La película es una oda al cine en sí mismo, a la literatura, al sonido y en definitiva, al amor y a sus diferentes metamorfosis a lo largo de la vida. En pleno 2020, este año raro y para muchos perdido, My Mexican Bretzel es un soplo de aire fresco, ese bálsamo que necesitábamos para saber que las cosas van bien y que el arte sigue sus propios caminos de evolución. El largometraje es toda una experiencia extrasensorial, de esas que te mantiene desconcertado y con todos los sentidos alerta, para dejar paso a la más pura emoción. La historia de Vivian Barrett se siente cercana y a la vez realmente lejos de nosotros. Y es eso lo que la hace poderosa y altamente adictiva. Pero Vivian no es la verdadera protagonista. Es el deseo. A través de los diferentes años, los espectadores asistimos al camino que el deseo ha preparado para Vivían hasta su muerte.
Nuria Giménez ha creado con My Mexican Bretzel un relato especial y único sobre las pasiones humanas y, sobre como estas, nos llevan a la redención y a la perdición. Un regalo en tiempos inciertos y de lejos, en mi opinión, la mejor película de este 2020 inolvidable.
La semana pasada tuvimos la oportunidad de charlar con Nuria Giménez Lorang en un café en el centro de Madrid para que nos contase todos los secretos de My Mexican Bretzel
¿Cómo surge My Mexican Bretzel?
Surge cuando murió mi abuelo, suizo, en 2010. Acompañé a mi madre para hacernos cargo de sus cosas y, en su sótano, encontré unas 50 bobinas de 8 y 16 milímetros. Llevaban ahí 40 años. Para mí fue como encontrar un tesoro alucinante, pero tampoco sabía en qué estado estaban, ni qué contenían. Le pedí permiso a mi madre para llevar el hallazgo a Barcelona y así lo hicimos. Una vez allí empecé el proceso de digitalización, comprobé que la conservación del material era excelente y vi qué contenían. Fue maravilloso.
Tras descubrir el archivo de tu abuelo ¿Cómo arranca el viaje de la película My Mexican Bretzel?
Ha sido un proceso complejo de 7 años, con diferentes capas. No ha tenido una estructura limpia y clara. Ha sido mucho más caótico de lo habitual. Al principio lo que hice fue empezar a experimentar, a jugar mucho con las imágenes para vincularme con ellas y para ver qué podía hacer. Yo lo único que sabía era lo que no quería hacer. Lo que sí quería no lo tenía tan claro. Por eso tuve que explorar y probar diferentes cosas para ver lo que me funcionaba. A nivel de texto comencé a escribir todo lo que se me pasaba por la cabeza, sin pensar en el material. Citas que rondaban la cabeza, frases sueltas, lo que fuera. Como no sabía en qué dirección iba, siempre ha habido esa parte lúdica de experimentación. Ha sido como un juego. Iba viendo qué imágenes me encajaban más, cuáles no y haciendo una selección. He trabajado en paralelo imágenes y texto durante tres años y, a partir del cuarto año de curro, empecé a fusionarlos. Al final tenía unas 5 horas de planos que me parecían absolutamente fascinantes y muchísimo más texto del que aparece. Gracias a Andrés Duque y a Cristóbal Fernández, ayudante de montaje, aprendí a vaciar y a quedarme solo con la esencia.
Es tu primera película ¿Cómo decides tirarte a la piscina con una propuesta tan arriesgada?
Han sido, como decía antes, 7 años de proceso y hasta que My Mexican Bretzel ha estado definida ha pasado tiempo. Lo que más me ha gustado es haber hecho lo que me ha dado la gana, desde la libertad absoluta. Eso ha sido clave. Yo nunca he pensado en hacer rompedor y no he tenido esa pretensión en ningún momento. He hecho lo que me apetecía y me lo he pasado en grande haciéndolo. El propio proceso creativo ya me ha dado muchísima satisfacción. Y si encima la película gusta y tiene tan buena recepción como está teniendo, ya es genial.
Volviendo a lo creativo ¿En qué punto aparecen los personajes y su historia en tu cabeza? ¿Cómo nace Vivian Barrett?
Como hablábamos, no es que desde el principio tuviese toda la historia clara en mi cabeza. Fui descubriéndola a medida que iba avanzando y fui construyendo el personaje de Vivian. Pero hay una mezcla entre lo que las imágenes me decían de ella y del texto que yo había escrito. Esas imágenes y reflexiones a las que yo quería dar salida están metidas. También el maestro Kharjappali tiene bastantes frases que quería que apareciesen y que dirigen el argumento y que, quizá, en boca de Vivian, no tenían sentido y menos en su diario.
Al hilo de esto ¿cómo surge el maestro Paravadin Kanvar Kharjappali y cómo se convierte en ese faro guía y catalizador para Vivian?
Cuando estás escribiendo reflejas tus obsesiones. Leyendo cosas de 2013 me daba cuenta que repetía la misma idea en 2015 y así sucesivamente. Y una de esas ideas era la de un falso gurú. Me fascina esa figura. Entonces, de todas las frases que había escrito y que me parecían forzadas para el diario personal de Vivian Barrett, se las atribuí a Kharjappali. Necesitaba volcar estas reflexiones de alguna manera.También Kharjappali me ha servido como contrapunto. En las escenas de cierre de la película se explica que se descubrió que había plagiado todos sus escritos. Esto va en concordancia con que la pastilla inventada por León era un placebo, con que la relación entre ellos dos (Vivian y León) al final también se desmonta y con que My Mexican Bretzel no es lo que tú creáis que era. Al final todo se desmorona y se va al suelo.
¿Qué has querido expresar y transmitir con Vivian Barrett?
Crear un icono no era la intención para nada. Pero sí reflejar una realidad de esa época –tras la Segunda Guerra Mundial y décadas posteriores– y que, por desgracia no ha desaparecido del todo. Creo que esto está muy bien reflejado en cómo se expresan los dos. León Barrett a través de la cámara, mucho más fálica, mucho más hacia afuera, expansiva y compartida con los demás con cierto orgullo. Y en cambio, Vivian lo que hace es hacia dentro, escribiendo en un diario, en silencio y discretamente, sin que nadie la oiga. La contención hace que Vivian se vaya apagando como al no seguir su instinto, ni cumplir sus propios deseos. Esto es muy característico de los géneros en estos años.
Hablando del sonido ¿en qué momento decides que My Mexican Bretzel sea una película sin doblaje y con total ausencia de voz?
Desde el principio, yo tenía bastante descartado poner una voz en off por varios motivos. Uno, porque quería dejar esa decisión al espectador. Tú decides desde qué lugar habla y con qué voz habla. En la película hay diferentes huecos para que los pueda rellenar el espectador. Eso siempre me ha encantado como cinéfila. Pero además de eso, está el formato de diario. Quería ser fiel a esta idea. El diario nunca se verbaliza, ni se lee en voz alta, creando esa especie de pacto de silencio entre la libreta y tú. Romper ese silencio me parecía algo un poco sacrílego y forzado, incluso. Además, esto también me ha permitido hacer el uso tan especial que he hecho del sonido en esta película.
¿Y por qué haces ese uso tan atípico?
No quería poner sonido ambiente porque me parecía mucho más interesante explorar otras opciones. Buscaba expresar las emociones de los personajes, sobre todo de Vivian Barrett, y subrayar las obsesiones de León con los vehículos. Quería gran parte de la película en silencio porque ese silencio le da la fuerza y poder a los fragmentos de sonido que aparecen. Y al igual que con la imagen y el color, tengo que hablar de Jonathan Darch, que ha diseñado todo el sonido y lo ha creado desde 0. Un trabajo duro de muchos meses en que hemos decidido qué queríamos expresar con cada fragmento y dónde se situaba en la película.
También la imagen y su tratamiento son piedras angulares de My Mexican Bretzel ¿Cómo has dado con la clave?
Destaco mucho la labor de todas las personas que han trabajado en la película y que me han acompañado en este viaje. En este caso Federico Delpero se encargó del color, respetando mucho las imágenes originales y retocando uno por uno y de manera sútil los más de 300 planos que componen My Mexican Bretzel. Federico ha hecho dos tareas. Por un lado, ha uniformado bobinas de años distintos y texturas distintas. Yo puedo decir que un paisaje es la Costa Brava y puede que sea Hawai o incluso Toledo. El espléndido trabajo de Federico lo hace creíble. Por otro lado, se ha encargado de crear esa evolución cromática que vemos en la película. Al principio son esos colores muy vivos y brillantes de la juventud, de cuando León y Vivian están enamorados, y luego se van debilitando con Vivian. Se apaga el color como se apaga su vida. En una sala de cine es donde mejor se puede apreciar.
Por otro lado ¿por qué lo onírico tiene tanto protagonismo en la trama?
Hay una parte que me interesa mucho y es la parte del inconsciente, toda esa cara oculta y no visible que decide por nosotros muchas cosas en la vida. Los sueños reflejan todo eso. Como la pesadilla de Vivian con los búhos, único material que no procede del archivo de mi abuelo y que tiene una textura diferente. Esas imágenes, que reflejan el ataque y la amenaza, me parecen algo muy interesante y premonitorio. El otro sueño surge de una imagen en la que mi abuela sostiene un periódico con el titular en italiano “El Papa ha muerto”. Al ver ese plano me obsesiono y quiero meterlo sí o sí. Es entonces cuando tengo que buscar una forma de justificar que esto está aquí. En ese momento me inventé el sueño de ese encuentro de Vivian con la muerte, en el que ella veía que iba a morir cuando el Papa muriese. Tristemente, y al igual que Vivian, mi abuela falleció de cáncer. Este hecho, que nunca me hubiese inventado por pudor, sirve de cierre para el personaje. Una vez más, las imágenes, como ese sueño inconsciente, me dieron mucha información para construir el personaje y el recorrido que hace.
Y hablando de guías desde lo inconsciente ¿Cuáles han sido las principales influencias a la hora de crear la película?
De manera inconsciente que hablamos, seguro que he metido a cineastas y artistas que admiro, libros que he leído, vivencias que he tenido… Todo eso está de alguna u otra forma muy presente.He visto muchísimo cine en este tiempo. Las películas de expresionismo alemán me alucinan y las puedo ver una y otra vez o las de Sergei Eisenstein. También puede haber homenajes velados a David Lynch en las partes más dramáticas.
Y por último ¿seguirás explorando el universo de My Mexican Bretzel y de sus personajes en próximos proyectos?
Sí. De hecho, estoy escribiendo El Libro Rojo de Kharjappali (risas)