La ruta por los talleres urbanos del centro de Madrid
Hubo un tiempo en el que la artesanía dominaba las calles. Madrid estaba llena de pequeños rincones en los que se creaban obras de arte, se creaba magia. Las calles de Libreros o Bordadores homenajean lo que en su día fue su principal fuente de ingresos. Pero aunque ya lo industrializado se haya comido al pequeño comercio y al trabajo delicado hecho con las manos, hay pequeños reductos que resisten al invasor y, sobre todo, que se resisten a abandonar esos oficios de toda la vida. El fin de semana del 23 y 24 de abril Jack Honey, con su Ruta de Oficios, se encargó de descubrirnos estos pequeños escondites castizos en los que todavía se trabaja como antaño. En el centro de Madrid, sin apenas darnos cuenta de su presencia, trabajan todavía multitud de artesanos, que día a día, y sin necesidad apenas de herramientas modernas, crean piezas únicas e irrepetibles.
Organizamos una ruta y seleccionamos una pequeña representación de las maravillas que Jack Honey nos ofrecía. Nuestra primera parada fue el taller de estampación de Federico Antelo (c/ Juanelo nº13). Nada más llegar probamos un chupito congelado de Jack Daniel’s Honey para disfrutar mejor de la experiencia. Federico estaba trabajando sobre un gran telar de algodón en el que iba estampando coloridas formas geométricas mientras nos hacía partícipes del proceso. El resultado: una pieza digna de museo. Siguiendo con nuestro recorrido llegamos a la calle Encomienda nº13, donde se encuentra Yolanda Andrés y su fábrica de sueños bordados. Un espacio en el que se respira a la vez modernidad y tradición. El bordado, y todo tipo de técnicas abuelísticas, vuelven a ser un must (sino que se lo digan a las it-girls de Coachella). Con todas las paredes recubiertas con sus obras, Yolanda nos invitó a entrar en su mundo hilado. Cada de uno de los objetos que vemos es el fruto de pacientes horas y horas de trabajo.
En nuestro siguiente destino sube enormemente la temperatura. Desde toda la calle Paloma se puede oler a vela, a cera derretida. Y es que nos aproximamos a la Cerería Ortiz, donde llevan varias generaciones dedicados a la creación de este instrumento espiritual. Con minuciosidad y entre grandes odres de cera ardiendo, dan luz a este objeto todavía tan necesario y tan arraigado en nuestra cultura. Y por último, nos detenemos en el taller que quizá más nos llamó la atención de este recorrido. En un pequeño local de la calle Águila encontramos a Julio Rodríguez, el último superviviente creador de botas de vino. Con una explicación magistral, nos desvela todos los secretos de su oficio y nos fabrica ante nuestros propios ojos una bota desde cero. Algo irrepetible. La Ruta de Oficios Jack Honey no nos ha devuelto al pasado, ni mucho menos, todo el arte creado con las manos sigue vivo y eso es lo que ha querido demostrar. Porque todo lo fabricado con mucho amor es dos veces bueno. #Jackhoney