Mañana se estrena “El hogar de Miss Peregrine para niños peculiares”
La gente suele pasarse el día pidiéndole a los genios que vuelvan continuamente a sus días de gloria. Se utiliza la época de esplendor de un director para atizarle en la crisma, como si fuera una barra de medir implacable de la que será prisionero el resto de su carrera. Y no. No señores. No funciona así. La creatividad fluctúa a su antojo y las trayectorias de los artistas están llenas de ciclos y fluctuaciones. Cada cosa tiene su momento y compararlos es estúpido. Tim Burton ha sido víctima en los últimos años, como todo genio del cine, de este reproche continuo. Se dice que no ha vuelto a recuperar la magia de sus grandes obras (Eduardo Manostijeras, Ed Wood, Sweeney Tood), pero la realidad es que salvo algún resbalón, no se puede decir que haya bajado el nivel en su filmografía reciente.
Burton es uno de los autores más reconocibles que tenemos. Todo en sus películas es cine de autor, sus referentes son tan reconocibles como su influencia en otros directores. Introducirse en sus películas es adentrarse en su mundo, y su mundo no siempre tiene por qué abrirte la puerta e invitarte a entrar, también el espectador tiene que estar dispuesto a vivir, sentir y disfrutar de su universo. O entras o no entras, pero el cine de Tim Burton es para flotar muy alto, disfrutar y ser feliz. Y eso es lo que se siente a lo largo y ancho de las dos horas que dura la magistral “El hogar de Miss Peregrine para niños peculiares”. Magistral y modélica, porque cuando estás ante de una película que sabes a ciencia cierta que nadie más que su autor puede realizar, cuando esa sensación de felicidad suspendida en el tiempo sólo la experimentas cuando ves una obra de ese artista, eso es magia potagia, y hay que ser agradecido sin lloriquear tanto como Calimero, despotricando porque la sensación no es tan maravillosa como la de hace 6 películas.
La nueva peli de Burton no es una película perfecta. Ante todo es un festín de efectos especiales, los más reales que servidor ha visto en esta última década de chroma-key digital y estéticas acartonadas de videojuego baratoide. Pero es cierto, que a veces el espectáculo es en ocasiones demasiado vertiginoso, no hay un momento de descanso en toda la película, y el guión descarrila un pelín en la última parte, pero en general, los momentos brillantes aplastan las pequeñas lagunas rítmicas que hay en la película.
La adaptación del libro de Ransom Riggs, funciona a la perfección con el universo Burton, creando una estética muy deudora del Tod Browning de La parada de los monstruos. Para quien no lo sepa, Miss Peregrine es una Ymbryne, una criatura que se puede convertir en un pájaro (un halcón peregrino) y que es capaz de crear bucles temporales en los que mantener a salvo a los niños especiales a los que da refugio.
Eva Green encabeza un reparto de lujo en el que destacan todos menos ella, no porque no esté bien, sino porque está tan desaprovechada que resulta cabreante para los que somos fans (así, en plural). Como recién caída de un capítulo descarte de Penny Dreadful, Burton se limita a hacerle pasearse con su magia por los decorados de la peli, con su acento inglés depurado y su cara fascinante y enigmática. Es el único reproche que puedo hacerle a la película, y es un argumento tan subjetivo y tan poco interesante para vosotros que no voy a profundizar mucho en el asunto.
Hay momentos por los que merece la pena vivir si eres cinéfilo y tienes además mucha mala baba, y es que ver a un bicho malo como Rupert Everett revisitar el personaje de la ornitóloga sabionda de Los Pajaros (1963) de Hitchcock es un momentazo muy grande. Y esto es una película de grandes momentazos, la mayoría no os los quiero chafar. Así que guardaré un silencio sepulcral esperando que os lo paséis pirata y la disfrutéis tanto como yo.
“El hogar de Miss Peregrine para niños peculiares” se estrena en cines mañana, 30 de septiembre