María Jerez presenta en Twin Gallery “La mancha”. Una muestra individual donde los limites se embarullan, y cada ensamblaje entre lo humano, lo mineral o lo fúngico es susceptible de metamorfosear y manchar.
Bajo el paraguas de un ecosistema enigmático y complejo, María Jerez (Madrid, 1978), insiste en la perfomatividad de la relación entre lo extraño y lo ajeno. Una puesta en escena que ha contado con el apoyo y colaboración de Javi Cruz, Óscar Bueno, Anto Rodríguez, Carlos Carpintero, Javier Fernández Rubio, Antonio Peñuelas, Pablo Capitán del Río, Juan Ruiz-Rivas, Uriel Fogué y Cuqui Jerez.
Imagen superior: vista de la instalación en Twin Gallery
Una mancha es una contextura insólita, extraña, inusual. Un lugar desinhibido entre la gravedad y la levedad, lo abstracto y lo concreto, lo permanente y lo temporal.
De acuerdo con la RAE se contemplan unas cuantas acepciones que limitan el alcance de la mancha en el palabrero común. De entre los doce significados que nos da el diccionario, destacan sobre los demás, aquellos que hablan de la mancha como una marca que, – algo o alguien – realiza en un cuerpo “ensuciándolo” o “echándolo a perder”.
Dejando aparte la fascinación por la etimología, es importante entender cómo el trabajo de María Jerez en @twingallery_madrid, elabora un léxico formal para desanclarla de sus connotaciones negativas y considerarla un momento de oportunidad.
Uno. La mancha es la precuela de la pieza performativa The Stain, que María Jerez realizó de la mano de un carpintero, un panadero, un pintor, un compositor, un diseñador de luces y cinco artistas en vivo. En ese momento, la pieza afirmaba la capacidad de transformación de un espacio vivo e inestable, en una coreografía de confluencias promiscuas entre campos de conocimientos canónicamente segregados, con el objetivo de difuminar las clasificaciones rígidas de la Modernidad. Toda una declaración de concretar una realidad y abordar el rozamiento buscando algunos puntos en común entre ellas, resaltando la dualidad entre ver y percibir.
Dos. La mancha que ahora tiñe la Twin Gallery madrileña es oscilante y movediza, conserva la misma vivacidad de su predecesora.
En ella conviven cinco tipos de técnicas: la pintura, la alfarería, la confección de pan, el diseño sonoro y la iluminación, mientras – a su vez – se sigue insistiendo en la convivencia de múltiples puntos de vista y la heterogeneidad de materiales que se perturban unos a otros.
De este modo, la galería, se convierte en un ecosistema heterogéneo, donde todos y cada uno de los milímetros del espacio representan un factor de alterabilidad frente a los demás. Cualquier detalle es singular.
Las manchas son trozos de tiempo. Las manchas están ahí. Nadie las ve. La gente pasa por ellas sin verlas. Han logrado cierta invisibilidad en la percepción de las cosas, pero no hay que olvidar que no existe mancha sin el contacto con el otro.
La mancha es tan perfecta e imperfecta como todo lo demás. Es capaz de bañar todas las piezas distribuidas por el espacio expositivo, generando unas mutaciones que terminan por producir una gran intensidad. El visitante penetra en un bosque y se funde con una mancha de color que invade el espacio. En pocos instantes se habrá mimetizado con las escenas que se distribuyen en el suelo o cortan el aire del espacio. Si decide acercarse a las piezas, escuchará su respiración contenida en un hilo musical. Si opta por replegarse en sus pliegos, descubrirá que se han deslizado por debajo del umbral de visión, un utensilio de barro cocido, un pan que suena con el roce de las telas, o finalmente, un trozo de tejido rígido que esconde un gruñido. Un brioche que suda pintura y silba.
Tres. La mancha es rebeldía frente a las dimensiones, el trazado, lo específico como la construcción de una base concreta de imaginería. Tal vez, la mancha, sea la forma más directa de definir un espacio a través de la consideración de sus propios límites. O tal vez, en las superficies y deslizamientos que propone Jerez, – la mancha– siempre está condicionada por lo contingente: una extensión elástica como forma de acotar lo que ocurre (o podría ocurrir).
Con un despliegue de su innegable magia purpura, la mancha que María Jerez nos enseña, no se entiende como algo finito sino como una cosa que alcanza la superficie de otra cosa de manera inesperada, accidentada…y en la fricción, la mancha cambia la configuración de su semblante, dando lugar a nuevas orillas y lindes para modificar – con alegría – los cuerpos.
Exposición
La mancha
Hasta el 3 de julio del 2021
Twin Gallery Madrid
Calle San Hermenegildo 28