30 años después de su estreno, la apuesta de Kassovitz por adaptar “La Haine” al género musical se ha convertido en un éxito.
“La Haine”, ahora subtitulada Jusqu’ici rien n’a changé (“Hasta aquí nada ha cambiado”), vuelve a conectar con la audiencia, esta vez sobre las tablas de La Seine Musicale, antes de embarcarse en una gira por todo el país galo. El reto era ambicioso: adaptar la película La Haine (1995) al formato teatral.
¿Quién podría haber imaginado que la cruda realidad social retratada en el film de Mathieu Kassovitz se pudiera transformar en un musical sin perder su espíritu combativo?
Mathieu Kassovit. Foto Helene Pambrun
Cuando hablé por primera vez con Kassovitz el pasado febrero, el estreno aún parecía lejano y persistían muchas dudas sobre cómo sería finalmente el espectáculo. Adaptar un clásico del cine francés, con una temática tan ligada a los conflictos de la banlieue, al formato musical no era tarea fácil, y Kassovitz lo sabía.
Los cinco millones de euros invertidos en la producción de La Haine auguraban un gran despliegue de recursos, pero no garantizaban el éxito.
Tampoco lo aseguraba el incesante goteo de anuncios que revelaban la participación de algunos de los mayores talentos artísticos, escénicos y musicales de Francia. Desde JR hasta Médine, pasando por Aya Nakamura, parecía que todos estaban dispuestos a colaborar en el proyecto.
Foto Helene Pambrun
Como Kassovitz comentó en una reciente entrevista para The New York Times, la línea sobre la que caminaban era delgada: “Lo suficientemente cerca de la película original para que el público se sienta cómodo, pero lo suficientemente lejos para que no se sientan traicionados”. La dificultad inherente a lidiar con un clásico.
Muchas cosas podrían haber salido mal, pero desde el momento en que cayó el telón en la premiere y el público se puso de pie en una ovación, todos los temores se desvanecieron.
Parece haber un acuerdo general: Kassovitz ha acertado. Al éxito rotundo del estreno le ha seguido una avalancha de críticas positivas tanto en medios nacionales como internacionales. Este consenso ha sorprendido hasta al productor Farid Benlagha, quien me comenta: “Me asombra la unanimidad, es algo muy raro. Se da en todo el espectro político, desde medios de izquierda hasta de derecha…”
Hay varios elementos que explican este éxito de La Haine. En términos de producción, la adaptación es impresionante. Los amplios recursos y las posibilidades tecnológicas que ofrece La Seine Musicale han permitido a Kassovitz, codirector junto al galardonado director Serge Denoncourt, cumplir uno de sus sueños: integrar al público en la escena.
Utilizando técnicas inmersivas similares a la conocida como “producción virtual”, se sitúa al público en el lugar de la cámara, mientras los escenarios, meticulosamente digitalizados, pivotan a su alrededor, lo que permite seguir el deambular de los personajes por la ciudad.
El guión, una adaptación fiel a la historia original, también acierta.
Escenas memorables como la barbacoa o la casa de Astérix siguen ahí, aunque actualizadas con referencias contemporáneas, ¡no había móviles en 1995! El drama se entrelaza con momentos de comedia —sí, hay risas, y muchas—, y el break dance desempeña un papel crucial en la puesta en escena. Además, Kassovitz aprovecha un cameo para explicar algunos de los cabos sueltos que dejó la película original.
La música de La Haine, uno de los ejes fundamentales de esta adaptación —y una de las espinitas clavadas del director en la película original—, es sin duda uno de los puntos fuertes del show.
Doce temas de electro, rap y reggae, creados por algunos de los mayores exponentes de la escena musical francesa. La banda sonora se integra con los diálogos y refuerza cada momento clave de la obra. En apenas unos días, las canciones ya han acumulado millones de reproducciones, confirmando que el fenómeno trasciende el teatro.
Áspero mensaje político de La Haine
En su reseña para Libération, Eve Beauvellet señala cierto “buenismo” en la representación, y no le falta razón. Sin embargo, los pianos y violines, tan característicos del rap francés, junto con el énfasis en la unión y la convivencia, no ocultan el áspero mensaje político de la obra. La apelación al amor no disfraza la denuncia de la injusticia. Algo digno de elogio en un género -el musical- que no suele ser proclive al activismo.
Kassovitz, exultante, se une a actores y miembros del equipo, saltando al ritmo de “Jump Around”.
Al finalizar la presentación, el equipo confluye en el Club de la Seine Musicale, una gran sala acristalada sobre el auditorio. Al fondo un DJ pincha clásicos del rap, y Kassovitz, exultante, se une a actores y miembros del equipo, saltando al ritmo de “Jump Around”. El ambiente es el de una fiesta casera, y se respira el éxito: saben que todo ha salido bien. Kassovitz soñaba con recuperar para este espectáculo la magia de las antiguas salas de cine. Esa sensación “no pirateable” de los estrenos, y parece que lo ha logrado.
La Haine, Jusqu’ici rien n’a changé de gira
El espectáculo permanecerá unos días más en París antes de embarcarse en una gira por toda Francia. En los próximos meses, veremos cómo lo recibe el público fuera de la capital y si, al igual que la película original, logra resonar en escenarios más allá de la periferia parisina. Desde la premiere, Benlagha ha cerrado un acuerdo para producir el espectáculo en otro país. Cuando le pregunto curioso, me confirma: “Si, nos gustaría entablar conversaciones con un productor español.”
Fotos de escena: Anthony Ghnassia