En la edición de papel hemos titulado este artículo como Valencia Bestiarios Domésticos, pero en la versión online creemos que puede tener más intención de búsqueda en Google: Jóvenes estudios de arquitectura valencianos: 4 coordenadas para una geografía arquitectónica.
Identificamos en un mapa 4 puntos que nos devuelven sobre una cartografía y una geografía – la valenciana- para triangular las posiciones, actitudes y estrategias contingentes que nos plantean Crux Arquitectos, PianoPiano, Horma Estudio y Crearqció. Todas ellas, reflejan la madurez de aquellas que se revelan con una actitud consciente y crítica, pero optimista hacia un contexto en crisis continuada: Con ellas, no se trata de entender la arquitectura en términos de estilo, o de caligrafía personal, sino de entender lo que está, o pudiera estar sepultado en las distintas capas de lo construido; de los procesos y estrategias, a las variables de significado que la tensionan como solicitaciones externas.
Imágenes superiores: Primera imagen, Casa AA de Horma, Fotografía de Mariela Apollonio. Siguientes imágenes: Casa Dom de Crux Arquitectos. Fotografías de Milena Villalba
1) CRUX Arquitectos / Raquel Sola+ Alejandro Gª Pedrón
Es difícil encontrar en los últimos tiempos un uso del término “vernáculo” que no haya caído en un infumable cliché: un peligro de emular sin conocimiento ni oficio lo que ya no funciona a nuestras escalas y velocidades. La realidad es que, mientras que el término apenas ha sido revisado en el vocabulario común de los arquitectos, la presencia de una actitud que bien podría identificarse como neo-vernacular, parece ser más tangible que nunca en un conjunto importante de la arquitectura que se proyecta y construye en nuestro entorno más próximo. De este modo, la proximidad con lo vernáculo es así uno de los temas que más resalta a la vista en la práctica proyectual y discursiva de la oficina Crux arquitectos (Ra- quel Sola+ Alejandro Ga Pedrón), un tándem, enraizado en el interior del medio rural valenciano, y que representa bien una forma de hacer en el contexto actual. Es el primer joven estudio de arquitectura valenciano seleccionado en este artículo.
Crux han venido enfatizando con obras como La bodega bioclimática, La casa REI, La Bodega Dussart Pedrón, La Villa Serrano o La casa DOM – recién seleccionada para la XV BEAU (Bienal Española de Arquitectura y Urbanismo)- su atracción por incorporar y revisar las tradiciones propias, un afán por defender la identidad y herencias del entorno rural frente a la uniformidad totalizadora.
En su trabajo hay una preocupación por la recuperación de aspectos de la construcción tradicional y el interés en investigar nuestros entornos materiales, desvestirlos para posteriormente volverlos a vestir, pero esta vez primando otro tipo de relaciones y jerarquías. Manipularlos para que sean abiertos, más diversos, más contemporáneos y capaces de ofrecer una respuesta activa sobre aspectos como la inercia o la porosidad. Es ahí cuando aparece la belleza como motor de esta manipulación.
Como se entrevé en la casa DOM, su atenta visión, revela la capacidad de combinar la ligereza y la activación energética, con la artesanía y la masividad. Una ambición por generar sistemas que hibriden las lecciones de la construcción tradicional y los ensamblajes más eficaces y adaptados a las aspiraciones ecológicas y tecnológicas del presente contemporáneo. Una reivindicación que recuerda al pensamiento de arquitectas como Nerea Calvillo o Karen Barad, de que la construcción o la investigación sobre la materialidad, deben formar parte, no sólo de los programas ideológicos de una arquitectura que podríamos denominar como más autónoma u objetual, cerrada en sí misma, sin explorar su modo de actuar, sino de su capacidad de simbiosis y adaptabilidad a las nuevas demandas tipológicas y topológicas de arquitectura contemporánea.
En este sentido, la práctica que desarrolla Crux, desde sus filiaciones y afinidades menos obvias, a sus implicaciones más profundas se nutre de la relación directa con la arquitectura como oficio, condición que los convierte en una especie de techno-artesanos ocupados en devolvernos a soluciones atemporales y elásticas frente al tiempo, para albergar la esperanza en la definitiva
superación de unos estilemas convertidos en clichés sobre todo aquello que rodea a lo vernáculo.
Imágenes superiores: Casa del Cantó de PianoPiano / estudios de arquitectura valencianos. Fotografías de Milena Villalba
2) PIANOPIANO / María Grifo+María Donnini
Decía Graham Harman hace poco en la Sci-Arc angelina, que una obra de arquitectura tiene dos engranajes de relación con su tiempo: distancia y asociación, es decir, de manera implícita cada familia de arquitecturas procura conectar categorías y etiquetas del mismo modo que Instagram conecta contenidos afines mediante hashtags. Para definir un mundo coherente, cada elemento se refiere al siguiente. En este proceso, ya sea por casualidad o por diseño, opera el concepto de familiaridad.
Parece adecuado conjurar esta noción para introducir a nuestro segundo estudio de arquitectura valenciano: PianoPiano (María Grifo+María Donnini). Afincadas en Valencia, y con un inicio fundacional a través de un pequeño encargo residencial, -la suya- representa una dinámica que fija con mayor intensidad, la atención en entender que la arquitectura se vive desde dentro y se humaniza desde el interior, introduciendo el espacio y la experimentación como temas principales. En su hilo de trabajos, existe cierta familiaridad dialogante entre proyectos como La vila Barberà, La excusa para tomar el té o La casa de doce pilares, donde se encadenan una sucesión de geometrías puras y volúmenes de superficies continuas que soslayan cualquier tentación figurativa, en favor de buscar la riqueza compositiva; favoreciendo los rincones, los espacios ambiguos y las irregularidades espaciales. Su lenguaje se suma también, al de un grupo creciente de prácticas, como las de Jan De Vylder o la de Pier Vittorio Aureli; con axonometrías y dibujos en dos dimensiones que deliberadamente rechazan las técnicas de renderizado propuestas por la “generación paramétrica”. En ellas se vislumbra una recuperación de la estética preciosista de colores pasteles, tonos planos, fondos desvanecidos y elementos figurativos, dirigidas a una comunicación más didáctica y comunicativa de la vida cotidiana, sin dejar de lado, como denotan sus planimetrías, el interés por evidenciar el trabajo constructivo que subyace.
De este modo, su trabajo acumula capas de visualización o puertas de entendimiento que, por un lado, abren el espacio a nuevas interpretaciones, y por otro, y quizás esto sea lo importante, los vincula entre sí, como hilos secretos. En La casa del cantó, la última obra que han concluido, esa síntesis de lo doméstico y lo familiar parece traducirse en dislocaciones que desvelan un proceso lento y obstinado para decantar las posibilidades específicas de cada decisión de proyecto: Un volumen inserto en el umbral entre el casco antiguo y el ensanche local; la intención de aglutinar códigos compositivos de ambas urbanidades. Un cuerpo abierto al cielo que separa una vida que se desarrolla a cota de calle, entre la ambivalencia de dos patios y bajo el paraguas de una terraza cercada por una celosía cerámica. La clarividencia y la certeza de que lo más gratificante, suele esconderse, como aquí, en la cautelosa observación y captura de lo inesperado. Ellas, con su práctica conjugan una actitud desestabilizadora de las taxonomías de lo doméstico, para inventar y experimentar -piano piano – nuevas familiaridades.
Jóvenes estudios de arquitectura valencianos: 4 coordenadas para una geografía arquitectónica.
Imágenes superiores: Casa AA de Horma / estudios de arquitectura valencianos. Fotografías: Mariela Apollonio
3) HORMA / Nacho Juan+Clara Cantó+Jose Iborra
Raimund Abraham en su poema de 1972 “Los elementos de la casa”, afirma que una casa es la ligadura de elementos donde tienen por supuesto cabida los sueños, las ilusiones, la memoria, los conflictos y confrontaciones, el absurdo, la tierra, los cielos, las nubes, los ríos, el viento, el sol, las estrellas, entre muchas otras cosas.
La arquitectura del estudio de arquitectura valenciano Horma (Nacho Juan+Clara Cantó+Jose Iborra), no sólo da una idea de lo que podría significar agregar nuevos elementos al poema de Abraham, sino también por qué podría tener sentido hacerlo. Su práctica, desde el año 2012, es un diálogo extendido hasta más allá de nuestros días que funciona interpretando el contenido de una casa como una membrana permeable a los gestos del tiempo:
La representación de ese contenido implica sensibilidades primitivas derivadas de hábitos o experiencias de quienes las habitan o las habitaran, respondiendo al hecho de cómo una casa ha mutado de muchas maneras a lo largo de las últimas décadas.
Cuanto más sellada parece su arquitectura – como en la casa AA-, más diálogo permite. Cuanto más íntima y receptiva se vuelve la relación física entre el objeto arquitectónico y el sujeto que lo habita – como en las casas AC o AM-, más significado comienza a producir la primera y a alterar la conciencia de la segunda. La relación de las dos entidades también crea una condición en la que el sujeto puede liberar sus diversas funciones. El acto de separación cierra tanto al sujeto como a la arquitectura, los encierra con muros y proporciona a la arquitectura la imagen de una caja cerrada. A lo largo y ancho de la mimesis gestual que propone Horma, la arquitectura cristaliza y adquiere la imagen de una caja abierta a su contemporaneidad.
En la casa AA, la forma final, la suavidad de las curvas de su fachada y su estructura muraría interior, subrayan la dualidad de un volumen que, evita disolver los límites entre las dos formas de vida deseadas, para encontrar un contenedor único que las iguale. El proyecto propone, en su duplicidad, la coexistencia de dos formatos que permiten un estado de transición permanente: dos cuerpos que conjugan una sección inteligente donde lo básico se establece como perfectible: el primero rematado en cerámica, más telúrico en su acceso y su asentamiento; el segundo aterrizado como una especie de ovni, rematado por una alberca excavada en su terraza.
Desde una sinceridad constructiva que se va hilvanando proyecto a proyecto, el rigor en la ejecución de estos forma parte de este proceso, y como tal, no pretende una arquitectura “terminada”, sino un contenedor capaz de albergar todo aquello que uno atesora y capaz también de soportar todo lo que ha de seguir incorporando. El acierto de la arquitectura que nos propone HORMA tiene que ver, por tanto, con su capacidad de proporcionar un soporte para una vida mejor, inesperada, pero también deseada. La vocación de que las casas nunca tengan un único escenario de uso: Si la casa ha permitido una evolución permitirá otras.
Todo ello, es sólo el resultado de pequeños detalles, decisiones aparentemente ingenuas o giros inesperados que sólo emergen como resultado de un gesto. Sin gesto no habría arquitectura.
Imágenes superiores: Casa H18 Rosari 70 / estudios de arquitectura valencianos. Fotografías: Milena Villalba
4) CREARQCIÓ / Júlia Gomar Pascual +Júlia Pineda Soler +Pepe Lerma Chaqués
La arquitectura está inmersa en redes culturales y materiales que son específicas en un momento y lugar determinados. No es algo atemporal ni fácilmente explicable exclusivamente en relación con valores universales. Pues bien, desde que el 7 de diciembre de 2015, Kim Gordon, la ex componente de Sonic Youth entregaba el Premio Turner -el galardón de arte más importante del Reino Unido-, a un proyecto de regeneración urbana en Liverpool, presentado por el colectivo de arquitectas Assemble, se evidenciaba la necesidad de recuperar el valor catártico de instituir en la arquitectura un motor de conciencia social y de compromiso con el objeto arquitectónico y la comunidad a través de la acción directa. Si la arquitectura con mayúsculas y sus resultantes, se habían convertido en un abandono a los marcos de especulación, quizá el premio Turner del 2015, constató que existían una serie de prácticas comprometidas en resistir esta mercantilización, y abandonar definitivamente su torpe sumisión al modelo histórico-arquitectónico, con el fin de producir una autentica versión postcapitalista de sí misma
Con esta premisa – de Liverpool a Valencia – podríamos entrar en una discusión sobre la práctica de la cooperativa de arquitectas Crearqció (Júlia Gomar Pascual+Júlia Pineda Soler+Pepe Lerma Chaqués). Un colectivo de arquitectas que hicieron comboi en 2011, y que cuatro años más tarde, en la primavera del 2016, se erigieron como una de las primeras cooperativas de arquitectas de la ciudad de Valencia.
Como un vehículo de aspiraciones comunitarias, sentaron las bases de una serie de prácticas discursivas, críticas orientadas a la acción e investigación, ligadas a proyectos particulares sobre el entorno inmediato, el espacio público o el ámbito territorial, además de la arquitectura, como fenómeno intersubjetivo.
Una llamada actuar más allá de la mera aceptación de la heterogeneidad: Investigación, docencia, paisajes escenográficos y sonoros; redibujar e incluso cocinar las cosas vistas por Enric Miralles, investigar, publicar y exponer los modelos cooperativistas de la Valencia de los años setenta; semanas de movilidad sostenible, edusis, diseños expositivos, Fallas (en mayúsculas), planes de participación ciudadana y también vivienda, es más, mucha vivienda en los últimos tiempos.
Ahora, la casa por decirlo de alguna manera ha sido reconvertida en una tecnología a través de la cual ensayar y poner en práctica lo democrático. HO2 Anna i Abel, su primer proyecto, H14 Fran, su primera obra acabada, o H18 Rosari 70 en colaboración con Manu Sánchez, se han convertido en un campo de pruebas para una topología más complicada de lo privado y lo público, lo doméstico y lo urbano, la exclusión y hospitalidad; un lugar para sacudir una letanía de oposiciones convencionales y reducir tales distinciones otros resultados políticos.
Con ellas, y de la mano de Felicity D. Scott termina esta caligrafía. Aquí me encuentro ante preguntas que, desde hace tiempo salen al encuentro de todas las representadas en este itinerario:
¿Cómo contribuye y cómo debería contribuir la arquitectura, como una disciplina, un discurso y una profesión, a ensanchar el campo de las luchas sociales contemporáneas? ¿Cómo puede participar en los debates en curso sobre las formas radicales de democracia? ¿En qué registro o a través de qué posiciones, interfaces, herramientas críticas, infraestructuras mediático-técnicas, estrategias políticas, programas sociales y formas de expresión podría buscarlo? ¿Qué tipo de fallas se producen en este cuestionamiento?
Por el momento, lo dejaremos en que la arquitectura atrae a un nudo de relaciones que sólo se convierten en reales en interacción con los demás.