Izaskun Chinchilla, impulsada por la crisis sanitaria, publica La ciudad de los cuidados. Un ensayo en el que la arquitecta, comprometida con la relación entre el usuario y la ciudad, indaga en las opciones que nos ofrecería la urbe si dejásemos de verla como un sistema de actividades meramente productivo.
La arquitecta Izaskun Chinchilla (Madrid, 1975) confía en que la ciudad de los cuidados está a nuestro alcance, “a la vuelta de la esquina” como ella dice. Basta ya de premiar o publicar edificios únicamente por su forma o materialidad. El objetivo de la arquitectura, a los ojos de la autora, debería ser generar una experiencia de usuario satisfactoria. Una ciudad que parta de una evaluación de sus propias condiciones, que se nutra del compromiso ciudadano. “Hay que empezar a ser voces conscientes, analíticas, evaluadoras y también políticamente activas del entorno construido en el que vivimos”. Izaskun Chinchilla publica un libro que es, por fin, un soplo de aire fresco al discurso arquitectónico. Nosotros, hablamos con ella.
Foto superior: Izaskun Chinchilla, La Ciudad de los Cuidados: Proyecto Cycling to School. Talleres en Camden District. Actividad con maquetas. ©Izaskun Chinchilla Architects.
Imagen superior: Izaskun Chinchilla, La Ciudad de los Cuidados: Proyecto Cycling to School. Talleres en Camden District. Actividad con maquetas. ©Izaskun Chinchilla Architects.
¿Ha evidenciado la crisis sanitaria que nuestras ciudades están a la intemperie? Yo creo que más bien ha evidenciado que nuestros cuerpos están a la intemperie. La diversidad de cuerpos en la ciudad es altísima y, sin embargo, nuestra manera de pautar el uso de la ciudad tiene muy poco en cuenta esa diversidad.
Hay muy poca protección a ese cuerpo físico frente a la cantidad de atención que se presta al cuerpo legal y productivo del ciudadano. Se ha dado prioridad a esos aspectos productivos frente a lo que el urbanismo de género previo llamaba “aspectos reproductivos”. No porque tuvieran que ver con la reproducción humana, sino porque tienen que ver con lo biológico, con la sostenibilidad, con la biodiversidad o con todo aquello que no suponga una actividad económica directa.
A los ciudadanos, digamos, se nos ha definido por esta única dimensión productiva. La pandemia nos ha hecho ver que tenemos que atender a una multi-dimensionalidad.
Imagen superior: Izaskun Chinchilla, La Ciudad de los Cuidados: Proyecto Cycling to School. Talleres en Camden District. Actividad con maquetas. ©Izaskun Chinchilla Architects.
Defiendes que “la ciudad resiliente es aquella que evalúa, planea y actúa para preparar y responder a todo tipo de obstáculos, ya sean repentinos o que surjan lentamente, esperados o inesperados” ¿Hay alguna ciudad, actual o de otro momento histórico, que consideres resiliente? La ciudad mediterránea, que es un modelo al que yo alabo en muchas ocasiones, es un modelo de ciudad resiliente. Era una ciudad continua, no encontrábamos en ella grandes autopistas, grandes espacios que no pudiéramos transitar peatonalmente o grandes obstáculos geográficos. Simplemente ser capaz de andar te asegura prácticamente recorrerla entera. Era una ciudad muy compacta con una alta densidad. Los usos se mezclaban mucho y eso también es muy importante para el concepto del urbanismo de los 15 minutos (en 15 minutos tenemos todo lo necesario que usamos de forma habitual en una semana). Y, por último, eran ciudades donde había un entramado de espacios públicos muy bien conectados entre sí, generosos y bien dimensionados…
Además, desde el punto de vista de la emergencia climática, son especialmente benignas. Nos hace darnos cuenta de algo muy importante: la ciudad de los cuidados está a nuestro alcance.
Izaskun Chinchilla, La Ciudad de los Cuidados: Proyecto Monumento a los Caídos (Pamplona). Axonométrica del conjunto. ©Izaskun Chinchilla Architects.
En La Ciudad de los Cuidados hablas de la diferencia entre participación y compromiso. ¿Cómo otorgar ese empoderamiento a los ciudadanos y de la forma más equitativa posible? El compromiso ciudadano establece una pequeña diferencia con la participación ciudadana. Tiene que haber un doble proceso de empoderamiento tanto por parte del ciudadano participante, como de los técnicos investigadores que participan en el proyecto de compromiso ciudadano.
Por parte de los ciudadanos tiene que haber una adquisición activa de herramientas que le permitan comprender mejor sus necesidades (las necesidades que uno tiene en la ciudad no son fáciles de analizar) y, además, defenderlas e implementarlas en futuras decisiones con mejores elementos de juicio.
Por otra parte, los técnicos participantes no deben utilizar el conocimiento que ya poseían, sino construir junto con la ciudadanía un conocimiento empírico vinculado al proyecto. El compromiso ciudadano va en los dos sentidos, el que alimenta la ciudadanía y el que alimentan los técnicos.
Izaskun Chinchilla, La Ciudad de los Cuidados: PFC. Póster de especies artificiales del Parque del Retiro. ©Izaskun Chinchilla Moreno.
Esta equidad es solo posible si un grupo reducido (pero poderoso) de la ciudad pierde algunos privilegios… Yo creo que es muy peligroso que las instituciones, los técnicos municipales o los planificadores ejerzan un proceso de toma de decisión por los cuales se agregan estilos de vida deseables y no deseables. Cuando nos planteamos que un grupo pequeño tiene que perder privilegios, parece que estamos hablando de los privilegiados. Yo diría pues sí o no, pero no por un motivo ideológico sino por un motivo táctico.
Yo creo que las buenas acciones sobre el espacio urbano tienen que partir siempre de la evaluación de las condiciones que tenemos en cada ciudad. Evidentemente, muchas veces ese es el diagnóstico: para que una parte importante de la población mejore sus condiciones, hay otra parte que quizás debe renunciar a algunos privilegios. Pero quiero insistir en que no es una cuestión ideológica, sino que tiene que ver con una cuestión devaluadora y que tiene que ser aplicada en cada uno de los casos de forma concreta.
Izaskun Chinchilla, La Ciudad de los Cuidados: Bulevar de Ensanche Vallecas. Descripción de canales paisajísticos. ©Izaskun Chinchilla Architects.
Izaskun Chinchilla, La Ciudad de los Cuidados: Bulevar de Ensanche Vallecas. Fragmento de planta general. ©Izaskun Chinchilla Architects.
La experiencia de usuario es crucial para testar la funcionalidad de nuestros espacios y, sin embargo, en las escuelas de arquitectura prima la forma… La mayoría de las escuelas o currículums están formados por asignaturas como geometría descriptiva, análisis de formas, composición, construcción, estructuras… se orientan a dar forma al edificio y a construirlo. A dotarlo de materialidad. En la mayoría de los currículums, pienso en el mío en el que estudié 38 asignaturas en la ETSAM, no había ninguna asignatura que tuviera que ver con la experiencia de usuario. Ni a nivel individual (psicología, psicología de la percepción), ni a nivel colectivo. Una asignatura sobre sociología, sobre apropiación, participación… ninguna de esas asignaturas existe en las escuelas españolas.
Si desde la formación nuestra impresión es que el objeto último de la arquitectura es darle forma al edificio, es muy fácil que dejemos de lado lo que para mí es el objetivo fundamental de la arquitectura: generar una experiencia de usuario satisfactoria.
¿El arquitecto se preocuparía más por el individuo y el constructo social si los premios, publicaciones y festivales se basasen en la percepción del usuario en lugar de galardonar las formas? Estamos hartos de ver premios de arquitectura que premian la pureza geométrica, la blancura, la sencillez, la entrada de la luz natural. Incluso factores que pueden parecen más complejos como la buena integración en el entorno, se suelen premiar por características puramente geométricas. Vemos muy poco discurso arquitectónico y muy poca evaluación, que esta para mí es la palabra clave.
Lo que cualquier juicio de valor sobre la arquitectura debería buscar es verificar que una serie de objetivos medioambientales, sociales, psicológicos y económicos se han llevado a cabo en lo que yo llamaría la exploración post-ocupacional. A mí me encantaría que hubiera revistas y premios de arquitectura que evaluaran, investigaran y entrevistaran en profundidad a los usuarios, que dieran premios a través de una evaluación relativamente objetiva. Ni los premios, ni las revistas parecen dispuestos a hacerlo. Sin ese esfuerzo evaluador, todas las entidades que se orientan a la calidad de la arquitectura hacen un trabajo bastante vacuo.
Izaskun Chinchilla, La Ciudad de los Cuidados: Proyecto Hogar sin Casa. Alzado estancia al aire libre. ©Izaskun Chinchilla Architects.
Las actividades empiezan y terminan en un espacio determinado y concreto de la urbe. La ciudad y por lo tanto las prácticas de los ciudadanos se segregan y se sectorizan por barrios o distritos. ¿Es esto una forma de manipular los hábitos de las personas para que desarrollen unos rasgos determinados según su perfil social y económico? Pongo siempre un ejemplo muy tonto que es desayunar en la calle. Muchísimas veces salimos de casa y nos llevamos un plátano, un sándwich o unos frutos secos. Compras una cosa para llevar, comes algo por la calle, te montas en el metro, terminas tu bebida, y al llegar a tu oficina te limpias en el baño.
Una actividad sucede transversalmente a esos límites estrictos que se supone que fija el urbanismo y la arquitectura. Eso sucede en la ciudad de una manera permanente, y es una práctica social que está por encima de los límites arquitectónicos. La arquitectura no tiene la capacidad de manipular al ciudadano porque las prácticas sociales sistemáticamente se extienden por encima de los límites y normas que establecemos los arquitectos y los urbanistas. Lo que no hacemos es apoyar y hacer más confortable y adecuada toda esa transición.
Hay un texto muy clásico “Espacio entre edificios” del libro de Jan Gehl, del que también hago referencia en “La ciudad de los cuidados”, que habla sobre cómo los arquitectos se preocupan y obsesionan por lo que sucede en el límite de sus edificios cuando en realidad es mucho más importante, o al menos igual, lo que sucede entre los edificios.
Izaskun Chinchilla, La Ciudad de los Cuidados: Proyecto Hogar sin Casa. Axonométrica carro a la sombra. ©Izaskun Chinchilla Architects.
No vimos venir el virus ni aun cuando Italia estaba ya confinada. ¿Cómo nos convencemos de la gravedad de los efectos del cambio climático? Parece mentira que, con todas las evidencias que hay, la reacción sea tan lenta, tímida y tibia, pero no creo que sea inexistente. El Protocolo de Kyoto o los acuerdos de París son grandísimos hitos que no podemos olvidar.
Hay que reclamar mucho la acción colectiva y la acción gubernamental. Una respuesta que no deje toda la responsabilidad al ciudadano. El civismo individual es importante, pero su eficacia no tiene nada que ver con las situaciones en las que está orquestado colectivamente.
Las profesiones son colectivos que forman un importante pilar dentro del capital social de cada sociedad y tienen esa capacidad de organización colectiva. Lo que hay que tener es compromiso. Ese juramento hipocrático que se demandaba antes a los médicos, deberían adscribirlo todas las profesiones en el sentido de la sostenibilidad y la emergencia climática.
Izaskun Chinchilla, La Ciudad de los Cuidados: Proyecto Europan Santiago. Detalle de planta general. ©Izaskun Chinchilla Architects.
El virus parecía la oportunidad perfecta para replantearnos nuestras ciudades. Nos olvidamos del cambio climático y nos limitamos a plantear situaciones que mantuviesen la distancia de seguridad y que garantizasen la higiene. El discurso se simplificó y nos quedamos en la superficie del problema… Eso es un poco el impulso que me movió a publicar el libro. Prevenir futuras pandemias de este tipo está complemente alineado con las necesidades que tienen que ver con atajar la emergencia climática. Son necesidades convergentes. El dejar de cuidar y de tutelar la salud pública, el dejar de tutelar el medio ambiente generará pérdidas a los ciudadanos y a las empresas muy cuantiosas. Tenemos que entender que la promoción de la biodiversidad es la mejor prevención contra la Covid y contra el cambio climático.
Izaskun Chinchilla, La Ciudad de los Cuidados: Proyecto Europan Santiago. Axonométricas. ©Izaskun Chinchilla Architects.
Izaskun Chinchilla menciona a Bruno Latour y a su idea de que los objetos materiales, quizás incluso más que las ideologías, condicionan nuestros modos de actuación. ¿Cómo salimos de ese estado somnoliento y empezamos a cuestionarnos el significado político que está detrás de estos elementos? De nuevo, creo que los técnicos y las profesiones tienen un papel muy importante en ese juramento hipocrático del que hablábamos. Tener unas mentes críticas, hablar de forma consciente y divulgativa a la población. Contarles a las personas qué efectos tiene el predominio del vehículo en el espacio publico, qué efectos tiene la zonificación en la ciudad o qué efectos tiene que todas las viviendas públicas se organicen en ámbitos acotados geográficamente produciendo una suerte de gueto.
Son esas políticas de los objetos que no hemos votado y que no somos conscientes de haber elegido. ¿Qué podemos hacer? Desde mi punto de vista, creo que este tipo de escritos, el libro, despierta las consciencias. Es tarea de los profesionales y de la academia. Las universidades deben de despertarse también de ese estado somnoliento de composición geométrica. Empezar a ser voces conscientes, analíticas, evaluadoras y también políticamente activas del entorno construido en el que vivimos.
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