Tas Careaga buscaba un nuevo espacio para vivir: un caserío, una casa torre, algo con jardín… La búsqueda terminó cuando a través de un portal inmobiliario vio un anuncio que ofrecía un “terreno con edificación en ruinas a media hora de Bilbao”. En la fotografía aparecía una iglesia medio destruida. No dudó ni un momento en coger el teléfono y preguntar por el anuncio. Esa iglesia en ruinas terminaría siendo su casa: La Iglesia de Tas.
La intervención se realizó sobre una pequeña iglesia; poco más que una ermita, construida durante la segunda mitad del siglo XVI, que sufrió una importante remodelación en términos neoclásicos a finales del siglo XVIII. En aquel entonces, se aumentó su altura y se añadió, entre otras cosas, un campanario y un abrevadero.
Cuando Tas la compró, la iglesia se encontraba con la cubierta hundida y serios problemas estructurales. En todo momento, se priorizó la idea de intervenir de la manera más sensible posible, tocando la iglesia solamente cuando no existiera otra alternativa, entendiendo la actuación como un elemento ajeno implantado dentro de una ruina.
Imagen de encabezado: Fotografía de Tas Careaga
Acceso al nivel superior e imagen del ábside. Fotografía: Nerea Moreno.
Tas entiende su paso por la iglesia como un capítulo más en la vida de la centenaria construcción. Su paso, supone también una nueva mutación física. Las primeras fases de esta mutación fueron una rehabilitación necesaria de la estructura existente y la construcción de una nueva cubierta. Después, con la ayuda de los arquitectos Garmendia Cordero Arquitectos, se creó una estructura de madera, un parásito, casi un ejercicio de mobiliario, con el único objetivo de facilitar la vida en el espacio pero sin gran pretensión arquitectónica. De esta forma, el edificio construido en el siglo XVI parece que sigue vivo. Incluso en las fotos de diferentes épocas desde que Tas vive en la casa, vemos cómo la iglesia está en constante transformación.
Imágenes del dormitorio. Fotografía: Nerea Moreno
La intervención en la iglesia de Tas podría entenderse como un acto político; un movimiento sin muchos precedentes en nuestro país pero que marca un punto de partida para nuevas opciones de vivienda. “En España no hay muchos proyectos de este tipo. Sin embargo, en el resto del mundo es mucho más fácil ver espacios “sagrados” reconvertidos. Creo que hay una necesidad de que las instituciones abran la mente. Hay miles de espacios no destinados a vivienda (locales comerciales, industriales, religiosos…) abandonados que necesitan una nueva vida. Normalmente son espacios construidos a conciencia, con unas calidades brutales y muchas veces se derriban para construir edificaciones de calidad inferior… con el coste económico y medioambiental que eso conlleva. Creo que tenemos que aprender de otras sociedades y ver la vivienda con otros ojos. El mundo ha cambiado mucho en el último siglo y las viviendas, por lo menos en España, siguen siendo iguales” comenta Tas.
Vistas privilegiadas a la naturaleza desde la Iglesia de Tas. Fotografía: Nerea Moreno.
Se ve que es un espacio vivido; un espacio ocupado sin complejos ni pretensiones. Parece que la idea no es conseguir una estética concreta sino vivir cada rincón. Como consecuencia, se ha generado esta esta imagen tan peculiar. “Es un espacio adaptado a mis necesidades. Me gusta invitar a mi gente a casa, compartir con ellos el espacio y el momento… Este hecho, puede que sea el que más haya definido el resultado final de la casa. En cuanto al mobiliario, hay muchas piezas con valor personal que se han movido conmigo de una casa a otra. Desde una mesa de mármol comprada hace 35 años por mi tía en Roche Bobois, hasta unos muebles que hizo mi tatarabuela para su casa de Cuba hace 150 años… Hay otras piezas que he hecho yo mismo, como la mesa del salón o los bancos y mesa de comedor que están hechas con vigas estructurales que me sobraron de la cubierta.”
Imagen general de la Iglesia de Tas. Fotografía: Nerea Moreno.
Después de varios años habitando la iglesia, Tas ha normalizado la idea. Sin embargo, para los que la visitamos por primera vez, la imagen impacta. “Mi amigo y arquitecto Carlos Garmendia (que estuvo, de principio a fin involucrado en el proyecto) suele decir: Tas, nosotros ya nos hemos acostumbrado, pero ¿eres consciente de que estamos comiendo en una maldita iglesia? Y sí, de vez en cuando miro a mi alrededor y sigo sorprendiéndome.”
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Iglesia de Tas
Arquitectura: Garmendia&Cordero Arquitectos
Promotor: Tas Careaga
Fotografía: Nerea Moreno
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En venta en Idealista por 1.600.000 €