La fiebre de los mercadillos, ya sean de segunda mano, de antigüedades, de artesanía, de comida, de diseñadores… está haciendo temblar el concepto, ¿o no?
Había una vez, antes de que viviéramos inmersos en la globalización, en que viajar a otras ciudades del mundo, véase Londres como principal ejemplo, te permitía visitar mercadillos de fin de semana donde uno esperaba encontrar joyas o gangas ocultas, y, sobre todo, diferentes, por aquello de provenir de un país distinto al nuestro. Portobello y Candem Town a la cabeza recibían, y siguen recibiendo, miles de turistas cada fin de semana, aunque ahora mismo esos son ya los mercadillos más mainstream de Londres, ciudad donde puedes encontrar muchísimas otras opciones en cuanto a mercadillos callejeros se refiere. En Madrid, sin ir más lejos, también tenemos nuestro Rastro, que sigue ahí a pesar de algunas iniciativas que lo podían haber hecho peligrar como aquella idea de Gallardón con la que proponía llevar los puestos a concurso público. Idea buena o mala, según cómo se mire. El caso, es, más allá de estos grandes mercados callejeros, que llevamos unos años asistiendo a la proliferación de mercadillos de todo tipo por muchas ciudades de nuestra geografía, muchos de ellos abanderados de la fiebre handmade y de esos diseñadores que ven esta opción como un medio rápido de llegar a posibles clientes. En la mayoría de los casos se trata de pequeños emprendedores que no tienen dinero para invertir en distribución, marketing, publicidad… y todas esas cosas que al final son muchas veces más importantes que el producto en sí. Por todo ello, el mercadillo supone, o suponía, para los diseñadores una buena opción a la hora de poder vender y dar a conocer sus productos.
Con esa intención surgieron mercadillos como Festivalet en Barcelona, o el más reciente Palo Alto Market también en la capital condal, Mercado de Diseño, Motores o Nómada Market en Madrid, o el LabShop de Gijón. Eventos que empezaron recibiendo miles de visitantes y que a día de hoy ven mermada, en muchos casos, la afluencia de público. Aunque no se puede generalizar. Festivalet, por ejemplo, sigue siendo uno de esos festivales que tiene el éxito asegurado. ¿Las claves? Que solo se celebra una vez al año, en Navidad, y que la selección de los diseñadores es buena y coherente. Motores, que vio peligrar su continuación hace unos meses por temas de licencias, también ha encontrado ya su sitio en el panorama urbano porque cuenta con dos grandes bazas: el sitio donde se celebra, el Museo del Ferrocarril, que con mercado o sin él bien merece una visita, y su amplia oferta gastronómica. Comprar no compraremos, pero beber y comer, eso sí, que no falte.
Estos mercadillos que podríamos llamar ya veteranos, iniciaron lo que ha sido una verdadera fiebre “market” con citas que reclaman al consumidor prácticamente todo los fines de semana del año. Y es que, para el que organiza el evento, el asunto es bastante rentable… Los diseñadores pueden pagar entre 50 euros de un mercadillo pequeño de un solo día, hasta 350 por un fin de semana, o bastante más (puede llegar a los 1.000 euros), si el mercadillo dura varios días, si se celebra en algún sitio exclusivo… Pero por muchos días que sean y por muy exclusivo del lugar, nadie asegura que el diseñador recupere o supere el coste del stand en ventas. El público está saturado de encontrarse un mercadillo a cada paso, y lo que antes creaba expectación ahora ya resulta algo cansino. Así que los diseñadores ya se lo piensan mucho antes de pagar un puesto en un mercadillo y los organizadores están empezando a ver cómo tiembla bajo sus pies “la gallina de los huevos de oro”. Por no hablar de temas legales… ya han empezado a aparecer inspectores en los mercadillos pidiendo papeles a los diseñadores. Y que sí, que hacienda somos todos y hay que pagar impuestos, pero hasta que los autónomos en este país no tengan unas cuotas justas, acorde con sus ingresos, difícil lo de hacer las cosas legalmente. ¿La solución? No sé. Aunque yo tengo una bonita idea. Utilizar edificios céntricos, de esos que hay abandonados por cientos en nuestras ciudades, y recuperarlos para talleres artesanos, lugares donde el diseñador pueda trabajar y al mismo tiempo exponer y vender sus creaciones al público, el cual puede además ver en vivo y en directo cómo se fabrica el producto que se va a llevar a casa. Todo muy legal, claro, pagando un alquiler justo. Sería además un gran reclamo turístico y una forma de incentivar el diseño Made in Spain. Se lo voy a proponer a Manuela Carmena a ver…
Dicho lo cual, aquí unas cuantas citas para septiembre:
Mercado de Diseño. 5 y 6 de septiembre. Matadero (Madrid)
Palo Alto Market (Foto Inicio). 5 y 6 de septiembre. Carrer dels Pellaires, 30 (Barcelona)
Mercado de Motores. 12 y 13 de septiembre. Museo del Ferrocarril (Madrid)
Ciento y Pico Market. 25, 26 y 27 de septiembre. Velarde, 14 (Madrid)