La cantautora está de vuelta con “Resolutions”, un disco que no deja indiferente.
Cuando las ondas de la radio nacional emitían por primera vez el sencillo What will you dream, pocos creyeron que su autora era la misma Alondra Bentley que conquistó a propios y extraños con su dulce folk hace ya unos cuantos años. No es que el locutor de turno careciera de credibilidad, es que el sonido de la canción distaba mucho de lo mostrado por la anglo-española hasta entonces. Con la llegada del disco completo, “Resolutions” (Gran Derby Records, 2015), la sorpresa fue mayúscula: diez canciones de pop magistral que dejaban ver un amplio torrente de influencias y que confirmaban la explosión de un talento que hasta entonces no había aflorado en su totalidad.
Ecos de Fleetwood Mac, de Julia Holter, Kate Bush y hasta Lana del Rey resuenan en cada uno de los cortes del álbum, en una mezcla de tradición y modernidad que funciona a la perfección. Detrás de todo esto, el productor Matthew E. White -autor del sobresaliente “Big Inner”-, que junto con su colectivo de músicos Spacebomb acogió a Alondra en su hogar de Richmond para dar forma a un conjunto sin fisuras.
Entre tés y cocacolas hablamos con Alondra sobre el gran paso que ha dado con este disco, cómo se ha llegado a él y hacia dónde va ahora.
“Resolutions” es el disco más diferente de tu carrera, con un cambio de sonido y de enfoque radical. ¿Cómo llega la Alondra de “The Garden Room” hasta aquí.
En realidad creo que es la misma Alondra, solo que poco a poco vas encontrando cómo expresar mejor lo que quieres. Piensa que yo hago las canciones con voz y guitarra y luego pienso en los arreglos y qué va a pasar con las canciones. Cuando no eres tan experto, como en el primer disco, tienes menos dominio sobre eso; en el segundo ya un poquito más y así. Creo que hasta ahora no me había encontrado totalmente poseedora de hacia dónde lo quería dirigir y poderlo hacer exactamente como lo tenía en la cabeza. Con este disco he conseguido explicar mucho mejor lo que quería que antes.
El propio título parece indicar que este disco es un golpe en la mesa, una manera de decir: así soy ahora, le guste a quién le guste.
Sí, es una buena manera de interpretarlo, porque de hecho, hablando con Matthew E. White, me decía: “si yo fuera tu me cambiaba el nombre y me llamaría solo Alondra, porque es como el principio de una carrera. Si no te encontrabas a ti misma con los discos anteriores cámbialo”. Pero bueno, tampoco es eso. Porque no es que no me identifique con los discos anteriores, por supuesto que si, lo que pasa es que aquí he estado un poquito más satisfecha con el resultado.
¿Y tus seguidores, cómo han recibido este cambio?
¡Muy bien! Al fin y al cabo, si prefieres un sonido un poquito más folk, menos a banda y menos luminoso, como es “Resolutions”, esos discos siguen estando ahí. Y en todo caso todas las reacciones que me han llegado han sido positivas. Yo creo que lo obvio es evolucionar, desde luego es mucho mejor que seguir haciendo siempre lo mismo.
Una de las canciones, Remedy, hablas de atreverse a dar saltos sin red sin miedo a caer. ¿Es este disco un salto sin red?
Veo que has encontrado el subtexto en las letras (risas). Sí, realmente nunca pienso qué va a pensar la gente cuando estoy escribiendo canciones, ni pensando qué es lo que quiero hacer. Por suerte creo que el proyecto no tiene unas expectativas gigantes, como puede tener un proyecto con millones de seguidores. Siempre me siento muy libre a la hora de componer y nunca reparo en qué va a pensar la gente, cómo van a reaccionar. Luego ya pasa lo que pasa, les gusta o no, pero no es una cosa que tenga en cuenta.
La manera de componer estas canciones, de idearlas, ¿cuál ha sido el mayor reto al que te has enfrentado?
Es complicado. Cuando pienso cómo va a ser cada canción y me empiezo a imaginar hacia dónde va a ir siempre me imagino resultados o destinos muy distintos. Yo creo que “Resolutions” es un disco muy ecléctico y bebe de influencias y de sonidos muy distintos según qué canción. Pero a pesar de eso lo que me gusta es buscar una coherencia para que tenga el disco tenga un sentido global, y eso es difícil. Pero creo que se ha conseguido muy bien. Una de las cosas que me llamó mucho la atención de Spacebomb y de Matthew es que tienen un alma muy clásica pero sus discos no suenan retro, sino contemporáneos, actuales. Eso es una cosa que a mi me gusta mucho y que quería buscar para el disco. Y luego, aparte de que la grabación ya se hizo pensando en esto, el que lo ha mezclado, que ha sido Carasueño -que es de la casa, de confianza absoluta- le da un matiz más etéreo a las canciones y más coherencia. Todo ese tipo de cosas ayudan mucho, a pesar de que hagas canciones con estilos distintos o que te imaginas cierto eclecticismo dentro del disco.
En efecto, el eclecticismo define muy bien el disco, aunque en cuanto a influencias, la década de los 70 parece destacar por encima de todo, especialmente Fleetwood Mac.
En realidad, si miro mi colección de discos tengo muchísima más música de los 70 para atrás que actual. Tengo muchísima música actual también, y hay muchísimas referencias actuales, pero sí, hay muchas influencias de esa época, me gusta mucho.
En cuanto a las referencias actuales, hay ciertos arreglos de cuerda, como los de Effort and joy o Sweet Susie, y ciertas modulaciones de la voz que tienen muchos paralelismos con el trabajo de Lana del Rey.
Pues no he escuchado el último disco de Lana del Rey, pero lo voy a escuchar. Antes de la grabación estuve intercambiando influencias y referencias con Matthew para que supiéramos muy bien hacia dónde queríamos ir con las canciones, y una de ella era Frank Ocean, que también tiene unos arreglos de cuerda como un poquito rompedores. Así que sí, también están esas influencias muy contemporáneas.
Uno de los aspectos de este disco que más está dando que hablar es la producción de Matthew E. White y el trabajo con el colectivo Spacebomb. ¿Cómo llegas a trabajar con él?
Matthew vino a España a presentar “Big Inner” y tocó en el Torgal, en Orense, que es un sitio al que vamos muchísimo. Yo subí a telonearle, más que nada por conocerle, porque había encontrado dentro del vinilo de “Big Inner” una carta muy cálida, diciendo que en Richmond había una comunidad de músicos que se llamaba Spacebomb y que estaban intentando generar un mundo de músicos, algo así. Yo lo interpreté como una invitación abierta a ir (risas). Cuando coincidí con él en el Torgal le pregunté si producía más gente, porque en ese momento no había producido a nadie. Había hecho el disco de Natalie Prass, pero todavía no había salido, no se estaba hablando de ello. Cuando se lo pregunté me dijo: “es justo lo que queremos hacer con Spacebomb”. Le gustó mucho el concierto y me abrió no sólo las puerta de Spacebomb, sino de su casa. Me invitaron allí, donde vivían todos juntos y me fui. Utilicé toda su banda, y de hecho fui la primera artista de fuera del núcleo en ir a grabar con ellos. Fue muy chulo porque supongo que eso hizo que estuvieran más implicados que nunca, porque desde luego la sensación con ellos era de implicación total, como si fuera su propio proyecto.
¿Llegaste a Richmond con las ideas claras o hubo espacio para la experimentación? Porque el disco está lleno de infinidad de sonidos, texturas y efectos muy diversos.
Hubo espacio para experimentar. De hecho es muy curioso que los músicos no habían escuchado las canciones. Las había escuchado Matthew, yo había estado hablando con él y pensé que ya estaba todo claro. Habíamos hecho una labor previa verbal súper extensa, pero cuando llegué al estudio, dijeron: “bueno, Alondra, toca tu canción”. La toqué y empezamos a grabar: bajo, batería, cada uno a su sitio, todos en directo. Hicimos tres o cuatro tomas de cada cosa, les explicamos previamente hacia dónde queríamos que fuera la canción y ellos metieron esa información es su cerebro, la tramitaron y así salieron todas las canciones, de manera muy espontánea. Es que son músicos increíbles, que tienen una experiencia y una rapidez alucinantes.
¿Cuánto duró la grabación?
Unos ocho días, o así. Iba a ser un poquito más, pero lo terminamos muy rápido y estuvimos tocando en Richmond. Muy guay.
En Remedy dices que te sientes mejor ahora que hace unos años. ¿Estás en ese momento de la vida en el que uno piensa “estoy mejor que nunca”
Sí. Es que en el último año, un poquito más tal vez, he sentido como mucha claridad emocional, que era una cosa que no tenía. Y eso ha hecho que sepa explicar mejor las cosas en las canciones, he tenido ideas y sentimientos más claros, más contundentes. Yo creo que eso es bueno. Desde luego no es tan agotador como divagar.
En Effort and joy también menciones que a veces no hay que hacer lo que se supone que tenemos que hacer. ¿Estás en ese momento en el que no te importa para nada lo que digan los demás?
Effort and joy es como se iba a llamar el disco al principio. De hecho, en todas mis carpetas de ordenador pone Effort and joy, porque el disco lo he hecho en un momento de mucho cansancio físico, de mucho esfuerzo, de trabajar mucho, de combinar la carrera de músico con la faceta de profesor, de hacer cosas con niños. Así que físicamente he estado muy cansada, pero eso también me ha ayudado un poco a esa claridad mental que decía antes. También me ha hecho sentirme más contenta y más satisfecha con las cosas, y eso es de lo que habla la canción. También está el problema gigante, que le pasaba a mi madre, de no tener tiempo para todo. Mi madre era pintora, pero tenía que hacer otras cosas para sobrevivir, entonces siempre decía: “no consigo hacer lo que realmente quiero hacer, acabo posponiendo lo que es realmente importante para mi”, y eso es una idea que ha estado muy presente en el disco: el tiempo, lo difícil que es organizarlo, lo difícil que es conseguir hacer lo que quieres hacer con las dificultades de la vida cotidiana, de las logísticas varias. El disco también habla un poco de eso.
Hablando de tu madre, la canción de Sweet Susie es por ella, ¿no?
De hecho en todos los discos siempre hay una canción o más sobre mi madre, o sobre circunstancias relacionadas con ella. Por ejemplo, en When I get back home hay directamente una frase suya, que siempre decía; “nunca consigo hacer lo que realmente quiero hacer con el tiempo que tengo”, y la letra dice “mi madre me solía decir esto”. Es un personaje muy influyente para mi. Todas las madres lo son, pero en mi caso es que además vitalmente me identifico con un montón de cosas que le pasaban a ella.
The news es una canción que transmite mucha tristeza, expresa muy bien lo que muchos sentimos al ver el sufrimiento de tanta gente. ¿Has considerado necesario expresarlo en una canción?
En realidad el tema es inevitable, porque a todos nos pasa lo de estar en tu casa haciendo tu vida, recibir todo el rato información sobre cosas que están pasando y no tener más remedio que ignorarlo un poco, porque si no no puedes seguir con tu vida. Pero son sensaciones que a todos nos pasan y que son duras, porque es a diario. Es otro de los temas que no podía apartar. Si ya lo ignoro todos los días sistemáticamente hasta cierto punto, era inevitable que saliera el tema en una canción.
Háblame de la canción que cierra el disco, Water. Creo que es la primera vez que se escribe una oda al agua de esa manera tan delicada. ¿De dónde surge la idea de esa canción?
La idea me surgió hace por lo menos diez años. Hace mucho tiempo trabajé en un centro de documentación de arte contemporáneo y entrevisté a Marina Abramovic. Ella estaba hablando de cómo en la vida moderna das cosas por sentado, como por ejemplo llegar a tu casa, abrir el grifo y que tengas agua fría y caliente. Esto se quedó retumbando en mi cabeza, y siempre he querido hacerle una canción de amor al agua, porque sí. Es que realmente somos agua, vivimos gracias a ella, es lo que nos forma, y es ese tipo de cosas en las que no pensamos nunca y están siempre ahí. Entonces dije, ha llegado el momento de hacerle una canción.
Mientras me documentaba para preparar la entrevista, me he topado con que se te incluye dentro de eso que la prensa bautizamos como “la generación de chicas con guitarra”, esa explosión de cantautoras folk que surgió allá por 2008, con Russian Red, Anni B Sweet, Zahara. Después de todos estos años, ¿crees que hubo algún motivo generacional por el que se produjo esto o fue algo que los medios crearon a propósito?
Creo que un poco de todo. El tema principal es la visibilidad, porque la prensa tiene la capacidad de relacionar cosas que no tienen por qué tener una relación. Quizás también algo generacional, porque globalmente hubo un boom de nuevo folk. Supongo que es un poquito de todo lo que has dicho. Pero yo creo que conforme han pasado los años y las carreras se han ido desarrollando, se han ido separando.
Lo cierto es que al final cada una habéis llevado vuestras carreras por rumbos muy distintos, lo que podría probar que realmente no teníais tanto en común como se hizo creer.
Yo me siento como aliviada de que hayan pasado unos años y se haya asumido eso que me estás contando ahora, porque a mi no me gustaba el halo que tenían todos estos artículos, y la forma en que hablaba la gente de este boom de chicas. Siempre era como si fuera una moda, y a mi eso no me gustaba nada, ni me gusta cuando lo oigo, porque aun lo oyes de vez en cuando. Simplemente son carreras musicales, y pensar que es algo relacionado con moda o que ahora se lleva esto, yo decía, es reducirlo tanto a la nada, que me duele un poco. Pero bueno, entiendo de donde viene toda esa manera de explicarlo.
Una de las cosa que siempre te ha diferenciado ha sido los conciertos que das para niños. ¿Qué aporta esa experiencia?
Yo creo que te ayuda de manera muy básica, en el sentido de que cuando estás enseñando a niños, o tocando para ellos, igual explicas cosas que son obvias para un adulto, pero en ese proceso de te das cuenta de que es importante explicar las cosas, a niños y a adultos también. Es por eso que acabo hablando de cosas que me parecen obvias pero que creo que es importante decirlas, porque si no las dices no se sabe que están ahí. En los conciertos de niños aprendes mucho porque son muy sinceros y muy transparentes, y enseguida sabes lo que funciona y lo que no. Además interactuamos mucho con ellos, y a raíz de ahí también lo hacemos en los de adultos. A la gente le gusta que le cuentes de qué van las cosas, porque has dicho esto o aquello. Igual el idioma es un poco distinto, pero creo que es importante comunicarse en general.
¿Te has planteado afrontar el mercado internacional, ahora que cuentas con el respaldo de haber sido producida por Matthew E. White?
Realmente los ingredientes están ahí. De momento fuera de España, donde más tirón tenemos es China. De hecho la gira de “Resolutions” empieza ahí. Nos vamos el 27 de diciembre y el primer concierto es el 28 o el 29. Hacemos la gira por allí y luego venimos a presentar el disco aquí. No sé qué pasará con el resto del mundo. Espero que muchas cosas porque a mi lo que más me gusta es viajar (risas).
Bueno, vas a pasar las navidades en China, lo cual será una experiencia cuanto menos diferente.
La primera gira china alucinamos. Hicimos 11 ciudades, algunas de ellas conocidas como Beijing o Shanghai, pero también hicimos otras aparentemente no muy conocidas y no muy grandes en las cuales el término municipal eran ocho millones de personas. Es una locura.
El público chino debe ser agradecido.
Totalmente. No sólo porque ellos son así, sino porque es tan difícil programar en China cualquier cosa cultural. Tienen un régimen comunista muy estricto, para ir a tocar tus letras tienen que pasar censura. Y el papeleo para los promotores es complicadísimo. Entonces cuando hay grupos extranjeros allí te dan las gracias millones de veces, te llevan regalos, es una cosa loquísima. Eso no lo ves por ahí, como mucho en México, que son muy expresivos y muy cálidos, pero como en China no he visto nada. Cuando fuimos había pasado un año o así de que tocara Bjork, y había dicho en el escenario “Free Tibet”, así que el gobierno chino decidió cancelar todos los conciertos que había para los próximos ocho meses, como castigo. El público chino te lo explica: “nosotros estamos a favor de que se libere Tíbet, pero por favor no lo digáis en los conciertos porque nos castigan a nosotros”.
¿Y cómo van a ser los directos de la gira? Debe ser un gran cambio defender este disco en directo.
Vamos a llevar banda, y esta vez es la primera que tendremos batería, cosa que antes no hacíamos. El directo obviamente va a cambiar un poco, porque va a ser más energético, y las canciones anteriores yo creo que ya que estamos las reinventaremos un poco.
¿Qué hay del videoclip de What will you dream? Has ido dando pistas por las redes sociales, pero aún no lo hemos visto.
No lo sé, se lo preguntaré a Gran Derby (risas). A mi me encantaría hacer videoclips, porque estudié Bellas Artes y el rollo visual me gusta mucho.
Alondra Bentley estará tocando en Madrid en la sala El Sol el 28 de enero. Compra ya las entradas aquí.