Guardacumbres es el resultado de una historia que estuvo a punto de perderse. Durante décadas, este viñedo de Rioja Alta quedó sumido en el abandono, atrapado entre la maleza y la indiferencia.
Pero la tierra conserva su memoria, y Eduardo y Víctor Hernáiz, junto a Raúl Grijalba, decidieron escucharla. Lo recuperaron y lo convirtieron en el alma de Guardacumbres, su proyecto más ambicioso. A 600 metros de altitud, en el Valle del Oja-Tirón, entre la Sierra de Cantabria y la de la Demanda, las centenarias cepas se entremezclan con higueras, almendros y olivos. Tempranillo, Garnacha, Graciano, Calagraño y Viura crecen sin un patrón definido, como antaño era habitual en la zona.
Un vino con producción limitada
La singularidad del terreno es otro de los factores que definen la propuesta. Suelos pobres, de arcillas calizas y roca madre aflorante, determinan el carácter de la vid y marcan los límites de su producción. No hay intervenciones artificiales ni técnicas para aumentar la productividad. El viñedo da lo que puede, y eso se traduce en una producción extremadamente limitada: 850 botellas de Guardacumbres tinto 2022 y 700 del blanco 2023.
Guardacumbres tinto 2022 destaca por su perfil fino y equilibrado, con taninos suaves y una expresión frutal limpia. Guardacumbres blanco 2023 ofrece una acidez marcada y una complejidad aromática con notas de cítricos, hierbas balsámicas y matices de crianza sobre lías.
Reconocimiento internacional y distinciones de Guardacumbres
Esta iniciativa ha recibido reconocimiento internacional desde su lanzamiento. Tim Atkin ha destacado ambos caldos en sus informes, otorgando a Guardacumbres tinto el título de Red Wine Discovery of the Year en 2024 y a Guardacumbres blanco el de White Wine Discovery of the Year en 2025. Además, ha obtenido puntuaciones destacadas de críticos como Robert Parker y James Suckling.
*Ambas botellas cuestan 60 euros y se pueden adquirir en su web