Una escena protagonista: mujeres fumando. Se remonta a hace más de un siglo, cuando una costumbre atávica comenzaba a ponerse de moda en el universo femenino y un adminículo cilíndrico estaba en las bocas más exquisitas y componía las poses más modernas.
Las modas nacen, crecen, se reproducen y mueren, al ritmo de un bolero. Lo que en su momento se consideró chic y rebelde se convierte después en apestoso y hortera. No nos podemos imaginar cómo nos verán dentro de cien años cuando encuentren en los fósiles cibernéticos las humaredas del vapeo, los tatuajes, los piercings, las canciones del festival de Benidorm, los programas del corazón o los modernos modelitos de rabiosa actualidad. Tal vez den lugar a unas risas o a unos lloros. Lo cool se suele convertir pronto en lo puaj.
Restos arqueológicos de mujeres fumando
Con estas postales queremos dejar constancia de lo que fue, de lo que hubo. No está subvencionado por ninguna tabaquera multinacional, ni siquiera por el estanco del barrio. Es un registro visual de este vicio milenario en el universo femenino. Como desde hace años se ha iniciado una caza de brujas con humos, las imágenes de mujeres fumando se cancelarán y dejarán de existir, por eso queremos que queden algunos restos de nuestros recuerdos, de nuestras nostalgias. Sin mayor afán, claro.
Implacable industria del tabaco
La industria del tabaco, debido a sus enormes beneficios, ha contado siempre con dos ángeles guardianes para proteger sus boyantes negocios: los mejores abogados y los mejores publicistas.
Entre estos últimos, uno de los más grandes fue Edward Bernays, sobrino de Sigmund Freud. Emigrante austriaco en EE. UU. pronto fue consciente del poder de la publicidad en la cuna del capitalismo. En 1920 un fabricante de cigarrillos lo contrató para potenciar que las mujeres fumaran en público –en aquellos años estaba muy mal visto– y así incrementar por dos su clientela. Tras consultar con un psicoanalista, el cual le cobró por la visita, por supuesto, este le dijo que las mujeres más atrevidas consideraban el acto de fumar como una rebelión contra el machismo imperante. Bernays, un visionario de su época, no organizó una campaña publicitaria al uso. Contrató a una docena de jóvenes fotogénicas para que se echaran un pitillo en público, en un desfile por la Quinta Avenida, entonces el ombligo del mundo. La única consigna fue que llamaran a sus cigarrillos “torches of freedom” (antorchas de la libertad). Los periodistas, invitados por él también, hicieron el resto. Al día siguiente esas fotos de mujeres fumando: un placer femenino y moderno… en 1924 y esa reivindicación estaban en la primera página de todos los diarios nacionales. Todo por la libertad y contra la dominación masculina.
Mujeres fumando: Los sueños de humo
Parece que el humo siempre ha constituido una materia excelente para acoger nuestros sueños y quimeras. Tal vez sea esa materia vaporosa, intangible, que se eleva y desaparece… muy semejante a nuestras veleidades. Tal vez sea ese el momento en el cual podemos dejar de vivir por un instante y centrar nuestra atención en una nube grisácea que ofrece formas caprichosas y parece que nos revela algo desconocido. El humo de un cigarrillo, flexible y volátil, se adapta a nuestros sueños.
Cual médium psíquico, el humo del tabaco hace aparecer las imágenes del subconsciente. Como si se tratara de los espejismos del desierto, el humo dibuja todo lo que deseamos. Tal vez el espíritu fuera una transubstanciación del humo iniciático. Tal vez el humo fumado salía expulsado del interior y se llevaba el alma de la fumadora. Tal vez el humo o tal vez no.
Fumar constituía un preámbulo o introito a otro tipo de aventuras compartidas
El cigarrillo siempre ha tenido un componente sexual innegable. Y en el siglo XX la pareja heterosexual constituía el núcleo de esa ceremonia ancestral. El cigarrillo constituía un preámbulo o introito a otro tipo de aventuras compartidas. Muy anterior a que las parejas se intercambiaran el número de teléfono. La expresión inveterada “¿Tienes un cigarro?” para iniciar una conversación, para ligar, duró en España varias décadas. De ahí que el cigarrillo constituyera un nexo de unión entre los sexos. El pasar un cigarrillo encendido a otra persona se erigió en un símbolo cargado de connotaciones sexuales. Y dar fuego, como decían los versos franceses, constituía todo un guiño a la polisemia de un simple acto. Pero en la actualidad lo de ligar con los cigarrillos ya es imposible. ¿A quién se le ocurre pedir fuego hoy en día? Nos mirarán como pervertidas. Además, nadie tiene ya cerillas, ni siquiera un humilde mechero.
Las mujeres en España también fumaban
En España las referencias al fumeteo femenino también causaron furor. En los años 30 Concha Piquer ya nos deleitaba con su canción “Ojos verdes”: “¡Serrana! ¿Me das candela? / Y yo te dije: Gaché / Ven y tómala en mis labios / Y yo fuego te daré. / Dejaste el caballo y lumbre te di”. Ha sido una de las coplas más famosas del folclore español. Compuesta por el maestro Manuel Quiroga, se dice que en el origen de la letra participó García Lorca y las interpretaciones sexuales son muy diversas. Lo único seguro es que dar candela quedó asociado al sexo.
Mucho más directo es el tango que Sara Montiel popularizó en los años 50 (aunque fue compuesto en los años 20) Fumando espero: “Fumar es un placer genial, sensual. / Fumando espero al hombre a quien yo quiero/ tras los cristales de alegres ventanales. / Y mientras fumo, mi vida no consumo / porque flotando el humo me suele adormecer… / Tendida en la chaisse longue fumar y amar”. Aunque la censura franquista nos hurtó los versos más sabrosos: “Tras la batalla/ en que el amor estalla, / un cigarrillo / es siempre un descansillo / y aunque parece que el cuerpo languidece, / tras el cigarro crece / su fuerza, su vigor”.
Granujas independientes
Hoy en día, afortunadamente, ya nos avisan en las películas en las que aparecen escenas en las que se fuma: “cuidado: uso de tabaco”, así podemos cerrar los ojos o ver otra película –pocas, la verdad– sin esa lacra. El problema es que la mayoría de los actores y actrices actuales no saben fumar. Ni siquiera saben adoptar la pose, usar los dedos y hacer las inhalaciones de forma realista. Fijaos bien, ponen un poquito cara de asco y mueven mucho el cigarro para arriba y para abajo, pero se les nota demasiado que no saben fumar. Para parecer más realistas deberían contratar asesores del arte de fumar, como lo hacen con las escenas de esgrima o con las de sexo.
Famosas marcaban la moda
Unas influencers del pasado eran mayormente actrices y cantantes. Ellas marcaban la moda y algunas fueron auténticas chimeneas andantes, como estas tres enormes actrices: Gloria Swanson, Marlene Dietrich y Bette Davies.
En los años 70, cuando las evidencias científicas del daño del tabaco eran aplastantes, las tabaqueras volvieron a sacar un as de la manga –¡lo que no consiga la publicidad! – para no perder a sus fumadoras. Y lanzaron a las ondas femeninas la consigna de que fumar adelgazaba. El eslogan más famoso fue el utilizado por la marca Lucky Strikes: “Reach for a Lucky instead of a sweet”, es decir, es mejor fumarte un Lucky –que adelgaza– que un dulce –que engorda–. Azúcar o nicotina.
Mientras tanto…
Sin embargo, un siglo después la realidad es muy diferente. En 2017 encontramos titulares como “Fumar no es ‘cool’: ofensiva contra las supermodelos por ‘glamourizar’ el tabaco” u “Oleada de críticas a Kendall Jenner, Bella Hadid y compañía por no dejar de subir fotografías a sus redes donde posan sensuales con cigarrillos” y también: “Las mujeres con menos formación son las personas que más fuman”. Fumar en femenino ya no es nada cool. Se acabó la fiesta, pasemos a otras drogas o vivamos sin drogas, se agotó el paradigma. ¿Qué se lleva ahora?
Fumar: un incierto futuro
Tal vez cuando los seres humanos ya no fumemos más alguien encenderá un cigarrillo huérfano. Lo mirará consumirse sobre un cenicero y ese será todo su placer. Quizás el humo mostrará imágenes que todavía recuerda de tiempos pasados. Entonces, posiblemente, apaguemos rápidamente el pitillo, miremos a nuestro alrededor y sigamos con nuestra vida, como si nada hubiera pasado. El tabaco sí se acordará de nosotros.
¿Qué pasará en el futuro? En la novela Fundación e Imperio, de Isaac Asimov, que supuestamente se sitúa a unos 22.000 años en el porvenir, tras la decadencia de la Tierra como planeta habitable, los protagonistas siguen fumando, incluso en espacios cerrados. También las mujeres, pero solo las más civilizadas y cultas, claro. Por lo demás, todo es muy similar a la sociedad norteamericana de mediados del siglo XX. En la película Blade Runner, la replicante fuma un cigarrillo para parecer humana… pero eso se terminó. Total ¿quién es verdaderamente humano?