Entrevistamos al ecléctico e imprevisible dj Esnórquel para bucerar en su personal mundo
Enrique es la persona y mente creativa y la persona que está detrás del dj Esnórquel. Le conocimos en un original dj set que realizó en el escenario con piscina del Low Festival en Benidorm y, desde entonces, somos fans.
¿Cómo comenzaste a pinchar? Desde siempre, en las fiestas con mis amigos he puesto la música yo. De una manera natural, acababa pinchando y haciendo un poco el circo. En 2014 se celebró el primer Musikfreunde Live en Albacete y, como los organizadores eran amigos, me dejaron pinchar un rato. Yo me preparé un modelo fastuoso, una especie de uniforme de Power Ranger con materiales comprados en los chinos. Salí con aquello puesto y la gente se quedó muerta. Me lo pasé en grande y seguí pinchando así, por diversión. Pero con cada sesión iba viendo que aquello me llenaba más y más, a niveles más profundos. Y ahora el mes que no pincho me entra ansiedad y me entrego a los M&M’s marca LIDL para calmarla.
¿Por qué esto y no otra cosa en el sector musical? La música ha sido una constante en mi vida desde pequeño. Tocaba el clarinete en la banda de mi pueblo, luego aprendí a tocar la guitarra, hacía canciones con el GarageBand e incluso tuve un grupito de adolescente. Pero pinchar me permite situarme en un punto intermedio entre la creación y la recepción. Es decir, al tiempo que genero la música la estoy disfrutando. Si tocara en un grupo tendría que estar mucho más concentrado, pero mientras pincho puedo bailar, jugar con el público, hacer algún cambio de vestuario…
Porque también trabajas en el campo del cine, ¿cómo combinas cine y música? ¿Y cómo diste el salto? El cine es mi pasión y la música mi religión. Con el cine tengo un acercamiento más racional, y con la música más pasional. A Almodóvar o Wes Anderson les admiro y les respeto, pero a David Bowie o a Morrissey les tengo una fe irracional que se me escapa al entendimiento. En cualquier caso, la distancia entre cine y música no es tan grande como entre el arte y la vida. El cine, la música y las demás artes las creamos para que la vida no se convierta en un letargo. En ese sentido, me interesan todas las artes, cualquier cosa que sirva para elevar el día a día.
Tus sesiones son bastante eclécticas, ¿cómo las definirías? Lo que pincho responde a lo que escucho. Creo que todos, cuando nos ponemos a escuchar música, vamos saltando entre cosas que nos gustan, sin que obedezcan a un género fijo. El único mimbre que atraviesa todas mis sesiones es el POP, así, en mayúsculas. Es decir, música sin pretensiones y sin prejuicios. El pop es maleable y puede tomar muchas formas: canción ligera de los sesenta, electrónica actual, sintonías de televisión o caras B que nunca se han reivindicado. Si tuviera que definirlas en pocas palabras: sesiones pop con ascendente disco. Y mucha pedrería.
¿Qué se va a encontrar alguien en alguna de tus sesiones? Porque haces más las veces de performer que de DJ al uso. Muchas veces hago sesiones temáticas o que incluyen homenajes. En el Low Festival, por ejemplo, pinchaba en el escenario de la piscina, así que encontré lógico disfrazarme de Pamela Anderson y salir de la cabina a correr a cámara lenta. Siempre me he tomado la posición del DJ como arte performativo porque, al fin y al cabo, estas presentándote ante un público. Un público al que leo y que me va dando pistas sobre hacia dónde llevar la sesión. Pelucas, lip syncs y confeti son constantes en mis pinchadas, que la mayoría de veces se convierten en algo parecido a una fiesta de pueblo maravillosa. La fiesta de pueblo con la que todos hubiésemos soñado de adolescentes.
Vas a pinchar este fin de semana en Valencia y pronto en Ochoymedio con Las Chillers, ¿qué tienes en mente? En Valencia, donde pincho dentro del festival Truenorayo, me estreno en horario diurno, a las 14:30h. Lo cual será interesante, porque veremos como encaja mi estilo circense a esa hora. Estudié la carrera en Valencia y conozco muy bien la cultura pop valenciana, desde Joan Monleón a Rosita Amores, pasando por El Titi o el Club Babalà. Así que por ahí irán los tiros. En el Ochoymedio no me puede hacer más ilusión pinchar tras el concierto de Las Chillers. Intentaré llevar el espíritu chilliber a la sesión, lo cual no me resultará difícil porque las amo y ya he compartido platos con ellas. Va a ser una noche súper fuerta.
Tu alter ego es Esnórquel, ¿por qué este nombre? Tengo dos respuestas, la intensa y la banal. La intensa es que, con un esnórquel, el tubito para bucear, puedes ver el fondo del mar sin abandonar la superficie. Del mismo modo, a través de este personaje, participo de los misterios de la música y el arte, que pueden ser senderos oscuros y laberínticos, pero sin perder la espontaneidad y el espíritu frívolo del recién llegado. La respuesta banal es que me encantaba la serie de Los Snorkels, esos muñequitos de colores con una trompa en la cabeza.
¿Qué diferencia a Esnórquel de Enrique? Somos la misma entidad, para bien o para mal. La única diferencia es que Esnórquel se dirige a un público, y creo firmemente en que, cuando lo haces, debes trabajarlo. Nunca he entendido a los músicos o los DJ que, por ejemplo, no se cambian de ropa para tocar. Yo no solo me cambio, sino que lo que me pongo responde a lo que voy a poner. En el próximo Festival de Cine de Albacete (Abycine), voy a hacer un homenaje al film La Llamada, que se presenta ese fin de semana en el festival, así que ya me estoy buscando un vestido de monja.
¿Cuáles son tus influencias musicales? ¿y artísticas? La primera figura con la que caí fascinado, supongo que cuando era jurado en Menudas Estrellas, y que a día de hoy sigo admirando, es Alaska. A veces me da la sensación de que, como la hemos tenido siempre y parece de la familia, no reconocemos del todo su enorme huella en muchos de nosotros. Otra mujer a la que adoro desde siempre es Cecilia, y me he tomado casi como una batalla personal dar a conocer su obra. Mi madre cantaba sus canciones mientras fregaba los platos y se me metieron dentro. Mientras iba crecido, descubrí las miles de capas y significados ocultos que encerraban aquellas letras tan aparentemente inocentes. No puedo dejar de citar a Chiquito de la Calzada, porque la primera vez que me subí a un escenario, con cinco o seis años, fue para hacer una imitación suya. Menuda campaná fue aquello en el pueblo. Un arte del que bebo y me inspiro constantemente es el travestismo y el mundo drag, que ha moldeado mi forma de ver el espectáculo, el arte y, por qué no, también la vida.
¿Crees que nuestro país está preparado para el mundo drag? ¿Y romper con las etiquetas de género? Lo está y siempre lo ha estado. España cuenta con una vasta tradición en este arte y, de hecho, hay formas del drag puramente hispanas que debemos proteger y reivindicar. Me daría pena que las nuevas generaciones se quedaran solo con RuPaul’s Drag Race –que me parece lo más–, porque aquí tenemos unos personajes irrepetibles que no solo fueron artistas incomprendidos, sino que en muchos casos esa incomprensión se trasvasó a sus vidas, a menudo difíciles y marcadas por la miseria. Pienso por ejemplo en Ocaña o en Carmen de Mairena. Que las etiquetas de género tienen fecha de caducidad es algo que cada vez veo más claro. La gente que tiene ahora 18 o 20 años vive con una libertad que me emociona. Cada generación tiene el derecho de disfrutar de las conquistas que han conseguido las anteriores y el deber de ampliarlas para quienes vienen después. Mi generación ha disfrutado de muchos avances en cuanto a conocimiento y tolerancia de diversidad en la orientación sexual, y nos ha tocado encabezar la lucha por las identidades de género libres y diversas.
¿Qué estás escuchando ahora mismo? Esta semana no me despego de Spent the day in bed, el single nuevo de Morrissey. También he estado muy enganchado al de Sofi Tukker, Fuck they. En los últimos meses me han gustado los discos de Kid Francescoli, Saint Etienne o Arcade Fire. Y últimamente me tienen fascinado Kiddy Smile y Samantha Urbani.
Tus planes a corto/largo plazo. Soy muy culo inquieto, me cuesta planificar nada porque me muevo por impulsos y apetencias. Me gustaría seguir explorando el mundo de la música y la noche porque la pista de baile es mi lugar favorito del mundo. No sé si con el tiempo cambiaré el acercamiento o me interesaré por otras artes. En cualquier caso, mi único objetivo, en el arte y en la vida, es seguir divirtiéndome.
Fotografías de Clara Lozano
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30 de septiembre: Truenorayo Fest (Valencia) + Joe Crepúsculo, Papá Topo
21 de octubre: Caribou (Albacete) + La Prohibida
27 de octubre: Madrid (Ochoymedio) + Las Chillers + L Kan
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