Un viaje a la esencia melódica de la mano de Alberto Montero
Con este cuarto trabajo, Alberto Montero demuestra que no todo está inventado en el amplio espectro del pop folk. Que se puede seguir sorprendiendo, incluso conquistando; que aunque se pise por terrenos ya manidos, el zapato, y sobre todo la huella, nunca son iguales a las de otros, ni siquiera entre sí. Y así, con su propio lenguaje y una personalidad que brota profunda e incandescente, el músico valenciano nos vuelve a reunir en torno a este nuevo disco de catorce piezas, publicado el pasado 27 de Octubre de la mano de Bcore.
“Vuelve a empezar” es la encargada de abrir la puerta a este tratado de lo atemporal, dónde la esencia étnica y los ritmos tropicalistas, notables más que nunca en la percusión, nos arrastran hacia la delicia instrumental. Alberto gusta de la psicodelia, pues antes de su camino en solitario perteneció a una banda que desglosaba los rincones más experimentales del groove sesentero y que hoy rezuman encantadores en su nueva experiencia. Se hacen tangibles en su versión más pop con “Cuando el aire resuena” y sobre todo en “Madera Muerta”, un pasaje atractivo y pegajoso de concatenación vocal en un discurso y melodía que permanecen.
Retorna a su faceta puramente instrumental en “Tormenta circular”, a esa facilidad por los guiños a la infancia en una vuelta a nuestro pasado más dulce, con la homónima “Arco Mediterráneo I”. Esta vez no es un viaje al trastero para reencontrarnos con todo lo que nos rodeaba cuando éramos inocentes, como cantaba en aquel inolvidable “Olvidado Rey Monkiki”; esta vez es el balbuceo de un niño el que nos guía por ese camino de regreso a nosotros mismos, a la esencia más pura. Como también encontramos esos tempos lentos dulces y coreados en “Ayer de la tierra”, donde los acordes de guitarra se tornan protagonistas y una batería que marca los pasos, en una dinámica “Aves del amanecer”. “Flor de naranjo” demuestra la evolución en el sonido de Montero al rodearse de una potencia sónica que supera los límites auto-impuestos en la sencillez de su álbum anterior. Suena grandilocuente, fuera de órbita y nos envuelve con una instrumentación completa en temas como “Vendaval”, a la vez que se refugia en el minimalismo experimental con “Arco Mediterráneo II”, uno de los pasajes más oscuros y excitantes del disco. Algo similar ocurre escuchando “Arco Mediterráneo III”, solo que esta vez indultada por su voz lánguida y penetrante, en un pasaje pseudo hipnótico. Una trilogía que pone de manifiesto las caras y las cruces de Alberto Montero, con las que sustenta este nuevo trabajo con el que también homenajea a “Santiago de Chile”, se convierte en penetrante a través de “La sal” y concluye rotundo y personal con “Viajeros”.