PRISA. PAUSA. MÁS PAUSA.
En estos días de concentraciones de fumadores en las calles, de miradas perdidas en colas de organismos oficiales, de cafés con sacarina y de frío, mucho frío, en los huesos y en las cabezas pensantes… no debemos despreciar ninguna oportunidad, por mínima que sea, de parar un momentito y de respirar hondo. De encontrar un momento por corto que sea para detener todo y cargar pilas. Reconozco que no tenía ni idea de quienes eran El petit de Cal Eril. No había oído de su existencia ni de su música, para que nos vamos a hacer el guay, más vale tarde que nunca -en mi caso- y a aprender, que es gratis y no tiene impuestos. Y por ahí “Vol i dol” (Bankrobber, 2010) segundo álbum del combo catalán, me ha causado una muy buena impresión. Porque ese pop-folk desnudo tan arropadito por el silencio es cálido y cercano a partes iguales. Artesano, nostálgico, optimista, sensible y mágico. Pausado gracias a su minimalismo, pero vivo, muy vivo, gracias a sus flautas traveseras, melódicas, pianos, trompetas… y por supuesto sus guitarras acústicas… que rezuman tranquilidad y descanso.
Un disco que desprende aroma a tierra mojada, a campo y a musgo, a chimenea de leña… tan lejano de los pitidos del atasco diario y de los caretos de la M30. Que reconforta tanto al espíritu como a las articulaciones y que ayuda a hacer una paradita, a rebajar las pulsaciones y a recapacitar un ratito que vale por horas. Que nos acerca al campo y nos aleja de los malos humos. “Cendres”, “Vol i dol”, “Partícules de Déu”, “Cau la Neu”, “Busca i captura”… tirando por alto, unos Midlake con personalidad propia. 38 minutos que nos proponen pausas y más pausas en vez de prisas y más prisas… Un ratito de asueto que puede que no sea tu estilo, pero que sin duda es buena música. Y si le pillas el punto, pueden convertirse en tu momento de parar todo, de respirar hondo y de cargar pilas.