La primera exposición a gran escala de la Dascalopoulos Collection, una de las colecciones privadas de arte contemporáneo que reúne las piezas más significativas de las décadas de 1980 y 1990
Durante los últimos 15 años el griego Dimitris Daskalopoulos ha coleccionado un conjunto importante de obras de diversos artistas, 60 de las cuales llegan al museo Guggenheim Bilbao. Más allá del gusto o la relación inmediata que una pieza es capaz de generar en un sujeto que la quiere conservar, se suelen establecer ciertas ideas madre que guían todo impulso. En este caso el tipo de pesquisa gira alrededor de “la coexistencia de esperanza y desesperación en el seno de la condición humana, prestando especial atención a conceptos como alienación, trauma, identidad cultural o el cuerpo humano”. El intervalo luminoso recoge trabajos de 30 artistas que de modos muy distintos, pero en un tono más bien universal, se relacionan con las crisis y los éxitos de la vida contemporánea y especialmente con la extraña capacidad de recuperación que todos desarrollamos. Si bien, tanto la exposición como la propia colección, se caracterizan por esculturas e instalaciones de grandes dimensiones, hay espacio para los gestos y reflexiones más íntimos donde el cuerpo repasa sus diferentes estados. Los lavabos y cestos trasfigurados de Robert Gober son un buen ejemplo de ello, así como los vaciados de espacios negativos de Rachel Whiteread, donde la experiencia doméstica es narrada a través del espacio que ésta ocupa. Pero no todo resulta tan poético. Paul McCarthy se dedica a desmembrar un cuerpo con cabeza de tomate y deja que sus partes habiten el suelo de la sala. A modo de contrapunto hay instalaciones que ocupan salas enteras. Thomas Hirschhorn construye una catacumba a base de cinta de embalar y cartón, Annette Messager construye especies de exvotos protagonizados por peluches de animales y los cuelga hasta conformar un corazón o John Bock extiende, entre otras cosas, una interminable criatura tentacular sobre el motor de un descapotable. Tampoco todo es desborde. Hay gestos de contención, como los límites geométricos atrapados en el cubo electrificado de Mona Hatoum, la retícula de alambre de cuchillas de Kendell Geers o la vitrina vacía de Damien Hirst. Todos estos nombres tan conocidos son acompañados por proyectos de jóvenes artistas como Paul Chan, Guyton-Walker, Nate Lowman y Wangechi Mutu.
Hasta el 11 septiembre, Museo Guggenheim Bilbao, Av. Abandoibarra, 2 – Bilbao.