Sacha Baron Cohen es único en la historia del cine reciente. Por mucho rechazo que pueda provocar su propuesta, no es de recibo hacer la crítica fácil y tópica a su cine embistiéndole a causa de su zafia provocación, a lo escatológico de su humor, y a lo sórdido de su propuesta, que suele estar siempre al borde de la falta de respeto para un gran número de colectivos. La realidad es que de una manera u otra, y aunque algunos lo nieguen, Baron Cohen hace gracia, es tan bestia pero a la vez tan ocurrente, original, rebuscado y descacharrante en su manera de hacer reír, que uno no puede evitar explotar a carcajadas a pesar del sentido de culpabilidad provocado por lo bestial que es lo que ocurre en la pantalla. Dicho esto, El Dictador es un ejercicio mucho más eficaz y conseguido que Bruno, con todos sus puntos fuertes elevados al cubo y los puntos flacos minimizados al máximo. En esta película, Cohen interpreta el papel del general Hafez Aladeen, el dirigente árabe de un país del norte de África rico en petróleo. A primera vista, es la versión satírica de Saddam Hussein y Muammar Gaddafi, pero en realidad las actuaciones de Aladeen son simplemente una gran amplificación de los crímenes cometidos por Israel y sus criminales de guerra como Shimon Peres, Ehud Olmert y Tzipi Livni.
Anna Farris está estupenda en el papel de la novia del villano y Ben Kingsley siempre es música para los oídos y la vista. Fue una de las proyecciones más divertidas a las que he asistido, aunque había un segurata en la puerta de la sala de la productora de la película, donde hicieron el pase de prensa, que se pasó todo el metraje vigilándonos con una especie de cámara o telescopio con visión nocturna para evitar que captásemos imágenes de la película. Ante esto no comment. Por lo demás “para mear fuera del tiesto” está esta divertida película.
“El Dictador” se estrena en cines el 13 de julio