La banda barcelonesa publica “When we were older” (Mushroom Pillow, 2016), su álbum debut, este viernes 11 de marzo
Que el productor Jim Spencer, detrás de discos de New Order, The Vaccines, Oasis o Echo & The Bunnymen, rubrique también el debut de unos primerizos Tailor for Penguins es ya una garantía en sí misma. Un tipo de esas alturas que va y echa el ojo a la banda barcelonesa para decidir, no solo participar en su primer disco, sino elevar sus sonidos al estatus de la exquisitez pop combinando aires de ayer y músculo de hoy. Pero es que, además, escuchando uno a uno los once temas que componen este When We Were Older enseguida invade la idea de que la materia prima tiene su consistencia. Que se trata de un álbum en cuya condición primaria -siendo los únicos responsables estos cuatro chicos- se combina con acierto la frescura y los tintes juveniles con el semblante de un trabajo maduro y hecho a conciencia. Desconocemos el bruto de las canciones que llegarían al estudio de Spencer, pero huelga decir que los matices aportados brillan a todo color cuando la base está bien asentada, bien definida, y este es el caso de la puesta de largo de los catalanes.
Al final, en la unión de ambas gestas se ha encontrado el camino hacia la perfección que suena a verano en el invierno y a deleite en el calor. Una inmersión en las ciénagas sonoras que recuperan las raíces americanas en temas como la invasiva “Translation” o la intimista “Crash”, pero sin caer en la balsa folky. Ni siquiera se adentran en el latido del bluegrass, aunque sí reinventan con personalidad las cuerdas de una guitarra que nos remonta en buena medida a la costa Oeste, pero que se alimenta de un pop vertebrado en el colorismo de todos los rincones del mundo. Merece especial atención la tribalista “Wild flowers”.
Estas canciones desprenden luz propia; a veces en forma de destellos parpadeantes como esos que inundan el calado rítmico de “Brush”, o “Violet”, un tema compuesto de capas y capas atmosféricas anunciantes de que, pese a la esencia hedonista del álbum, este ha nacido desde la complejidad y el detallismo. A veces dulce como denota “Occasional passengers”, a veces delicado (“Geometric Waltz”), pero siempre cálido, así se transmite desde los primeros segundos de este trabajo que abre con la homónima “When we were older”. Y van pasando los minutos y continúa acogedor, a pesar de que Tailor for Penguins también saquen a relucir su fracción ciertamente lacerante, como ocurre en “Flood” y “Man on wire”, que sin profundizar en los océanos del oscurantismo sí aumentan la intensidad emocional, sin abandonar el calado americano que sustenta buena parte del sonido del álbum.
Es por tanto, este debut llegado desde Barcelona, un juego de intensidades electroacústicas conducido por una voz principal que se retrotrae a los sesenta y aquel sentido beatlemaníaco en los coros, pero que también resucita en un presente de halo alternativo y perspectiva del rock setentero, siempre desde la calma y el sosiego, sin excederse. Así queda sellado en la canción que cierra el álbum, “Revolving around”, encargada de aunar todas las tendencias por las que se han paseado holgados estos cuatro vanguardistas del pasado expertos en un pop que, definitivamente, sienta bien.