DESTROYER, SALA BIKINI, 21 JUNIO 2011. BARCELONA. POR JAVIER MATEOS
El canadiense Dan Bejar, ilustre personaje del ‘indie’ anglosajón, se presentaba en Barcelona con su excepcional trabajo “Kaputt” (Merge 2011), bajo su nombre artístico en solitario, Destroyer. Un nuevo disco que fluye, con calmada elegancia, por el pop más adulto que haya producido en su larga trayectoria. Las bandas del vecino más norteño de los americanos, se suelen caracterizar por una peculiaridad que llama la atención: sus conciertos están plagados de músicos sobre un escenario, sino que se lo digan a bandas como Arcade Fire, Hidden Cameras o Broken Social Scene. Como no podía ser menos, Bejar se rodeó de otros siete músicos, es decir, sobre el escenario de la Sala Bikini hubo ocho personas. En nuestro país esa característica también existe, pero en contextos un poco diferentes, las verbenas. La música de Destroyer en directo es solemne en su ejecución, siempre sobresaliente, con un sonido perfecto y una voz que posee unos matices muy diferentes a los del resto. Dan Bejar es un tipo peculiar, alto, desgarbado y con una melena rizada y “plisada”, que siempre aplasta hacia el lado derecho. De mirada perdida y soñadora, siempre jugando con su imaginación en sus brillantes narraciones. Disfruta con sus textos y se mantiene al margen de la instrumentación, salvo por una circular pandereta que a veces le hace perder los “papeles”. La Sala Bikini como si de una auditorio lleno de “mirrorballs” se tratase, hizo de píldora espacial que nos llevó a esas pistas de baile de finales de los 70 y principios de los 80, donde la música bailable también encontraba en los saxos y los vientos una calma que la hacia más sugerente a la de hoy en día, que se encarga, incisivamente, en reventar tímpanos. Aquellas veladas donde se sacaba a bailar a las chicas, con aquel encanto y glamour que hacía de la pista de baile un círculo concéntrico de expansión desinhibida.
Su viaje en la noche más cálida de la ciudad, comenzó a velocidad moderada con ese diamante de brillo turbador que es “Chinatown”: “You can walk away, I can walk away”. Sin rumbo y sin prisa, acorralados por los arreglos y el sonido envolvente del saxo y esa trompeta ‘deconstruida’, que presidieron con elegancia todo el concierto. Sensualidad a flor de piel, oteando el horizonte de la pista en busca de los ojos más arrebatadores de la sala, “Blue Eyes”. Buen comienzo para una sala que a pesar de no estar llena, presentó una buena entrada. “It’s Gonna Take an Airplane” de su álbum “Your Blues” (Merge 2004), fue una de las pocas concesiones que dio a su discografía pasada. Inmediatamente después retomó el rumbo que marca esta gira, “Kaputt”, con ese bajo poderoso que en “Downtown” enlaza con esos saxos del Bowie de “Station to Station”, pero que también penetra en ese pop perfecto que tejieron New Order. Así, de esta manera, alcanzaron el punto más álgido de la velada con esa pieza magistral que es: “Savage Night at the Opera”, de letra exquisita, donde refleja con una sobresaliente exactitud, lo que puede terminar siendo una noche de fiesta salvaje entre sintetizadores ‘vintage’ que sonaron a gloria de otra época. Después, la que probablemente sea la mejor canción de su carrera “Kaputt”. Sincronizada con las dos anteriores, fue el mejor momento de la noche. Donde todo engrasó a la perfección: música y público. Mientras Dan Bejar seguía a lo suyo, evitar la mirada y beber sin control. Peligro, su sonrisa ya no estaba en su cara, estaba lejos, en algún punto de la sala. En “3.000 Flowers” de su magnífico disco “Destroyer´s Rubies” (Merge 2006), necesitó de la ayuda de unos folios para seguir la letra, parcialmente la leía y con ella se tapaba la cara, no ayudó para nada y la desconexión con el respetable se empezó a notar. En cambio, la temperatura e intensidad volvió a recuperarse con “Painter in your Pocket”.
Sin ningún titubeo y con poquitas palabras (algunas en castellano –vivió una temporada en Málaga-), sólo refugiado en la nebulosa de su música, agachado cuando no cantaba, bebiendo sin parar y mezclando grados de alcohol, así se pasó Dan Bejar el concierto. A medida que el efecto del mismo iba afectando su estado sobrio, fue sonriendo y soltando ese lastre de timidez que tanto limita sus exposiciones en directo. Sin embargo, su más que evidente incomodidad sobre el escenario, es un factor que termina afectando al show, porque en eso consiste la música en directo, que además se transmita pasión, cosa que no sucedió. Terminó diluyéndose y contagiando al personal de esa insulsa sensación que se manifiesta cuando hemos visto algo que penetra por momentos, pero que en ocasiones se termina escurriendo. De esta manera llegamos al tramo final de un concierto donde casi en su totalidad repasó su último álbum: “Suicide Demo for Kara Walker” y “Song for America”, antes de volver a salir para despedirse con “Bay of Pigs”, hipnótica pero fría, en lo que tenía que haber sido un final de fiesta desinhibido y jovial. Así es Dan Bejar, un tipo extraño, tímido, con un carisma “especial” y con una pasión incontrolada por beber que no hace ningún bien a su música en directo.