Σ(Contigo+sin ti)2 = x / Riesgo, poesía y perfección literaria, ¿qué más se puede pedir?
Recuerdo y olvido, como las dos caras de una misma realidad, se fusionan en el trabajo de Agustín Fernández Mallo, Yo siempre regreso a los pezones y al punto 7 del Tractatus (Alfaguara), que revela una cotidianidad cercana y desconocida que se expresa a través de un completo dominio del lenguaje… y de la física. El resultado, un producto inclasificable por salvaje. Es extraño y placentero encontrarse con algo cargado de estímulo (y cariño) cuando se habla de literatura contemporánea; y cuando hablo de literatura, no me refiero a libros en general, sino a Li-te-ra-tu-ra. La originalidad no tiene precio y a la vez representa esa meta imposible de alcanzar para la mayoría (¿estará todo inventado?) y ese final concreto a los que muchos llegan -no sin esfuerzo- pero sí con elegancia. Es el caso de Agustín Fernández Mallo y su colección de poesía postpoética -en términos del propio autor- Yo siempre regreso a los pezones y al punto 7 del Tractatus (Alfaguara), una colección de escritos difíciles de clasificar bajo un título anatómico-filosófico.
Alfaguara acaba de reeditar la obra del físico coruñés, que apareció por primera vez en 2001 y que, como un bebe recién nacido, inexperto y frágil, se promocionó de una forma tradicional y sin buscar la gloria inmediata, sino encontrando amigos que comprendieron su original forma de escribir. Decir que Fernández Mallo combina poesía y prosa (como he leído en varias ocasiones) es, a mi entender, un error. La combinación de dos elementos no siempre da como resultado una mezcla, un híbrido entre ellos, sino una realidad completamente nueva. Yo siempre regreso a los pezones y al punto 7 del Tractatus, va incluso más allá. Sí, contiene poesía y prosa, pero está también cargado de alusiones filosóficas, un poco de física, una pizca de matemática y aforismos a go-go. El hecho de que incluya todos estos ingredientes hace muy difícil su clasificación, algo de lo que el autor puede estar orgulloso -nada más difícil y deseado que escapar a un mundo en el que todo está ya etiquetado. Yo siempre regreso a los pezones y al punto 7 del Tractatus se zambulle, se tira de cabeza dentro de temas como el amor y el recuerdo, vistos desde una perspectiva extrañamente humana que se vuelve etérea por momentos. Esa persona con la que compartes mesa va a dejarte en cualquier momento, ¿estas preparado? o, mejor dicho, ¿cómo se prepara uno para recibir el golpe?
Los diálogos, o mejor dicho, las reflexiones que el autor experimenta, con las que disfruta y en ocasiones sufre, encuentran en el Monigote WC un nuevo interlocutor; es como una especie de dios sabelotodo, que observa y que ayuda a Fernández Mallo a descifrar situaciones, ideas y poemas de la vida diaria. Debería llamarse el consejero WC, una nueva figura literaria en las letras nacionales contemporáneas. En ocasiones, el coruñés recuerda a su compatriota Luís Piedrahita y sus monólogos sobre las ‘cosas pequeñas’. Fernández Mallo ve en los objetos cotidianos, que están ahí sólo para cumplir una función, algo más, algo de magia, poderes extraños que se merecen una atención. Es increíble ver cómo dentro de una pequeña pieza en la que describe una situación íntima en una playa, es capaz de describir la basura en la arena y las rocas con tanta delicadeza. Un paisaje que en cualquier situación se mostraría como desolador por descuidado, Fernández Mallo lo re-califica y lo dota de una magia extraña, como si el paraíso no tuviese nada que ver con dónde estás, sino con cómo te encuentras.
Las referencias al mar, la costa, los faros y los barcos, son innumerables, tal vez sea por el hecho de ser de A Coruña, o por su estrecha conexión con Palma de Mallorca, no lo sé. Esta edición incluye el prologo de 2001 de Eduardo Moga y varias colosales diminutas ilustraciones de Pere Joan. Es genial encontrarse al final del libro con lo que el autor ha titulado ‘Aclaraciones’ en las que explica cómo este proyecto ha llegado a ver la luz, cómo fueron sus comienzos y cómo la analógica gira de promoción al más puro estilo hermanos Lumière. Tal vez lo más evidente en el viaje por estas páginas sea la trayectoria lineal por el olvido, por dentro del olvido que no se va, que no se olvida. El olvido que se recuerda eternamente y que por lo tanto nunca podrá ser olvido. Cada pieza es una bofetada con la mano abierta, un golpe emocional que hace sonreír.
Si todo el mundo escribiese como Fernández Mallo, nuestras bibliotecas personales estarían cargadas de sentido, y no de simple papel impreso. Pero ¿qué dice el punto siete (y último) del Tractatus Lógico-Filosófico de Wittgenstein? “What we cannot speak about we must pass over in silence” (Sobre lo que no se puede hablar, debemos pasar por alto en silencio).
8 de junio de 2012 a las 10:43
Lo he leído todo de él. Y quizá sea el mejor, (o casi el mejor si exceptuamos Nocilla Lab, que es otra pieza maestra) libro de narrativa de Mallo hasta la fecha. Una belleza e inteligencia juntas que a veces asusta.