CRYSTAL FIGHTERS EN MADRIDCRÓNICA DEL CONCIERTO DE CRYSTAL FIGHTERS EN MADRID. SALA BUT. Por Hugo Gañán

El pasado día 16, la banda hispano-británica Crystal Fighters cerró su serie de tres conciertos en la sala madrileña But, con los que presentaba en la capital su segundo disco, ‘Cave Rave’. Lo cierto es que el apelativo “hispano” es bastante difuso, pues en realidad en la actuación se redujo a salir 40 minutos tarde, al outfit propio de Sara Montiel del cantante, la presencia de una txalaparta y un par de “eskerrik asko” (sí, ya sabemos que las dos últimas referencias son vascas y que ellos se formaron en Navarra. Esto de va de música. Tengamos la fiesta en paz).
Por lo demás, la banda ofreció un concierto-fiesta, una especie de eso, “rave” de baja intensidad. Como para disculparse por el retraso y poner a la gente a botar desde el inicio, abrieron con sus dos temas más conocidos, “Solar System” y “Follow”, esa canción con la que se les apareció Dios en forma de spot de multinacional tecnológica japonesa. Lógicamente, el público, compuesto en su gran mayoría por veinteañeros para los que este era su primer concierto, entró en histeria. Poco les importó que el sonido de la sala fuera francamente infecto. Ellos ya llevan la música pregrabada en el córtex, así que con que perciban acordes que, aunque sea lejanamente, les evoquen las canciones del grupo, se entregan en cuerpo y hormonas, sin prejuicios ni exigencias. 
A Crystal Fighters no se les puede negar el interés y la ganas de experimentar. Pero en el fondo, lo de la txalaparta no es más que un número, porque ni se oyó ni su modo de tocar creemos que esté homologado por el departamento de Cultura de la Lehendakaritza. Mucho más efectivo, seguro, es meter en las canciones unos cuantos “oooooeeee” y “nononononon yeeeeeeah” y así provocar el delirio con “At Home”, “Wave” o “LA Calling”. En cualquier caso, hay que reconocerles la entrega física y el mérito de levantar a una sala entera solo con un simple rasgueo de ukelele, como ocurrió en el inicio de “Plage”. 
De lo que no cabe duda es que su estilo, sus estribillos y su desenvoltura en el escenario conectan con el público y que todo eso junto, si tenemos en cuenta la media de edad de la audiencia, puede que conduzca a que, con la tontería, dentro de unos cinco o seis años y dos discos más les veamos tocar en pabellones deportivos ante 15.000 almas sudorosas. Esperemos que para entonces con mejor sonido.