CRÓNICA PRIMAVERA SOUND (PARTE 1)SUPERADA LA RESACA PRIMAVERAL, AQUÍ VA LA PRIMERA PARTE DE LA CRÓNICA DE MARC MUÑOZ, ILUSTRADA CON FOTOS DE MARKUS RICO

La macro cita barcelonesa cerró el pasado domingo su decimocuarta edición presentando de nuevo cifras extraordinarias que afianzan la dirección emprendida por sus organizadores en los últimos años. Una apuesta firme por el eclecticismo sonoro, mezclando grandes nombres con los nuevos valores, y buscando ser festival de referencia, no solo para los locales, sino para una comunidad extranjera cada vez más asentada, este año en torno al 44%. Todo ello se traduce en un nuevo récord de asistencia con 190.000 personas repartidas en el Parc del Fòrum y diversos puntos de la ciudad (llenando Barcelona de música en directo) a lo largo de toda la semana, ampliándose así el radio de acción y los días del festival, para convertirlo en un gigante inabarcable, con casi 350 directos a lo largo de 7 jornadas. Números mastodónticos que por otro lado ponen a prueba las infraestructuras disponibles, y dejan entrever algunas grietas en el modelo organizativo actual. Este año, palpables en las grandes colas formadas en las barras y los baños, y las aglomeraciones que se crean en ciertos tramos, como por ejemplo las escaleras que dan acceso a los escenarios más lejanos, el Heineken y el Sony. Nada hacer pensar que los organizadores opten por reducir el formato, y hacerlo más asequible y cómodo, pero sí que sería recomendable para seguir dando una respuesta positiva y mantener el estatus de prestigio, intentar no crecer, a nivel de asistencia, demasiado más. Aunque como siempre, a fin de cuentas, el Primavera Sound 14, como otras ediciones pasadas, quedará guardado en la memoria por esos instantes musicales ofrecidos. A continuación los directos que marcaron las rutas emprendidas el jueves y el viernes.

Jueves 29 de mayo

Future Islands: Los de Baltimore aterrizaron para arrojar a la audiencia su espléndido último trabajo, un Singles que les ha deportado las cotas mediáticas más altas de su carrera. Samuel Herring y los suyos se volcaron con el synth-pop ochentero de vaivenes épicos y melancólicos, con la distinguible marca de agua que imprime la poderosa voz de su cantante, y sus furiosos y repentinos cambios de registro. Siempre acompañados por sus impagables bailoteos. De otro mundo.

CHVRCHES: Lauren Mayberry, Iain Cook y Martin Doherty asaltaron el escenario Pitchfork para desplegar uno de los álbumes más coreados y aplaudidos del pasado año. En tiempo récord las canciones de la formación escocesa se han incrustado en lo más hondo del hipotálamo, y así no resultaba demasiado difícil ganarse a una audiencia muy predispuesta a entregarse a hits de la talla de “The mother we share”, “Gun” o “Recover”. Ráfaga imparable de píldoras synth pop con las que destaparon el tarro de las endorfinas.

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Arcade Fire: Lo comentado en la introducción sobre las dimensiones que está adquiriendo el festival quedó de manifiesto en el show del colectivo canadiense. O se llegaba con tiempo para coger un sitio preferencial, o los menos previsores, como aquí un servidor, les tocaba ver el sonido épico de Win Butler y los suyos desde una distancia en que lo oíble y lo visible quedaba expuesto a condiciones muy deficientes. Un escenario, el Sony, que no se preparó para dispensar un sonido decente a todos los congregados en su explanada. Por mucho del empeño volcado por los norteamericanos en “Wake Up”, “Ready to start”, “Rebellion (Lies)”, y buena parte de las gemas de su último esfuerzo discográfico, Reflektor, las inclemencias comentadas me ahuyentaron de su radio de acción para buscar cobijo en terrenos más propicios a la escucha de la música.

Charles Bradley: Y lo encontré, aunque por un periodo de tiempo muy breve (otra de las desventajas del vasto territorio que separa los escenarios) en el soulman Charles Bradley. El nombre del músico neoyorquino ya quedó grabado a fuego tras su increíble actuación en la sala Apolo del Primavera Club de hace tres años, y el jueves, por lo poco visto, volvió a dejar una huella imperecedera entre la afortunada audiencia mediante su soul desgarrador, de aroma añejo, y voluntad emocional, respaldado por un chorro de voz descomunal y una letra que ahonda en un pasado curtido en los sinsabores de la vida. No es solo su perfección sonora lo que lo convierte en una especie única en su género, con el permiso de Lee Fields, es la entrega desmedida y el contagio bruto con el que te sacude desde encima del escenario. Un animal demoledor.

Moderat: El trío teutón compuesto por el dúo Modeselektor y Apparat logró cautivar desde el arranque con una fórmula precisa que combina el músculo que aporta el dúo y el revestimiento de pop melódico que ofrece Sascha Riing. Una electrónica detallista y cristalina que el jueves adquirió volumen para contentar los ánimos de las altas horas.

Lasers: El trío barcelonés tuvo la mala fortuna de ser ubicado en la misma franja horaria que Joseph Mount y su pedo descomunal, según cuentan las malas lenguas. Lejos de amilanarse, Lasers desplegó el potencial electrónico que les dio el billete de entrada para actuar en el Primavera. Sus píldoras efervescentes fueron recogidas con fervor por los pocos destinatarios ahí reunidos, fieles a la instrumentación progresiva que destila la banda barcelonesa. A medida que su concierto fue avanzando y creciendo en intensidad, nuevos curiosos se acercaban a una propuesta igual de sólida y efectiva sobre el escenario que en el estudio.

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Viernes 30 de mayo

Dr. John and the Nite Trippers: El brujo de Nueva Orleans se presentó en Barcelona como el salvaguarda del sonido cajun. Y pronto descubrió porqué a sus 73 años se le considera una figura totémica dentro de la música tradicional norteamericana, despedazando su blues-rock condimentado por especies de jazz y funk. Rodeado de una trouppe de músicos de altura, y sin desprenderse de sus inseparables gafas de sol, Malcolm John Mac Rebennack Jr. completó un concierto de gran eficiencia, sin sobresaltos, pero de un satisfactorio y alargado sabor añejo.

FKA Twigs: El último prodigio de la fértil escena inglesa pisó Barcelona para ofrecer su primer concierto en un festival. Algo, que si no hubiera confesado al público con su aniñada e inocentona voz, nadie podría haber imaginado. Porque las tablas, el carisma y el halo hipnótico y misterioso que desplegó esta cantante encima del escenario no son propios de una debutante. Sorprendente en su desenvoltura, y sus bailes del vientre, y fascinante y arrebatadora en su propuesta musical. Un sonido marciano apoyado en bases bass, desde las que desarrolla su mezcla de R&B y pop sedoso. Todo ello apuntalado por una imponente voz con la que hechizó al público presente, dejándolos en un estado de embriaguez que se prolongaría hasta el final de la jornada, y más allá.

The National: La transformación escénica que sufre el líder de The National, Matt Berninger, en los directos de la banda es digna de presenciar. Barcelona no fue la excepción. Berninger se enfundó la chaqueta de frontman frenético y correcaminos de una banda que ha incorporado su condición de stadium rock para las grandes citas como la del viernes. El de Brooklyn no tardó en soltar alaridos, darse golpes de micro en la cabeza y moverse a un lado y otro del escenario para pesadilla de seguratas y técnicos que debían rescatarlo de la multitud. Un desprendimiento de energía desmedida, y diametralmente opuesta al tono intimista que reboza su música en su concepción original. En términos musicales, lo respaldó una banda siempre atenta y solvente que supo corregir las deficiencias y ausencias prolongadas a los que les sometía su líder con cada excursión. A nivel anecdótico quedaron los cameos de Justin Vernon (Bon Iver), y especialmente el de Paul Moore de The Walkmen, quien pasó totalmente desapercibido ante los aspavientos descontrolados de Berninger.

Jawgar Ma: La sorpresa grata de la jornada la dispusieron los australianos Jawgar Ma. Sorpresa a medias, porque en 2013 plancharon un señor disco titulado Howlin, y esa fue la base por la que transitó su live en Barcelona. El trío desplegó un concierto eléctrico de principio a fin, imprimiéndole una marcha más, y lanzando sus cápsulas de baile compuestas por electrónica, sonido Madchester y psicodelia. Una formula que siguieron al milímetro a través de las bases pregrabadas que lanzaban un dj, un bajo rítmico, y la guitarra y la voz de su líder, Gabriel Winterfield. Puro nervio de esta banda portadora de la llama del Screamadelica de Primal Scream, que concretó su apuesta contagiando de ritmo y euforia a los testigos de su actuación, y coronándola con la mayúscula “Come Save Me”, en la que contaron con la colaboración de la batería de Warpaint. Notable muy alto en su primera visita por tierras peninsulares.

CRÓNICA PRIMAVERA SOUND (PARTE 1)

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