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I See Colors Everywhere.

Durante la Semana de la Moda en Milan, Benetton presentó en la ciudad italiana la exposición I See Colors Everywhere. Su visión personal sobre el color y sobre todo una fiesta gloriosa para celebrarlo que os contaré. Una inaguración brillante como una pistola de rayos laser. La muestra ha sido comisariada por Fabrica y dirigida por Sam Baron y se ha presentado del 24 al 28 de Septiembre en el Triennale Design Museum.

Fabrica es el centro de investigación de arte y desarrollo de comunicación y diseño creado por la marca de ropa italiana. Está situado en Treviso, un sitio muy encantador cerca de Venecia y no por casualidad. Allí donde cada dos años se expone lo mas relevante del arte y llegan los peregrinos en modo modernos + gorrita y Spritz. Fundada en 1994 Fabrica tiene una sede restaurada y reconvertida por el arquitecto japonés Tadao Ando, un lujo que inspira creatividad de tanto que se me ha ido la mano creando espacios para pensar mucho. Su función es ofrecer becas de estudio a creadores jóvenes que residen en su villa para desarrollar allí labores de investigación. Crear grupos de trabajo en torno a la fotografía, el arte de acción e interactivo, el vídeo, la música y el diseño. El objetivo de Fabrica es ofrecer espacios óptimos para la formación de jóvenes que una vez finalizada su estancia, continúen desarrollando su compromiso de manera independiente.

Siempre ligado a la idea de color, Benetton ha sabido apropiarse de una identidad particular en la moda. Aquellas famosas campañas con albinos negros y monjas y curas dándose el lote en los trabajos de Toscani son su patrimonio. Con los años y con especial fuerza en Italia, la firma ha construido un vínculo entre la comunicación, la moda y el arte. Si Fabrica es Benetton en su vertiente artística, ésta ha querido celebrar éste amor por el color a modo de homage a través de una exposición con artistas internacionales del propio centro. Una propuesta comisarial que se ofrece a si misma en el museo con una puesta en escena lúdica e hibridando diseño, música y artes plásticas.

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I See Colors Everywhere. Triennale Design Museum. Milan, 2017.

La fiesta. Un bombazo. El germen de la propuesta expositiva consistía en convertir la propia inauguración en el tema principal de la exposición, en ser LA expo, montando así un evento eléctrico y efímero; El concepto global tenía un sentido muy performático. La Trienale; el prestigioso museo de Milán del diseño. Salas grandes, escalinatas mas grandes que las salas, personitas que suben las escaleras muy guapas de modelis tendencia por la semana de la moda y arriba la inauguración. La gran sala superior del museo estaba organizada por el equipo de Sam Baron y los diseñadores Fabrica; dividida en ocho secciones, cada una dedicada a un color dispuestas con videos, carteles, música, fotos, ilustraciones, objetos e instalaciones interactivas. Todas producidas por Fabrica durante los últimos 20 años. Dispersos por la sala en cada sección un grupo de modelos entonados, vestidos de colores muy monochromatic, se paseaban y posaban entre las piezas y también la gozaban como todos los que estaba allí. Bailando, charlando, decorando como cualquiera.

Lo mejor de la noche sin duda, las dos obras de acción audiovisuales que se presentaron. Dos momentazos que llenaron el museo de alegría macarra atomizándolo todo con su estilo oscuro. El primero llego de la mano de Laura Sans, en su performance Music of the Flesh (2017), un par de amplificadores del tamaño de un adolescente sano y una pantalla proyectando escenas del infierno rodadas por Sans, con apariencia de serie B, mucho glitter y raso rojo. A continuación Messa, un tipo elegante con porte punk que también ha pasado por Fabrica, toca la escala de Shepard con su guitarra eléctrica a un volumen imposible de alto, medieval. Es un sonido que consiste en una superposición de ondas que crea la ilusión auditiva de estar escuchando un tono que asciende o desciende continuamente y sin fin. El tornillo de Arquímedes trasladado al terreno de la curva sonora. Una delicia que absorbió todo lo que allí pasaba, charlas y tragos incluido, como un agujero negro.

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I See Colors Everywhere. Triennale Design Museum. Milan, 2017.

Después mucho después, vinieron los Ninos Du Brasil y su actuación apocalíptica. El museo se inclinó hacia ellos como el suelo de la casa magnética, todo el mundo pegado, arrastrado, tirado de gusto viéndoles actuar. La clase de acción que ellos ejecuta se basa en la creación de una sensación explosiva. El espectador se ve envuelto de inmediato en una situación de proto rave, de fiesta en el cenit de la fiesta. El duo toca la percusión con bases electrónicas y se disfrazan loco, disparan petardos o lo que parecen petardos y gritan cosas sin sentido, como me cuentan después cuando nos tomamos algo. No resulta gratuito, hay una intención inteligente de llevarte a una exasperación sudorosa en la que todo el mundo baila y se concita como en un pandemonium. Los modelos ahora bailan desatados detrás nuestro, un aquelarre. La organización, los artistas, todos aquelarres bailongos. Esperaba que nos quitásemos la ropa y matásemos alguna cabra vieja pero nos quedamos a un tris. Claro, no hay que olvidar que los Ninos alimenta un deseo muy moderno, el deseo de la experiencia; esa necesidad febril inoculado de estar necesitando siempre algo nuevo y sensitivo con lo que distraernos. En cualquier caso un trabajo fantástico que transmitía algo animal, basto y se erigía como una respuesta a nuestros apetitos tribales.

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I See Colors Everywhere. Triennale Design Museum. Milan, 2017.

Mas allá del fuego de las obras de acción, la exposición estaba compuesta por una variedad de disciplinas y un numero de artistas participantes muy generoso, en un tono mas reflexivo y sereno. Algunos nombre conocidos como Andy Rementer estaban presentes. Su obra se enmarca en ese cartoon americano y un mix muy interesante entre Haring y el mural latino de Diego Ribera, sobre todo desde su Solo Show en Everyday Mooonday Gallery este año. Esa manera suya de describir cierta clase burguesa como le sucede a Greyson Perry con sus tapices pero con una impronta distinta.

Como explica Myriam Ben Salah, coordinadora en el Palais de Tokyo y encargada del texto de la exposición, el color tiene siempre una carga simbólica fuerte según sea percibído y esta cualidad construye el discurso de la exposición. El color es un gatillo para la asociación directa con una temperatura especifica, un sonido, un recuerdo y un estado de ánimo. Es estimulo puro. Así Snap (2017), el neon verde con la mano chasqueante de Mariana Fernandes funcionaba de forma que recordaba al espectador la propia idea de estímulo, el color como disparador del ritmo y la catarsis. Un ejemplo inmejorable de lo que allí pasó. Chromoskopje (2017) de Marco Zanin, Fabrica Features (2001) de Jayme Jayon, Leonora Gray y su Chair for the Venetian Lagoon (2017), mármoles, vinilos, leds, las piezas sonoras y las mas escultóricas invitaban a la fiesta sensorial, un conjuro de color como una única pieza efímera.