BALADA TRISTE DE BAILARINA
Es difícil que la sensibilidad artística y creativa de Darren Aronofsky pueda defraudar a nadie. Sus películas podrán gustar más o menos pero, así como el sacrificio puede ser el denominador común de todos los personajes sobre los que ha fijado su atención, la descarnada sinceridad que caracteriza su mirada sobre ellos hace que el espectador nunca pueda quedar impasible ante ninguna de sus obras. Tanto Maximillian Cohen (Sean Gullette) en su ópera prima, Pi (1998), hasta Randy (Mickey Rourke) en El luchador (The Wrestler, 2008), que paradójicamente guarda tanto en común con Nina Sayers (Natalie Portman) en Cisne negro (Black Swan, 2010), incluyendo a Sara Goldfrap (Ellen Burstyn) o, incluso, el científico interpretado por Hugh Jackman en La fuente (The fountain, 2006), forman una interesante selección de personajes idealistas con un sueño que anhelan y desean alcanzar sobre todas las cosas, pero que, por unos motivos o por otros, siempre acaban malogrados. En el caso de Nina Sayers, el sacrificio y el esfuerzo quizás sea superior al de los personajes previos pues, como en todas las disciplinas artísticas en las que se une creatividad con fuerza de voluntad y en las que la herramienta con la que cuenta el artista es su propio cuerpo, la frustración que se produce al no alcanzar el objetivo propuesto puede sentenciar al individuo a un tormentoso infierno personal. Y aquí es donde está la diferencia con respecto al protagonista de El luchador, que aunque Randy también se entrena y se prepara para un combate concreto, igual que Nina, si bien el esfuerzo de Randy puede tener un componente psicológico, es en lo físico donde gana su batalla, teniendo que hacerlo Nina tanto en lo físico como en lo psicológico, debiendo ser fuerte y constante en los dos aspectos por igual.
La salvaje competitividad con los miembros de tu propio colectivo, la forzosa dependencia por mantener el físico adecuado, la sombra de una madre que sacrificó su carrera por su hija o el empeño de una hija en demostrar que puede ser mejor que su madre, la esquizofrenia producida por el descomunal empeño en ser alguien que no se es o la confusión de no reconocer esa delgada línea roja entre personalidad y personaje, y, sobre todo, la dolorosa frustración de aceptar que no se es tan brillante como las expectativas personales tenían previsto. Todos estos temas están perfectamente desarrollados y enlazados en Cisne negro, un relato en primerísima persona en el que Nina se deja cuerpo y alma. Y con ella Natalie Portman, que está secundada a la perfección por Barbara Hershey, que como si la madre de Carrie se tratara, vela por la integridad y el futuro de su hija, aunque esta no lo entienda, en primera instancia. En consonancia con el punto de vista en que se desenvuelve el relato, Darren Aronofsky mantiene su cámara lo más cerca posible de su protagonista. Un registro tremendamente auténtico y verdadero que sacrifica la estética por el sentimiento. Que sigue el más leve de los movimientos de Nina, trasmitiendo sus miedos y alegrías, sus logros y sus decepciones, en un relato tremendamente impresionista que te deja con el corazón encogido.
Cisne negro se estrena en las carteleras españolas el 18 de febrero.
25 de marzo de 2011 a las 16:16
Yo diría que “Requiem por un sueño” no era sobre drogas, era sobre la soledad. las drogas tan sólo eran el refugio, el síntoma de esa soledad a la que estaban condenadas todos y cada uno de los personajes…
23 de febrero de 2011 a las 3:24
`Cisne negro´ destaca como un thriller psicológico en estado puro, un relato absorbente y claustrofóbico que sumerge al espectador en un mundo espectral, repleto de luces y sombras; un ejercicio barroco, sobrecargado, pero intensamente emocional que sitúa a Arrenofski en continuidad con su histriónica película sobre drogas y ambiciones `Requiem por un sueño´.
Dejo la crítica que escribí en mi blog para quien le interese:
http://www.chansonsdamour.es/2011/02/critica-cisne-negro-2010-de-darren.html
8 de febrero de 2011 a las 4:08
No has entendido una mierda de la película. En tu crítica las ideas de Aronofsky suenan a chatarra mal vendida.