Sara Rivero reflexiona sobre la España vaciada en Castilla mal. El cortometraje retrata en tres minutos a la “generación me voy”.
El festival Notodofilmfest cuenta este año en su vigésima edición con la sección especial ‘Valladolid, ciudad creativa’. Sara Rivero fue nombrada embajadora de dicho premio, presentando su propio corto: Castilla mal. Una reflexión personal sobre la España vaciada. Esto es lo que nos ha contado la cineasta.
Castilla mal habla de la “huida” de la denominada España vaciada. ¿Lo basas en tu experiencia personal? ¿Sientes que “huiste” de tu Valladolid natal?
Sara Rivero: El corto está narrado en primera persona pero representa a una generación. A más de una, de hecho. Hablo del éxodo de los jóvenes a las grandes ciudades (queramos o no) en busca de un futuro en el que poder ser y poder desarrollarnos. El mundo actual es urbano y centralizado. La España de interior se queda vacía porque el desarrollo nos lanza a las grandes ciudades y nos instala la creencia de que hay que “llegar lejos”. Nos lanzamos al mundo con el foco en conseguir, conquistar… sin que nadie hable del esfuerzo, del desgarro, de la cara B de salir a conquistar o de lo que puede llegar a pesar la palabra lejos.
Por otro lado hay algo particularmente castellano (aunque me está escribiendo mucha gente que se siente identificada sin ser de Castilla) que tiene que ver con el juicio sobre lo propio y el conflicto con nuestra propia identidad. En la era de los nacionalismos, me parece interesante hablar de la pertenencia desde este otro punto de vista.
Este corto llega después de completar tu Trilogía de la renuncia. ¿Sigue la misma línea?
Supongo que sí. Dirijo desde mi forma de comprender el mundo y de relacionarme con él, así que todo lo que vaya haciendo, seguirá la línea de mi conciencia y mi evolución.
¿Se integraría Castilla mal dentro de lo que denominas ‘electrodocumental’?
En este caso he saltado a lo autorreferencial con más fuerza, que también es documental. Pero Castilla mal cabe dentro del cine ensayo, de la poesía visual…
Me encanta sentirme libre con la forma, dejando que el mensaje determine qué necesita para poder ser contado.
Se rodó y produjo entre julio y agosto en Valladolid. Transmite ese calor veraniego castellano… ¿Fue intenso el rodaje?
Tuvimos la mala suerte de que los dos días de rodaje coincidieran con esa ola de calor del infierno que hubo a mediados de julio. El rodaje empezaba a las 6 a.m. y a las 11 ya no había quien parara. La peor parte fue para Borja Maestre, mi querido amigo y actor de la pieza, que iba con el traje regional completo y además, tenía un compromiso físico muy grande. Pero es tan profesional, que no se quejó ni una sola vez. Es más, Borja se entregó a un nivel que pocas veces he visto en mi profesión.
Le vemos vestir un traje regional junto a calcetines y deportivas Nike. ¿Es ésa la identidad de la “generación me voy”? ¿Tradición y modernidad?
Mis abuelos jamás miraron la marca de su calzado. Sin embargo la “generación me voy” crecimos muy preocupados por la marca de nuestras zapatillas.
Cuando buscamos el calzado del personaje, para mí claramente tenía que ser Nike, porque es símbolo de ese capitalismo que nos lanza fuera y que a la vez todos deseamos. Y porque me parece realmente llamativo y simbólico que la “generación me voy” llevemos la palabra AIR escrita en nuestros pies.
En el film vemos a un único actor actuando, mientras tú hablas en off. ¿Qué instrucciones le diste al protagonista?
La conexión que tengo con Borja Maestre es muy fuerte y muy intuitiva. Nos conocemos tan a fondo como amigos y como actores que las instrucciones son mínimas.
Cuando rodamos, el texto aún no estaba escrito. Borja me había acompañado en el proceso de construcción del proyecto, así que sabía perfectamente de lo que estábamos hablando aunque no supiera las palabras que yo iba a utilizar. También sabía que todas las fases de creación estaban sucediendo en mi cabeza y que para que todo funcionara tenía que entregarse a mí, sin tener toda la información. Saltar y confiar. Lo hizo con fe ciega y fue increíble para todo el equipo verle trabajar. Este proyecto solo podía hacerlo él.
El corto te convierte en embajadora del Premio Valladolid Ciudad Creativa, lo que significa que Castilla mal servirá de inspiración para todos aquellos creadores que rueden sus cortos en la ciudad de Valladolid y se presenten al premio. ¿Qué supone para ti?
Pues ha supuesto muchas cosas, como volver a mi ciudad para trabajar unos meses. Poder hacerlo con personas excelentes del cine y el arte que viven allí y a las que admiro mucho. Y tener la oportunidad de construir una historia sobre algo muy identitario que creo puede arrojar algo de luz a lo colectivo o al menos, abrir un diálogo entre nosotros y el espectador.