Casa Olivar es un gran ejemplo de cómo sacar el máximo partido al espacio de un pequeño local y cómo transformarlo en un moderno apartamento cálido y minimalista.
Un diminuto local planta calle casi en ruinas, con su sótano, es el punto de partida con el que los diseñadores han trabajado para conseguir una espectacular vivienda luminosa y ordenada. Es un espacio de 60 m2 que pertenece a una histórica corrala de Lavapiés. Lo que en principio funcionó como una galería después se transformó en el refugio de sus autores: el arquitecto Matteo Ferrari y la diseñadora industrial Carlota Gallo.
Un minimalismo cálido
El resultado es un interiorismo y arquitectura que explora el minimalismo cálido y que potencia las texturas a través de la materialidad de sus objetos. Un proyecto que aprovecha al máximo la escasa luz natural que llega y que la distribuye sabiamente en los dos niveles de la casa.
Distribución de las estancias de Casa Olivar
Cuando entramos en la vivienda nos encontramos a mano izquierda con un baño rectangular, a continuación, está el salón-cocina en el que una mesa brutalista y monumental es la protagonista.
En la misma estancia, en una de las paredes, se ubica una parte funcional de la cocina: fregadero, encimera y vitrocerámica. Justo en la pared opuesta hay un lugar importante para almacenamiento donde se emplaza la nevera y lavadora.
El espacio anterior se comunica a través de dos arcos a la otra parte del salón que dispone de dos grandes ventanales que son el punto principal de entrada de luz de la casa. A mano izquierda, unas escaleras conducen al dormitorio que se sitúa en la planta inferior.
El dormitorio se convierte de esta manera en un lugar aislado donde se proyecta una suave la luz cenital que llega a través de dos tragaluces ¿A quién le hace falta mucha luz para dormir? También en la planta baja se ubica gran parte del almacenaje de la vivienda.
Matteo Ferrari y Carlota Gallo buscaban un espacio no-urbano
Matteo y Carlota buscaban crear un ambiente rural y acogedor en el entorno urbano de una gran ciudad, para ello se preguntaron: ¿Como estimular los sentidos más primitivos y generar al mismo tiempo una sensación de un espacio “no-urbano”, una casa rural en el centro de la ciudad?
Esta es la pregunta que los diseñadores se han hecho para crear su propio hogar.
Formas geométricas, texturas y materiales
La búsqueda de un espacio no-urbano la consiguen en gran medida con los materiales utilizados, respetando recursos naturales y también usando artesanía local.
Matteo y Carlota trabajan en Casa Olivar un diseño con poderosas formas geometrías puras que genera un diálogo con una paleta de colores de tonos tierra.
Las baldosas de barro manual son el elemento de continuidad entre las varias estancias, ocupando el suelo y abrazando las paredes del baño, utilizada en varios formatos y tamaños para dar más profundidad espacial y aportar identidad a los volúmenes arquitectónicos.
Las piedras naturales, buenas partes de las cuales han sido recuperadas durante la obra, se alternan a lo largo del espacio conformando mesas bajas y soportes expositivos.
La encimera de piedra caliza envejecida y el tadelakt de la mesa escultórica encuentran su punto de ruptura en el aluminio de la cocina, que genera un contraste con el compromiso por lo contemporáneo.
Piezas de diferentes autores
Algunos de esos objetos que habitan Casa Olivar han sido diseñados por Carlota Gallo, como son las piezas textiles que se reparten por la vivienda.
Otros objetos nacen fruto de esta colaboración, como la mesa escultórica de la cocina diseñada por la pareja.
También podemos encontrar artesanías como el lavabo fabricado en el taller de la artesana María Lázaro ola hamaca colombiana tejida por mujeres indígenas respetando las técnicas heredadas,
Imagen superior: La diseñadora Carlota Gallo y el arquitecto Matteo Ferrari
Puedes ver cómo estaba el espacio antes de la reforma cuando se hizo la exposición Nodo