Agnes Essonti Luque reflexiona sobre el hogar, la comida y la comunidad en Casa Mbixi, que podrá visitarse hasta el 27 de abril.
Entrevistamos a la artista multimedia Agnes Essonti Luque, quien nos habla sobre su última exposición, Casa Mbixi, en el centro cultural del Masnou. La artista nos cuenta tras haber sido galardonada con el Cape Town Prize y ver una de sus obras incorporada a la colección del Museo Reina Sofía.
Imagen superior: Agnes Essonti Luque ©-Agnes Essonti Luque
Chop, Chop, Chop © Agnes Essonti Luque. Maio
La práctica artística de Agnes Essonti Luque se construye desde la memoria, el cuerpo y el cuidado. Transita con naturalidad entre la fotografía, la performance, la instalación o la cocina. Su obra encuentra en lo cotidiano, lo afectivo y lo colectivo una vía para repensar la historia y reimaginar formas de vida. Desde hace años desarrolla también proyectos en África Central, donde imparte talleres en Camerún y Guinea Ecuatorial y forma parte de un colectivo con el que teje vínculos, saberes y experiencias desde el territorio. 2024 está siendo para Agnes un año especialmente intenso y significativo. Recientemente, ha inaugurado Casa Mbixi en la Casa de la Cultura de El Masnou, ha recibido el Cape Town Prize por su instalación Mother Tongue en la feria de arte de Ciudad del Cabo y el Museo Reina Sofía ha adquirido una de sus obras para su colección. Conversamos con ella en un momento clave en su trayectoria.
Agnes Essonti Luque, Mango y Okra © Sol Bela Mele
Entre performance y memoria
Hola Agnes ¿Te apetece contarnos un poco en qué has estado trabajando estos días? Sé que estás muy liada con varios proyectos.
Ahora mismo estoy con la exposición Casa Mbixi, que inauguramos el 13 en El Masnou. La semana pasada estuve en Canarias con una performance en el CAAM, en colaboración con el Museo Thyssen, con quienes ya trabajé en 2023. Para esta pieza investigué el territorio desde su complejidad colonial: visité el Museo Canario, la Casa de Colón y el propio CAAM. A partir de ahí conecté con la obra de Martín Chirino y con el viaje que hizo mi padre por África Occidental hasta llegar a Canarias. Todo eso fue dando forma al tejido conceptual y afectivo de la performance.
Na Chop A Chop © Agnes Essonti Luque
¿Y cómo fue la recepción del público?
Genial, súper bien. Me gustó mucho porque la gente conectó de verdad con el sentido de la performance. Incluso siendo algo muy poético, una especie de ritual de sanación de la memoria colonial, hubo una comprensión profunda. Y eso es muy bonito, porque al final creo que lo que hacemos es para eso: para que la gente se sienta así, que sus historias también son escuchadas.
Bush butter i swit fo mboa © Roberto-Ruiz
Biografía y creación en la obra de Agnes Essonti Luque
Para quienes no conocen tu trabajo, ¿puedes contarnos un poco sobre tu trayectoria? ¿Cómo empezó todo?
Vengo de una familia muy humilde, donde la cultura no tenía un papel central. Fui la primera en acabar la secundaria, luego el bachillerato, la universidad y un máster. Desde pequeña tenía un mundo interior muy rico; me encantaba dibujar, escribir, pasar tiempo sola. En la adolescencia escribía poesía, y un día mi padre me regaló una cámara compacta. Empecé a hacer fotos y a compartirlas en redes como DeviantArt o grupos de Facebook, donde encontré una pequeña comunidad creativa. Después, estudié en la Escola Massana, y más tarde me fui a Inglaterra a estudiar fotografía, porque allí podía acceder a una educación gratuita y tenía familia. Fue un gran contraste ya que vivía en un barrio migrante del sur de Londres y estudiaba en Chelsea, una zona muy elitista. Recuerdo que en la Massana sentía que la historia del arte que nos enseñaban no hablaba de mí. Sin embargo, en Inglaterra, los profesores me daban referencias con las que sí me podía identificar. Fue allí cuando hice clic y entendí que había otras formas de mirar, de hacer y de estar en el arte.
Agnes Essonti Luque
“Trabajo mucho con África Central, imparto talleres en Camerún y Guinea Ecuatorial, y tengo un colectivo allí, así que regresar con este proyecto tuvo un significado muy profundo para mí.” Agnes Essonti Luque.
Bayam Sellam (2) © Laura C. Vela
Tu obra explora la identidad, la diáspora y la memoria desde una mirada personal y colectiva. ¿Cómo ha evolucionado tu trabajo en los últimos años?
Mi práctica tomó una dirección clara cuando me fui a Inglaterra, en 2014 o 2015. Empecé a enfocarme en mi herencia africana y mis identidades, aunque mi enfoque inicial partía del enfado. La fotografía era mi principal medio, y a través de ella expresaba sobre todo lo que me dolía, lo que me venía impuesto desde fuera. Después de realizar un máster en fotografía en Madrid y de ser madre, empecé a preguntarme cómo podía reclamar mi herencia y centrándome solo en el dolor. Sentía que no había coherencia entre lo que soy y lo que mostraba en mi trabajo. Fuen entonces cuando empecé a buscar otras formas de expresión como la gastronomía, la instalación o la performance. Estos lenguajes me permitieron reimaginar tanto la historia como la memoria personal. No basta con oponerse; necesitamos imaginar otras formas de vida. Desde entonces, mi trabajo camina en esa dirección.
A mi de pequeñita me daban nostalgia a cucharadas © La Casa Encendida. Maru Serrano
Trabajas con distintos medios y formatos como la instalación, la fotografía o la performance. ¿Cómo eliges el lenguaje visual más adecuado para cada proyecto?
Sueldo elegir los medios de forma intuitiva; la fotografía siempre ha sido mi punto de partida. Con el tiempo he aprendido a moverme entre lenguajes, inspirada por una idea de Verónica Ruth Frías de trabajar un mismo concepto desde distintos medios. Lo aplico, por ejemplo, en mi proyecto sobre la herencia corza, que empezó con fotografías, siguió con un vestido hecho en Yaoundé y se expandió en autorretratos, danza y performances. Las piezas que presenté en el Thyssen y el CAAM también nacen de esa lógica, adaptándose al contexto de cada museo.
Inventing recipes to be (together) © Agnes Essonti Luque
El fuego como gesto colectivo
En obras como Chop chop chop o A mí de pequeñita me daban nostalgia a cucharadas, usas la cocina como un espacio cargado de memoria y afecto. ¿Qué papel jugaron el mercado y la cocina en tu infancia y cómo han influido en tu trabajo?
El mercado fue muy importante en mi infancia. Los viernes y sábados iba con mi abuela o mis tías, y ese espacio lleno de vida funcionaba casi como un punto de encuentro comunitario. La cocina, en cambio, era un lugar más cerrado: mi madre no quería a nadie dentro, pero entendí que cocinar era su forma de cuidarnos. Aunque mis padres se separaron cuando yo tenía siete años, ella, a pesar de ser española, seguía preparando platos de Camerún, como una forma silenciosa de mantener nuestra identidad. Años después, viviendo en Inglaterra con mi familia camerunesa, esa relación se transformó. Mi tía cocinaba mientras me contaba historias, y ahí entendí que la cocina también podía ser un espacio de transmisión, de memoria y afecto.
A Journey © Gunnar Knechtel
Casa Mbixi se inauguró el pasado 13 de marzo en la Casa de la Cultura de El Masnou. ¿Puedes contarnos más sobre esta instalación?
Casa Mbixi nació como una invitación del Centre d’Art Santa Mònica en Barcelona, dentro de una exposición colectiva que reflexionaba sobre el concepto de hogar. Fue un proceso muy interesante, compartido con otras artistas, en el que llegué a la conclusión de que el hogar es un lugar lleno de contradicciones. Esa idea fue el punto de partida de la instalación, y desde entonces ha ido evolucionando en cada activación.
Untitled © Agnes Essonti Luque
“El proyecto busca romper con la lógica del espacio expositivo tradicional. Casa Mbixi es un lugar habitable, acogedor.” Agnes Essonti Luque
Like palm wine that emerges from the wounds of palm trees © Agnes Essonti Luque
La actual, en El Masnou, se presenta por primera vez en una casa real: una antigua casa de indianos, construida por una familia que hizo fortuna en Cuba. Desde el momento en que vi el espacio lo tuve claro. Por fin podía situar la instalación en un lugar que ya había sido un hogar, y eso le daba una potencia muy especial. El proyecto busca romper con la lógica del espacio expositivo tradicional. Casa Mbixi es un lugar habitable, acogedor. Tiene una estantería con libros, especias, objetos e imágenes de otros trabajos. Todo se puede tocar, mover, consultar. Hay también documentación de las tres primeras cenas que formaron parte de la instalación.
Untitled (2) © Agnes Essonti Luque
¿De qué manera influye tu historia personal en esta forma de activar la instalación a través de cenas y encuentros?
Para mí, el fuego y la comida son símbolos de comunidad, de afecto, de vínculo. Tienen una carga emocional muy fuerte. Mi relación con la cocina y con el mercado viene de mi infancia, de los fines de semana con mi madre, mis tías y mi abuela, cuando íbamos al mercado del barrio. Aunque en casa la cocina era un espacio cerrado, ya que mi madre no quería a nadie dentro, siempre entendí que cocinar era su forma de cuidar, de expresar amor. Incluso después de separarse de mi padre, ella siguió cocinando platos de Camerún, manteniendo presente esa parte de nuestra identidad. Cuando me mudé a Inglaterra y viví con mi familia de Camerún, esa relación con la cocina se transformó. La cocina de mi tía era amplia, con una mesa donde yo hacía los deberes mientras ella cocinaba y me contaba historias. Allí entendí que cocinar también podía ser un espacio de transmisión de saberes, de conversación, de comunidad. Eso es lo que intento activar en Casa Mbixi.
Taym me taym bi bin taym (2) © Roberto Ruiz
Reconocimiento institucional
Recientemente has sido galardonada con el Cape Town Prize, un reconocimiento que destaca tu trabajo a nivel internacional. ¿Puedes contarnos más sobre esta experiencia y qué ha supuesto para ti?
El premio llegó en el marco de la Cape Town Art Fair, donde participé con The Over, un proyecto de Barcelona con el que ya había colaborado en El Cairo y Dakar. Presenté Mother Tongue, una instalación que reunía texto, gastronomía y textiles en una especie de cocina expandida. Fue muy especial que reconocieran una propuesta tan híbrida. Justo al volver, coincidió con la semana de ARCO y la adquisición de una obra mía por parte del Reina Sofía. Todo fue muy emocionante. Trabajo mucho con África Central, imparto talleres en Camerún y Guinea Ecuatorial, y tengo un colectivo allí, así que regresar con este proyecto tuvo un significado muy profundo para mí.
Selfie © Agnes Essonti Luque
Ecofeminismo, tierra y cuerpos en diálogo
Tu obra explora temas como la afrodescendencia, la ancestralidad y el cuidado comunitario. Desde una perspectiva ecofeminista, ¿cómo entiendes la relación entre la tierra, el hogar y los cuerpos que la habitan? ¿De qué manera esta visión se refleja en tu práctica artística?
La entiendo como una relación de interconexión y a la vez, recíproca. Me interesa trabajar estas ideas como lo que son, un diálogo constante. Creo que la interdependencia entre nosotras, nuestros cuerpos y la naturaleza es algo que no podemos obviar. Incluso en un sistema en el que se esfuerzan mucho por desconectarnos del entorno y de nuestra esencia, sabemos que sin la Tierra y la riqueza que nos aporta, no podemos sobrevivir. Entonces, ¿por qué no cuidar de la misma manera?, ¿por qué no devolverle a la tierra? A través de mi práctica más individual, los rituales performáticos que hago sintetizan muy bien estas ideas, regresando siempre a los elementos y a la manera en la que ellos habitan en nosotras. En colectivo, con Mango+Okra y Bana Bha Meheba también exploramos cuestiones similares. Con mi faceta curatorial, he tenido el gran honor de acompañar y curar la exposición Derecho de Vida, Miradas Ecofeministas en el arte ecuatoguineano, Cuidar las diferencias, con 11 increíbles artistas de Guinea Ecuatorial y su diáspora.
Taym me taym bi bin taym © Roberto Ruiz
Inspiración y proyectos futuros
¿Qué artistas te interesan o te han influido especialmente?
Me atrae mucho el trabajo de artistas multidisciplinares, que combinan distintos lenguajes. Últimamente me interesan Grace Ndiritu, con su proyecto Healing the Museum; Josèfa Ntjam, que trabaja con 3D y conecta lo ancestral con lo futurista; y Gina Sarowiwa, que explora la memoria y la comida desde una herencia política muy potente.
Un momento clave fue cuando descubrí las obras de Ousmane Sembène y Carrie Mae Weems en un libro del MOMA. Ver que artistas africanos y afroamericanos estaban en esa colección me hizo pensar que quizás mis historias también podían estar ahí. Años después, incluso pude decirle a Carrie en persona cuánto me inspiró, y fue muy emocionante.
Mayakabu © Agnes Essonti Luque
Háblanos de tus próximos proyectos
Justo ahora me han invitado a participar en un festival de performance en Murcia que se llama Trans-Formance. No lo conocía, pero me hace mucha ilusión. En mayo estaré bastante por Madrid, porque será la gala de entrega de El Ojo Crítico, ya que gané el premio de artes visuales, y también participo en un par de exposiciones que aún no puedo anunciar. Y por último tengo el proyecto con el Museo Nacional de Antropología, una exposición individual que se inaugura en 2026. Es un proyecto grande, y le estoy dedicando bastante tiempo y reflexión.
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