Coronavirus: se habla de un punto de inflexión, de un antes y un después. El virus va a cambiar muchas cosas, pero específicamente para la escena artística y todo lo que ella conlleva, ¿qué tipo de cambios y qué tipo de cosas? ¿Se vislumbra el vacío, o también hay oportunidades? Y cuando finalmente emerjamos, ¿cómo será el arte y el mundo del arte?
No hay un sector en el planeta no haya sentido el impacto del virus. Y el mundo del arte esta lejos de ser inmune. La escena artística, sinónimo de hiperconectividad y movilidad global ha sufrido un parón en seco. Los lugares donde experimentamos el arte, desde los principales museos hasta los espacios independientes más pequeños, cerraron abruptamente. El mercado del arte, ferias y galerías quedó inactivo.
Mientras todos los eventos artísticos programados se situaron en una especie de limbo, cada museo, institución, festival, feria o galería privada que se precie se apresuró a lanzar su exposición online. Según publicaron los media, la mayoría experimentaron un radical aumento de tráfico web con récord en número de visitantes durante las primeras semanas de confinamiento.
Foto Portada: Álvaro Urbano, El despertar. Foto (c) Trevor Lloyd
Sin embargo, la obra de arte en un espacio físico es diferente, se siente, se respira, “mirar arte” es un acto comunitario. Con las medidas de seguridad pertinentes, las galerías anuncian que reabren sus locales al público. Poco después llegarán los museos e instituciones. Tras la reapertura y en medio de un “evento” tan envolvente como la pandemia actual, ¿qué “evento” artístico deberíamos visitar?
Por otro lado, el arte, pese a quién le pese, es una industria de lujo, sin embargo muchas de las personas que trabajan en él, comenzando por los artistas mismos, pasando por los comisarios, los instaladores, o el personal de galerías y museos están en posiciones precarias. La “normalidad” previa al covid era insostenible, especialmente el mercado del arte: subastas millonarias, mega-coleccionistas, artistas blue-chip en todas partes del mundo a todas horas, la compra de arte como objeto-trofeo, la infiltración del valor en la percepción del arte, el arte considerado como un activo. Todo esto debe ser reconsiderado. Ojalá comencemos un periodo de “menos es más” y espero también menos “testosterónico”. Por eso, para repensar todo lo anterior y pedir sus recomendaciones en este “resurgir”, hemos preguntado a tres comisarias independientes y mujeres estupendas: Caterina Almirall, Sonia Fernández Pan y Carolina Jiménez su parecer con respecto a la escena artística post-covid.
En orden alfabético:
Caterina Almirall
Cuando dos manos se tocan, hay una sensualidad de la carne, un intercambio de calidez, un sentimiento de presión, de presencia, una proximidad de alteridad que trae al otro casi tan cerca de uno como uno mismo. Quizás más cerca. (Karen Barad, On touching. The Inhuman That Therefore I Am, 2012)
Cuando tengo que escribir casi siempre empiezo por leer, es un gesto muy intuitivo… la lectura activa el pensamiento, como si se tratara de una conversación. Esta vez estuve releyendo On touching de Karen Barad, un artículo que me compartió una amiga hace tiempo. Los textos, como organismos abiertos que son, dicen cosas distintas depende de en que contexto los leas. Ahora buscaba en On touching porque necesitaba un lugar desde donde reafirmar, de la mano de la pensadora, la idea que quiero expresar: que la experiencia en lo virtual no es igual que en lo material. Que no me gustan las exposiciones virtuales y que —más allá de mis gustos— pienso que nunca van a sustituir el estar juntas, personas y obras, en un mismo espacio. Porque hacer una exposición trata de, más allá de contar algo, de convocar al cuerpo y experimentar-lo juntas, por esto es por lo que elegimos este formato y no otro.
Retrato Caterina Almirall, Foto: Maria Dias
Después de todo este tiempo aisladas, tan solo vinculadas puntualmente por medio de lo virtual, si algo echo en falta es lo material, lo material que permite el tacto, el contacto, aquello que nos toca, nos afecta: la carne, los cuerpos. Al fin y al cabo, esta es nuestra condición en el mundo: cuerpo. Y también es nuestra forma de conocer, comprender, de relacionarnos con el mundo. El contacto es una forma de conocimiento del mundo, es “conocimiento encarnado”. Así es como las pensadoras feministas de los nuevos materialismos como Barad afirman que el conocimiento y el pensamiento tienen lugar: situados, encarnados y en contacto.
Pero si el contacto por un lado nos pone en relación con en el mundo, también hay la otra cara de este conocimiento encarnado que nos lleva al reverso, al interior. Continua Barad: “Y si las dos manos pertenecen a una sola persona, ¿no podría esto dar vida a un extraño sentido de la alteridad del yo, literalmente abrazar-se una misma a una cierta distancia en la sensación de contacto, en el interior del abrazo de un extraño? Mucho sucede en el contacto: una infinidad de otros, otros seres, otros espacios, otros tiempos se despiertan”.
Aislada en mi “cuarto propio conectado”, como diría Remedios Zafra, pierdo la noción del tiempo, del cuerpo, del hambre, del sueño y de la vigilia, la noción del espacio se transforma, las horas de pantalla se multiplican, mi atención cambia. Poco a poco pierdo la noción de dentro y fuera, de material y virtual, si salgo a la calle el miedo a tocar me asusta más que el tocar mismo. Si nos preguntamos acerca de las consecuencias o los aprendizajes que habremos sacado del encierro pienso en la capacidad de imaginación que nos ha permitido viajar en los interiores, más adentro y más allá, extrañamente, peligrosamente.
Recomendaciones. Barcelona
Y ahora nos dicen que podemos salir, pedir cita y, entre otras cosas, ir a ver exposiciones individualmente. Pienso en todas esas exposiciones que quedaron encerradas y las imagino en un microcosmos particular, como los animales y la vegetación que han explosionado estos meses de primavera sin presencia humana. Elijo la exposición de Aldo Urbano en Bombón Projects. Imagino las pinturas que Aldo Urbano pintó antes de que “todo esto” sucediera, las montó en una exposición y las dejó encerradas en la galería. Siguen ahí, arremolinando no solo volutas de polvo, sino también las energías subterráneas que invocan los colores brillantes que ha desplegado el pintor bajo el título ORIENTAMEENELINTERIOR. Un título que ahora parece premonitorio y que habla de este contacto “interior” que enuncia Barad. Como si las voces que el pintor escuchó en sueños unos meses atrás le advirtieran de que íbamos a necesitar, y mucho, orientación para navegar en el espacio interior. Aldo sugiere que el espacio interior no acaba allí donde acaban los metros cuadrados de la casa, ni la piel del cuerpo, sino que tiene que ver con un mundo interior que habitamos de forma mucho más compleja. Como este abrazarse siniestramente a una misma hasta sentir-se extraña en tus propias manos. Aldo presenta un paisaje infernal con personajes unos sabios otros enloquecidos que hacen arder el mundo al ritmo de sus deseos desbordantes.
Aldo Urbano, Orientameenelinterior. Vistas instalación en Bombón Projects
Pienso en como cambian los significados conforme cambian los contextos en que los conceptos se encuentran. La exposición de Aldo, ahora, parece echa adrede para las circunstancias, pero que si hubiera inaugurado en la “vieja normalidad” parecería salida de una mente enloquecida. ¿Será que todos hemos enloquecido y esto es normal? Pienso que “normalidad” es una palabra tramposa, que viene de norma, como normativo o normativizado. Con las libertades en cuarentena la idea de la “nueva normalidad” es un eufemismo que significa que no hay vuelta atrás y que igual como nos hemos adaptado a esta situación, nos adaptaremos a las “nuevas normas” que nos impongan. Porque la normalidad es impuesta y unidireccional.
Aldo Urbano, Orientameenelinterior. Vistas instalación en Bombón Projects
La exposición está organizada siguiendo la estructura de un cómic que Aldo dibujó a partir de la frase que le da título, y la forma es como de descenso o de ascenso, como una ola que se mueve hacia el interior. En las primeras viñetas podemos leer: “El silencio es denso como un muro. Pero algo recorre las venas de las cosas como un demonio que lo habitase todo y a la vez no existiese”. Las consecuencias de este demonio invisible se van evidenciando: “Las imágenes han enloquecido a las personas y las han extraviado en el desierto”… dice el sabio maestro de la abundancia, y el mono pintor continua, como hablando para él mismo: “Huis del caos que vosotros mismos habéis creado y para ello os coláis en mi casa. ¡Ahora vais a mirar en el interior!” Cuando la ola se retira, todo ha cambiado. Mirar el mar interior tiene sus consecuencias. Pero nos advierte de nuevo el maestro: “Lo que cae con los cataclismos son solo las estructuras de los hombres, el resto es la naturaleza tragándose a si misma y luego volviéndose a escupir”.
Aldo Urbano, Orientameenelinterior. Detalle instalación Bonbóm Projects
Aldo Urbano, Orientameenelinterior. Vistas instalación en Bombón Projects
Si la cuarentena nos quería proteger de estos fuegos diabólicos, las llamas han alcanzado su máximo esplendor y ahora que la primavera se acerca al verano y el calor sofoca la virulenta fuerza de la pandemia, podemos acercarnos a Bombón levantar la persiana y adentrar-nos en un mundo en el que, el fuego y el agua, el interior y el exterior, la imaginación y lo material, se tocan.
Sonia Fernández Pan
Recuerdo de manera miope un texto de Boris Groys en el que hablaba de la cancelación del futuro en el mundo del arte refiriéndose a cómo los departamentos de conservación del museo dedican todos sus esfuerzos a que las obras no sufran el deterioro implícito en el paso del tiempo y a cómo el museo se presenta exento de la actividad mundana de la vida que, no sólo forma parte de él, sino que lo hace posible cada día. Por actividad mundana me refiero a las tareas de limpieza, administración, conservación, seguridad…. La cancelación de futuro de la que habla Groys es, en realidad, una priorización del futuro sobre el presente de la vida. Y siento que hay algo de todo esto ahora mismo. Además de la evidencia de cuáles son las actividades realmente importantes para el funcionamiento de la vida (y el capitalismo que la parasita), la realidad nos impone un presente muy concreto que nos obliga a pensar de manera insistente en el futuro, pasando por todas las formas de distopía. Creo que estamos produciendo la ficción de un momento post-covid19 y que dicho momento no existe. Como tampoco existe una frontera para el virus, que sobrevive habitando otros cuerpos y propagándose con ellos. De hecho, este virus que pone en evidencia lo obsoleto de las fronteras, también demuestra la insistencia del poder en mantenerlas, como si tuviesen una función apotropaica.
El virus está afectando ya a la vida y, en consecuencia, al arte. Por ejemplo, la obsolescencia del hoy, incluso de mañana. Lo que escribo aquí seguramente ya no tenga sentido cuando sea publicado. No me preocupa, hay algo incluso agradable en ello. De repente el silencio no es una mala respuesta, sino la mejor respuesta. Me cuesta pensar en cómo afectará de manera holística al arte: afecta diferente a artistas, comisarios, instituciones, contextos locales. Pero se me ocurre que si el covid-19 ha evidenciado la crisis de la globalización, entonces podría ser una crisis del sistema-clase-internacional del arte. Y me pregunto si, como en toda crisis del poder, sus mayores afectados son aquellos que no detentan posiciones de poder. Porque también hay un reparto desigual de lo que podríamos llamar el capital del arte, que no sólo incluye dinero. Donna Haraway decía hace pocos días que la solidaridad no es una opción sino una obligación. Me da algo de sosiego escuchar a Haraway en estos momentos, pero durante esta pandemia estoy leyendo y escuchando a las mismas voces de siempre, aquellas que tienen asegurado su espacio en la esfera crítica pública. Esto me preocupa. Me hace preguntarme si esta pandemia es tan excepcional para no llegar a cambiar esta homogeneidad reiterativa. Desde esta perspectiva, el mundo intelectual sigue funcionando con bastante normalidad: la pandemia aparece casi como un ejercicio práctico masivo e involuntario para confirmar teorías previas a ella. Como una suerte de legitimación instrumental para filósofos.
Retrato Sonia Fernández Pan. Foto: Carolina Velasco
Vivo en Berlín, donde el derecho a salir de casa no ha sido interrumpido. Y me preocupa cómo lo que eran derechos, se van leyendo como privilegios y que terminemos por creérnoslo. Creo que los efectos subsiguientes de la pandemia no serán percepctibles de manera tan fácil. Por ejemplo, para mí la nueva anormalidad se manifiesta en que me cuesta tanto dar abrazos o tocar a personas tras haber pasado varias semanas en las que empezó mi confinamiento emocional. Una de mis grandes preocupaciones sigue siendo la enorme naturalización de la heternormatividad de esta crisis, el refuerzo de un tipo de familia -la tradicional- como la buena familia, las jerarquías de afectos, personales y colectivos, el hecho de que las parejas se hayan convertido en una unidad de virus…
Si tengo que concentrarme en el arte, más allá de lo obvio, me preocupa que todo se convierta en una suerte de “estudios post-coroniales”, que no haya espacio para otras cosas en él. Que lo oportuno reconvertido en oportunista no deje espacio a lo realmente necesario. Y no quiero decir con ello que el covid-19 no sea importante o no tengamos que hablar de él. Pero tenemos que tener derecho a que estar implicados en el mundo signifique no hablar de ello continuamente.
Otra imagen que se me viene a la cabeza es la del “pistoletazo de salida” en las competiciones deportivas. Es como si estuviésemos mirando fijamente la pintura blanca en el suelo pero estuviésemos al final de la carrera, rompiendo la cinta de llegada antes de empezar a correr. Y no me parece aleatorio que mi imaginación tenga un filtro visual tan competitivo y deportivo. Quizás tiene que ver con que los parques de Berlín parecen un gimnasio al aire libre. Con Philipp Kremer y Ran Zhang hablábamos de cómo este es un momento tremendamente competitivo donde cada artista, comisario o institución está produciendo “el gran proyecto post-confinamiento”. ¿Podemos permitirnos no querer participar en esta carrera (o más bien en las promesas infundadas que esta carrera transporta consigo)? Supongo que es la carrera artística de siempre, pero con más urgencia.
Lo que me parece importante, que también está sucediendo en la cultura de baile, es que al desaparecer los cuerpos anónimos (las espectadoras, las audiencias presenciales, las que bailan) es entonces cuando nos volvemos importantes y fundamentales. Porque no estamos y, al no estar, somos más visibles —y necesarias— que nunca. Y para volver a estar, tenemos que ser menos a la vez dentro de un mismo espacio. Del abducción a la reducción de públicos.
Recomendaciones. Berlín
En mi caso, la vuelta a una galería de arte sucedió antes de que pudiese imaginarlo. Reconozco que estaba disfrutando (sin saberlo) de la ausencia de culpa por no estar visitando suficientes exposiciones o conociendo nuevos proyectos. Yo no era consciente de que algunas estaban abiertas y, con la excusa del cumpleaños de una amiga, entramos en la exposición de Jean-Claude y Christo en Palais Populaire. Creo que llevar más de la mitad de la cara cubierta por una tela en una exposición de dibujos de grandes elementos en el entorno envueltos en enormes cantidades de tela es tan irónico como apropiado. Respirar es complicado al cabo de un tiempo. La dificultad respiratoria define la pandemia: tanto en la enfermedad como en las normativa para contrarrestarla. Me ayudó descubrir que se puede socializar con una máscara en la cara con personas que no conocemos, que las sonrisas y complicidad se concentran en la mirada. La comunicación no verbal es una de las cosas que más extraño.
Christo, L’Arc de Triumph, Wrapped, Place de l’Etoile – Charles de Gaulle, 2019. Foto: Wolfgang Volz
Christo, Wrapped Reichstag (Project for Berlin), 1987. Dibujo
Más que recomendar una exposición o un artista en concreto, recomiendo la experiencia de volver a ellas como una manera de perder miedos. Y de encontrar cierto bienestar en ellas, a pesar de la obligación de llevar máscaras. Hay algo positivamente ordinario en ellas: la prohibición de tocar es la de siempre. Y es aquí donde me preocupan aquellos proyectos artísticos que buscaban la intimidad del tacto o formas de comunicación no verbal (entre cuerpos desconocidos). Puedo compartir un deseo: volver a una exposición que me gustó especialmente. Crocopazzo! de Leila Hekmat en Isabella Bortolozzi. Me emocionó mucho descubrir una exposición donde el antropoceno y todas sus variantes no estuviesen presentes.
Leila Hekmat, Crocopazzo! Vista Expo en Isabella Bortolozzi. Foto: Roman März
Leila Hekmat, Crocopazzo! Detalle Instalación en Isabella Bortolozzi. Foto: Roman März
Carolina Jiménez
La vuelta a la “nueva (a)normalidad” —ha sido muy sintomático el reforzamiento de ciertos términos y formas heteronormativas en esta crisis– a espacios expositivos se va a ver muy afectada por la ausencia total del tacto. Los cuerpos aún tendrán que esperar para aparecer en su materialidad y en su complicidad con las tecnologías. No habrá hojas de sala, ni auriculares, no se podrá tocar nada, no pondremos tocarnos.
Hace unos días Achille Mbembe alertaba del privilegio de hablar de un tiempo “post-covid”. Aún cuando vivimos en una parte del mundo donde el sistema de salud pública ha sido objeto de un desmantelamiento durante años de negligencia organizada, en muchos territorios no van a lograr pasar por el “ojo de la aguja”. Así que es importante situar desde donde hablamos. Esta crisis ha puesto en evidencia el modelo bienalista, de museos franquicia, de exposiciones itinerantes, de grandes eventos y ferias internacionales, de los viajes en avión para conferencias de dos horas, del turismo del arte por su insostenible impacto ecosocial. Hace unos días se confirmaba el aplazamiento de la Bienal de Venecia de arquitectura un año y de la de arte, dos. Seguimos aferrándonos a un modelo tardocapitalista que no nos podemos permitir.
Retrato Carolina Jiménez. Foto: Patricio Rivera.
El arte debe reafirmarse como el espacio para pensar y para el hacer. Pero ha de hacerlo desde la escucha, y no como en esa suerte de contrarreloj de los primeros días de la crisis entre filósofos-marca por apuntalar teorías, o de ciertas instituciones por trasladar programas públicos al mundo digital.
El arte ha de insistir en los procesos de investigación, en otras temporalidades, en trabajar de manera situada, reticular, demandando más alianzas institucionales, pero no solo. También entre los diferentes agentes que la conforman, insistiendo en la hibridación de los medios del arte, del intercambio incesante de roles e identidades, porque esta crisis (como todas) no nos afecta a todxs con el mismo grado de violencia: los privilegios dentro del arte son una maleta invisible llena de provisiones especiales.
Por otro lado, esta crisis, más que ninguna otra, ha supuesto una toma de conciencia respecto a nuestra relación con las tecnologías, a la soberanía y descentralización de los medios de producción y acceso a los contenidos digitales, a la privacidad y a el papel ya insoslayable de los programas de código abierto y de licencias libres.
Recomendaciones. Móstoles, Madrid, Barcelona y Valencia
Como mi práctica curatorial opera actualmente entre Madrid y Barcelona, tiendo a pensar las dos escenas –y lo obsceno de ellas– en diálogo. Así, empiezo con el barcelonés Francesc Ruiz con Panal, y la exposición Humor Absurdo, con mucha presencia barcelonesa, empezando por la comisaria Mery Cuesta, que se ha atrevido a hacer un ejercicio muy complicado y lo ha resuelto increíblemente, ambas en el CA2M de Móstoles . De esta segunda expo destaco La Empanadilla de Móstoles de Toni Hervàs –a quien por cierto entrevisté para Neo2– y las cápsulas sonoras de Alba Rihe.
Salgo de Móstoles, y en Madrid destaco el entorno inmersivo, casi háptico, generado por Álvaro Urbano en El Despertar en La Casa Encendida. La muestra se inauguraba poco antes del confinamiento y volverá a despertar en julio… Una suspensión del espacio-tiempo, una ficción realizada, un espacio de fricción entre esas dialécticas convenidas: natural/artificial, decadencia/resplandor que limita lo (i)real, lo (in)vivible o lo (i)rrelevante.
Álvaro Urbano, El despertar. Foto (c) Trevor Lloyd
Álvaro Urbano, El despertar. Foto (c) Trevor Lloyd
Álvaro Urbano, El despertar. Foto (c) La Casa Encendida Arturo Laso
Álvaro Urbano, El despertar. Foto (c) La Casa Encendida Arturo Laso
Álvaro Urbano, El despertar. Foto (c) Trevor Lloyd
En Barcelona destaco dos exposiciones del MACBA que no llegaron a inaugurarse y que abrirán ahora con limitación de aforo y reconfigurando activaciones; la de Tony Cokes, comisariada por Anna Cerdà y De Disturbios, Lutos y Fiestas, comisariada por el grupo de investigación de Disidencias Sexuales del PEI, coordinado por Lucía Egaña. Entre medias, pasaría por Valencia para ir a Pols (espacio independiente comisariado por Paula García-Masedo, Carles Angel Sauri y Néstor García Díaz) a visitar la fabulosa exposición LMXJVSD de Marina G. Guerreiro, que trabajó en inmanencia con las goteras del propio espacio de manera deliciosa.
Marina G. Guerreiro, LMXJVSD, Vista Exposicion en Pols. Foto: David Zarzoso
Marina G. Guerreiro, LMXJVSD, Detalles Instalación en Pols. Foto: David Zarzoso
Marina G. Guerreiro, LMXJVSD, Vista Exposicion en Pols. Foto: David Zarzoso
Marina G. Guerreiro, LMXJVSD, Detalles Instalación en Pols. Foto: David Zarzoso
Marina G. Guerreiro, LMXJVSD, Vista Exposicion en Pols. Foto: David Zarzoso
Marina G. Guerreiro, LMXJVSD, Vista Exposicion en Pols. Foto: David Zarzoso
26 de mayo de 2020 a las 12:11
Gracias Miguel Angel por tu comentario. Primero aclarar que las exposiciones que las comisarias recomiendan no las han comisariado ellas, sino que las aconsejan. Por otra parte, más de la mitad de las expos del articulo precisamente presentan medios tradicionales, la primera “ORIENTAMEENELINTERIOR” de Aldo Urbano en Bombón Projects son pinturas, la de Christo y Jean Claude son sketches y dibujos de las instalaciones que han hecho por todo el mundo y “LMXJVSD” de Marina G. Guerreiro en Pols son esculturas. Obviamente el display en la galeria es importante y se presentan mediante instalaciones donde aparte de las obras en si colgadas en la pared o presentadas en podiums (al modo museístico del siglo XIX) se utilizan elementos del proceso o si, como bien dices, escenografías que hacen mas interesante la muestra. La instalación —caso de “El Despertar” de Álvaro Urbano en en La Casa Encendida— junto con el video arte (filmes) y la performance están considerados medios tan válidos y reconocidos como la pintura o escultura, mínimo desde los años 60. Solo resta aclarar que “Crocopazzo” de Leila Hekma se trata de una pieza de video arte inspirada precisamente en el teatro y la galeria además expone: el escenario, los atrezos y los trajes usados por los personajes en dicho video. Espero haber aclarado. Un saludo, Maria Muñoz
25 de mayo de 2020 a las 22:28
Cada vez que leo un articulo/comisariado de este tipo, no dejo de ver imágenes que ilustran un discurso de alguien que no es un artista pero los suplanta y a diferencia de ellos, si que viven del arte. Que diferencia hay entre este arte y el paisajismo, el interiorismo, el diseño de espacios escénicos, o el escaparatismo. Porque todas estos mediadores (críticos/as, comisarios, etc.) trabajan directa o indirectamente para el mercado del arte y no para el Medio Artístico? Lo mejor del artïculo la introducción.