Ya hemos podido ver Bohemian Rhapsody, el esperado biopic sobre Queen que llegará a nuestros cines el próximo miércoles, 31 de octubre de la mano de Bryan Singer. Estas son nuestras reflexiones.
Que Freddie Mercury ha sido el mejor cantante de rock de la historia y Queen una de las mejores bandas es algo que ya sabíamos desde hace años, igual que su injusto y prematuro final a manos de una enfermedad que en los ochenta era sinónimo de sentencia de muerte.
Que su sensibilidad, su capacidad comunicativa y su inconformidad tras la cámara convertían a priori a Bryan Singer en la persona ideal para dirigir este biopic era algo que se dio por hecho en cuanto confirmaron su nombre al frente del proyecto.
Y que la recreación del grupo (gestos, vestimenta, peinados, actuaciones…) iba a ser impecable era algo que ya descubrimos desde que los distintos tráilers y promos fueron poniendo nuestros dientes tan largos como los de Farrokh Bulsara.
Así pues, ¿qué nos ha dado Bohemian Rhapsody al entrar al cine?
Problemas en el paraíso
En primer lugar, la oportunidad de ver la historia de uno de nuestros grupos favoritos en pantalla grande. Busca la sala con mayor cantidad de pulgadas y mejor definición de sonido (no confundir con mayor volumen) y prepara tus ojos y oídos para disfrutar.
En segundo lugar, la épica actuación de Rami Malek (al que los seriéfilos conocíamos por protagonizar Mr. Robot) como Freddie Mercury, que le clava desde la primera pose al último baile pasando por la ejecución de sus manos al piano.
Algunos de hecho apuntan a su obsesión por el personaje como posible origen de los problemas que surgieron en pleno rodaje entre el actor protagonista y el director, que llevarían (fuesen estas u otras las razones) a Bryan Singer (que argumentó problemas de salud) a abandonar su puesto a los tres meses de grabación para ser sustituido por Dexter Fletcher en el tramo final.
Este tipo de deserciones a mitad de gestación no suelen sentar nada bien a las producciones, y el hecho de que Bryan Singer tampoco firmase el guion (cuando ha dirigido su propio libreto lo ha bordado) puede que hayan resentido el resultado final del filme, que por momentos se deja seducir por los tópicos de las películas roqueras: la banda que no quiere actuar en playback, el ninguneo al bajista, el endiosamiento del líder, la poco profundización en la personalidad de los otros miembros…
Live Aid
Dejando los problemas a un lado, asistiremos a recreaciones clavadas de la banda británica, desde el rodaje travestido del videoclip de ‘I want to break free’ a los punteos de guitarra de Brian May, que implicado como ha estado en el proyecto (productor ejecutivo y supervisor de la banda sonora, al igual que el baterista Roger Taylor) ha dado directamente sus consejos al actor encargado de encarnarle, Gwilym Lee.
Pero lo que deja sin aliento, lo que sustenta la historia y lo que hará olvidar todo lo anterior es la recreación del multitudinario concierto del Live Aid en el estadio Wembley de Londres en 1985, con los actores reinterpretando casi entera la mítica actuación del cuarteto de forma mimética.
La pantalla es capaz de transmitir la sensación de estar entre el público dentro de un evento tan irrepetible, y si eres fan de la banda (el público al que realmente está dirigido el filme) aquí es donde se te van a saltar las lágrimas.
Queen está más de moda que nunca, sus canciones no paran de sonar en anuncios televisivos, discotecas, radiofórmulas y películas mainstream. Podemos estar tranquilos, su legado durará para siempre. Te queremos, Freddie.