Héroes y villanos conviven con una satírica y mordaz armonía en el universo multicolor de Benja de la Rosa. Barcelonés y afincado en Madrid desde hace casi dos décadas, el hermano menor del aclamado actor Secun de la Rosa, se formó como actor y más tarde como realizador y guionista en la capital.
Transgresor, arriesgado, comprometido con los círculos artísticos más alternativos y con la escena cinematográfica y teatral más underground, Benja de la Rosa rehúye –como casi todos– de las etiquetas. Reivindica cada paso de su carrera y cada vivencia personal. Benja es un tipo que exhala modernidad, provocación y una cierta irreverencia, que discretamente desliza al hablar pausadamente de su visión del mundo, del cine, o de la tele.
Portada, retrato de Benja de la Rosa por Meriem Bakkali
En Terror y Feria, su revolucionaria web serie que veía la luz esta primavera en Flooxer, la plataforma audiovisual de Atresplayer (Grupo Atresmedia), y que han producido los Javis, comparecen además de los ineludibles arquetipos propuestos por Vogler en el mítico libro El Viaje del Héroe, una extensa gama de personajes al borde del precipicio. Tramas o minitramas conducidas por antihéroes, seres anónimos, trasterrados y desarraigados que aparecen ante nuestros ojos como fantasmas del mundo de Chicho Ibáñez, del cine de serie B, del cine de culto o de la tele setentera que transitaba entre el desarrollismo sociológico, el posfranquismo, el destape mezclado con terror y la movida menos amable, más contracultural. Todo esto es Benja de la Rosa, él nos devuelve con un oficio magistral y una poderosa energía lo mejor del siglo XX.
Fotos: Kiko Alcázar
Terror y Feria evoca al mencionado Ibáñez Serrador, a Hitckcock, a la Veneno y a John Waters. El Baltimore de Benja de la Rosa es Madrid, es el cine mesetario y son todos los elementos retro de la cultura popular española; son las muñecas flamencas, otrora inmortalizadas como zombis sobre los primeros televisores en color; son los papeles con estampados geométricos que encalaban las paredes de los pequeños pisos de extrarradio o las iglesias retrofuturistas de los barrios. Ahí están todas las conversaciones cotidianas y morbosas en el metro, los complejos colectivos, los miedos y todo el amasijo emocional y cultural centrifugado en una mente prodigiosa.
Me reencuentro con Benja de la Rosa 25 años después en la terraza de la sala Microteatro por Dinero. El tiempo ha volado. La última vez que lo vi fue en nuestra Barcelona natal, cuando el bar Zurich era el Zurich y Benja el chico más guapo y moderno de la capital catalana. Sigue siendo el mismo hombre rebelde y honesto. Mantiene su juventud intacta y su magnetismo imperecedero. Su mirada furtiva. Sus historias deudoras de un pasado fugitivo. Acabo de ver junto a él La Última Luna y Sabes que Estás, dos piezas de microteatro nacidas para la historia, para el culto, para evocar lo mejor de nuestra cultura pop. Le cuento que para documentarme fui a ver una peli suya, La Sexta Alumna, a un festival de cine de terror, rollo serie B. Todo muy experimental.
Vi tu peli, La Sexta alumna. Y debo decirte que me sentí desconcertado, atento y extrañamente feliz a partes iguales. Tiene un evidente sabor experimental.
Benja de la Rosa. Si, además confluyen varios géneros que me interesan; comedia, drama, intimismo costumbrista, terror y suspense.
Pero hay un género que prevalece. El terror, ¿por qué?
Benja de la Rosa. Sí, es un poco lo que hace avanzar mis historias. Provengo de los mediometrajes de Hitchcock en la tele, de las pelis de terror de Chicho Ibáñez, como La Residencia o de la lectura compulsiva de los cómics creepy. Vengo de la generación de “mi novio es un zombie”, del repunk y del extrarradio, con la tele como expresión cultural y el cine como forma de experimentar emociones.
Foto: Jose DaSilva
Películas como Viernes 13, La Residencia, El Universo de John Waters, el Super 8 y los plugin vintage marcaron mi vida y son mis referentes culturales. La trama, al final, es un pretexto para indagar en otras cosas, para abordar cuestiones como la soledad, el final del amor, la injusticia, el consumismo, la dominación o el racismo.
Sucede en la cocina, en el flamenco, en el arte contemporáneo y en el amor: la fusión de conceptos.
Benja de la Rosa. Los géneros, como te decía antes, nos permiten contar historias a partir de un tono. Ese tono es el que llega a la gente. Es como un perfume. Al final es un componente externo. Como un escaparate que te invita a entrar y profundizar en la narración más allá de la trama principal. A menudo, la que subyace de la mano de los personajes secundarios. Lo nunca dicho. Los sobreentendidos. Hitchock contaba varias historias más allá de su trama de suspense –digamos– principal. La fusión de conceptos, de géneros nos permite llegar al público con más capacidad de lenguaje.
¿Qué inspira tus historias?
Benja de la Rosa. Las experiencias propias y ajenas que le suceden a la gente cada día en cualquier parte. Más allá de toda esa cultura del éxito, el liderazgo, las audiencias o el “hacer limanada”. La gente superviviente, los héroes anónimos que nada tienen que ver con todo ese rollo zen, el coach. Sus miedos, sus pesadillas, que son los miedos y las pesadillas de una generación y una sociedad.
Todo eso caricaturizado.
Benja de la Rosa. Todo eso caricaturizado, sí.
¿Y cómo nace Terror y Feria?
Benja de la Rosa. Bueno, pues de toda esa caricatura posmoderna de nuestro tiempo. Del miedo y el rechazo que existe aún en la comunidad LGTBIQ. De la inseguridad que puede sentir un varón blanco cisgénero gay, socialmente aceptado y normativo, cuando se enfrenta a determinados inputs y fantasmas del pasado. La muerte como metáfora. Una muñeca asesina de gays. Las nuevas formas de exclusión en un mundo que se debate entre las libertades absolutas y la autocensura.
Cuando te adentras en la trama; cuando los personajes cobran vida propia y escapan a tu control, ¿pensaste en algún momento que tal vez este guión terminaría en la mesa de los Javis y en la parrilla de Atresplayer?
Benja de la Rosa. No por dios, jamás. A los “Javis” les conozco hace años. Hemos colaborado; coincidido tantas veces en lugares como este, el Microteatro por Dinero, en la Escalera de Jacob, en el Teatro Lara. En los bares y con amigos; en cenas y charlas y colaboraciones. Cuando escribo nunca mido las consecuencias. Lo natural es estar en contacto con tu público, sabiendo que a alguien le interesará todo lo que cuentes, pero nunca pienso en esto en términos comerciales. Supondría una presión que yo no sabría abordar.
Fotos: Jose DaSilva
¿Crees que después de tanto tiempo de no ver nada fresco, estamos ante un relevo generacional?
Benja de la Rosa. No sé. Yo creo que debemos aprender a convivir. Aquello que ya está consolidado y forma parte del relato audiovisual de nuestro cine, de nuestra cultura. Cuando me preguntan cosas así –no se si será tu caso–, suelen tener en la cabeza a Almodóvar. Es como si esto que ahora parece haber irrumpido con fuerza: Los Javis y su Llamada, Paquita Salas, el mundo Netflix, y yo mismo, tuviéramos la responsabilidad de superar algo o de, no sé, ser los sucesores de Pedro. Y no, para nada. Pedro está ahí, sigue ahí facturando historias maravillosas. Lógicamente entra gente nueva en escena con nuevas formas de contar historias.
¿Cómo te planteas el futuro de la industria?
Benja de la Rosa. Bueno, en algunos países los guionistas ya presumen de pleno empleo gracias a las nuevas plataformas, a las nuevas fórmulas de hacer ficción. Creo que indudablemente tenemos una gran oportunidad por delante. Tenemos la posibilidad de generar contenidos y segmentar el público.
¿De qué forma vives el amauterismo reinante? Quiero decir, todos nos hemos beneficiado de él, pero la institucionalización de Instagram, los stories… ¿Cualquiera puede hoy contar historias a partir de formatos de este tipo?
Benja de la Rosa. Yo soy muy del siglo XX y todo eso me interesa muy poco, aunque entiendo que es la cruz de la misma moneda que tiene como cara mi respuesta anterior. No creo en ese futuro cutre y fascistoide que alumbran esos que dicen que la gente ya no va a leer, ni a ir al cine, ni al teatro. Que solo quieren ver stories de seis segundos. Que nos van a implantar un chip y que seremos como zombies consumiendo contenidos SEO. No creo en nada de eso. Sí es cierto que los formatos son cada vez más visuales, pero se lee, se escribe, y se piensa. Sin eso no hay arte, ni cultura, ni publicidad, ni nada.
Y para terminar, ¿se puede ser indie para siempre?
Benja de la Rosa. No se si soy indie o underground, experimental, transgresor o cualquier otro tag de esos que tanto os gustan a los periodistas. Lo que sí te digo es que no soy mainstream. No porque no quiera serlo. No por militancia ni por devoción a la escena alternativa. Simplemente no puedo pensar, ni crear en esos términos. No creo que lo vaya a hacer nunca.
Me encanta contar historias desde la perspectiva de la calle, su pulsión, esa vibración, la energía … no quiero perder eso.
Foto: Meriem Bakkali
Texto: Jaume Amills. Edición: María Muñoz