El festival vasco vuelve a reventar las quinielas con un cartel y asistencia de lujo
Bilbao, ciudad de contrastes; de talos, poteo, y txikiteros, Puppy, Guggenheim y San Mamés, donde puede brillar el sol más radiante o llover de forma torrencial, y el lugar perfecto para descubrir que el norte y sus gentes no son tan fríos como los pintan en los anuncios de cerveza. Más de 105.000 personas repartidas entre los días 11, 12 y 13 de julio hicieron vibrar las laderas del monte Kobeta, convirtiendo esta edición en la segunda con más afluencia de la historia del festival. Aunque como siempre llega el momento de hacer balance de los tres días de destrucción para la salud y el bolsillo que supone cualquier evento de este calibre. Tras dejar el coche en el parking del BEC de Barakaldo (7 euros por cinco días, punto positivo) y coger un par de autobuses que más tarde serían el quebradero de cabeza de muchos de nosotros, llegamos a la cima de Kobetamendi, donde montamos nuestro campamento base. El epicentro del campamento, la nevera, pronto se vio desplazado por la sombrilla ya que las altas temperaturas junto al sudor destilado de la resaca no suelen ser buenos compañeros, y aunque se echó de menos la sombra, las duchas y el garito de la birra fueron los mejores aliados de los campistas. Pero dejemos las anécdotas para centrarnos en lo más importante, el cartel:
Jueves. Pese al inconveniente de ser los primeros, los londinenses Toy consiguieron atraer la atención del público que iba accediendo al recinto dejando un muy buen primer sabor de boca, que completarían grupos como Alt-j, Billy Talent y Editors quienes consiguieron llenar el escenario Bilbao tirando de sus temas más míticos. Charles Bradley and his Extraordinaries volvieron loco al público con un repertorio de soul guiado por la voz prodigiosa de su cantante y unos bailes que no dejaron a nadie indiferente. La temperatura fue aumentado con el grupo más esperado del día, Depeche Mode que como siempre no defraudó y consiguió meterse en el bolsillo a una marea humana que coreó tanto sus últimos temas como los muchos grandes éxitos que la banda de Essex lleva a sus espaldas. Para ir terminando la noche nada mejor que Two Door Cinema Club, que con su buen rollo y ritmos pegadizos hicieron bailar a la gente hasta casi desfallecer, por lo que el humor castizo y etílico pronto los rebautizó como “Sudor” Cinema Club.
Viernes. No hay mejor despertador que el sol llamando a la tienda de campaña, así que tras la consiguiente hidratación en grandes cantidades y la larga espera hasta la apertura de puertas, Spector fueron los encargados de inaugurar la jornada. Continuaron Benjamin Biolay y Carl Barât que sorteando ciertos problemas de sonido consiguieron salvar los muebles, hasta que llegó la catástrofe y una lluvia torrencial obligó a suspender los conciertos de Mark Lanegan y The Vaccines, quienes tan solo pudieron tocar unos pocos temas. Tras este inevitable incidente Fuel Fandango y Klaxons reactivaron a la gente desde la primera nota. Kings of Leon con su directo limpio y potente embelesaron al público con temas relajados para finalizar con la explosión sonora de “sex on fire”. PiL, el grupo de John Lydon, antiguo componente de Sex Pistols, sirvió de antesala a la fiesta ofrecida por 2manyDJ´s y que David Kano y The Warriors DJ´s supieron rematar a la perfección.
Sábado. El último y más multitudinario de los tres días de festival, con cerca de 37.000 asistentes que disfrutaron de bandas como Jamie N Commons, los primeros de la tarde, The Hives, que aunque no tenían el mejor horario emanaron energía por los cuatro costados y demostraron que son carne de directo, Delorentos o The Bots. La banda neoyorkina Vampire Weekend ofreció un remanso de paz con sus melodías frescas y desenfadadas hasta la llegada de Green Day, la actuación principal de la noche, quienes durante más de dos horas y media de concierto, el más extenso de todos, dieron un repaso a su discografía y demostraron ser la prueba fehaciente de que la gente busca espectáculo además de buena música en un concierto festivalero. Y ya viendo que todo llegaba a su fin, nadie como We Are Standard, que hicieron arder la carpa Vodafone o Fatboy Slim para despedir un festival repleto de chimichurri, noodles, jägerbomb, pero sobre todo de grandes momentos y que, año tras año, ha conseguido establecerse como evento de referencia en el panorama musical nacional.
Fotos de grupos: musicsnapper & Tom Hagen
Fotos de ambiente: Sergio Soriano Puerta