“El binomio de Newton es tan bello como la Venus de Milo”.
Fernando Pessoa
Los nuevos avances científicos y tecnológicos son clave para entender la estética del siglo 21. El arte contemporáneo está inspirado, cada día más, en la innovación científica y tecnológica. Los artistas contemporáneos no sólo reflexionan a través de sus obras sobre los nuevos avances científicos y tecnológicos sino que utilizan la ciencia y la tecnología como herramienta y nueva forma de expresión, adquiriendo las competencias técnicas necesarias y trabajando con equipos especializados. Se adivina un futuro apasionante y prometedor. ¿Hacia dónde nos dirigimos?
Janet Echelman, 1.8, Londres (2016). Foto: Ema Peter.
La relación entre el arte y la ciencia ha sido constante a lo largo de la historia y son términos inseparablemente unidos desde la antigüedad. Aristóteles ya describe el arte (téchne) como toda producción humana a partir de la cual se crea una realidad que hasta entonces era inexistente. Durante los siglos 15 y 16, la gran figura que personificó el ideal humanista fue Leonardo da Vinci. Leonardo observó de cerca el mundo estudiando la fisiología y la anatomía humana con el fin de crear imágenes convincentes. Sus anotaciones en las 6.000 páginas de sus cuadernos revelan la personalidad de un genio adelantado a su tiempo; un espíritu apasionado por la investigación científica y por la inventiva mecánica. Sus dibujos son un claro ejemplo del concepto renacentista de la integración de todas las disciplinas.
Julian Melchiorri, Cocoon (2014).
En el siglo 21 vivimos un segundo Renacimento con la aparición de numerosos artistas que practican diferentes disciplinas y que recurren a la biología, la robótica o la realidad virtual para explorar nuevas formas de expresión creativa. Casi todos trabajan con equipos cuyos miembros aportan distintas especialidades científicas y tecnológicas. Además, algunas obras ya no se producen en el estudio, sino en el laboratorio. Una de las claves es la investigación, liderada por creadores de distintas generaciones que presentan proyectos desafiando nuestra apreciación del mundo y planteándonos una nueva relación con la ciencia y la tecnología.
Joanie Lemercier y James Ginzburg, Nimbes (2014). Foto: Sebastien Roy.
¿Y el futuro? Nick Bostrom, fundador del instituto The Future of Humanity de la Universidad de Oxford sienta las bases para entender el futuro de la humanidad y de la vida inteligente en su libro “Superinteligencia: Caminos, peligros, estrategias” (2016). El libro ha recibido el respaldo de las mentes más brillantes de Silicon Valley como Bill Gates y Elon Musk y ha causado un gran impacto en la comunidad científica y tecnológica. Bostrom plantea que la inteligencia artificial podría en un futuro superar a la inteligencia humana, llegando a ser extremadamente poderosa. Así que tal vez algún día las máquinas sean las responsables de la producción artística. Pero como este planteamiento pertenece todavía al futuro, analicemos el presente.
Alinta Krauth, Shadows blister those who try to touch (2015).
Tecnología Aeronáutica
La artista estadounidense Janet Echelman remodela el espacio aéreo urbano con esculturas monumentales realizadas con redes de pesca y partículas de agua atomizada. Echelman combina el arte antiguo con la tecnología más vanguardista y en su equipo colaboran un grupo de profesionales que incluye desde ingenieros aeronáuticos a mecánicos o arquitectos. Janet fue profesora en Harvard y su charla TED titulada “Taking Imagination Seriously” ha sido traducida a 34 idiomas. Una de sus obras más recientes se titula “1.8”. Esta escultura blanda y voluminosa se suspendió entre los edificios de Oxford Circus, la zona más transitada de Londres. La instalación estaba compuesta de capas de fibra, trenzada y anudada en tonos vibrantes que cambiaban de posición con el viento creando una coreografía de colores ondulada. Por la noche, la escultura cobraba vida con luz de color proyectada. Otro ejemplo de su trabajo es “As if it were already here“ (2015). Una escultura monumental ubicada en Boston realizada con una malla interconectada de más de medio millón de nudos.
Makoto Azuma, Exobiotanica-Botanical Space Flight (2015) Foto: Shunsuke Shiinoki.
Electrónica Visual y Realidad Virtual
El francés Joanie Lemercier está interesado en el estudio de la proyección de luz en el espacio y su influencia en nuestra percepción. En 2013 fundó un estudio creativo en Nueva York, en el que investiga y desarrolla obras de arte y experimentos con luz proyectada en el espacio. El proyecto titulado “Nimbes” fue una colaboración entre Joanie Lemercier y el artista de sonido James Ginzburg. “Nimbes” es una instalación audiovisual que explora las fronteras entre lo natural y lo artificial, cuestionando la soledad de la naturaleza y situando a la audiencia en el centro del universo. También la artista Alinta Krauth estudia en “Shadows blister those who try to touch” los vínculos entre el arte interactivo, el arte sonoro. Su obra se basa en temas científicos y tecnológicos.
Olafur Eliasson, Spherical space, 2015. Studio Olafur Eliasson, 2015. Foto: Jens Ziehe. © Olafur Eliasson.
Nanociencia
Julian Melchiorri está interesado en la relación de la sociedad con la tecnología. Conocido internacionalmente por el proyecto visionario de hojas artificiales “Silk Leaf“, sus trabajos se encuentran entre el arte, el diseño y la ciencia y exploran nuevos escenarios y oportunidades con experimentaciones innovadoras de materiales y mecanismos. Melchiorri es el autor de “Cocoon”. Una escultura de luz desarrollada con nano-ópticas de proteína de seda. La idea de “Cocoon” surgió como fruto de la investigación que Melchiorri realizó sobre las propiedades de la proteína de seda. Después de elaborar una disolución de proteína de seda de gusano, el artista añadió 2.700 nano-prismas usando tecnología de haz de electrones. Cuando miramos una emisión de luz, percibimos normalmente una fuente blanca dada la pequeñez de su longitud de onda que unifica todos los colores. Cuando un rayo de luz atraviesa los nano-prismas se refracta y la onda se dispersa hasta desvelar su verdadera composición. “Cocoon” está iluminada por un sólo Led de 1 vatio y la luz es refractada por múltiples capas de bio-óptica meticulosamente ordenadas para crear el efecto inspirado en estructuras naturales y patrones fractales.
Geodesia
La percepción sobre el movimiento es un tema recurrente en el trabajo de Olafur Eliasson. En su estudio berlinés, cuenta con un equipo de noventa artesanos, técnicos, arquitectos e historiadores del arte. En “Spherical Space” el artista recurrió a dos marcos de acero inoxidable conectados a intervalos frecuentes y regulares. Dispuestos uno dentro del otro con innumerables triángulos de aluminio y vidrio, la escultura traza líneas geodésicas. Una sola bombilla en el centro de la esfera proyecta sombras creadas por los triángulos y el marco, permitiendo crear en el espectador la ilusión de un cambio constante.
Tecnología Aeroespacial
La iniciativa artística llamada “Exobiotanica“, liderada por el artista japonés Azuma Makoto consiguió enviar un bonsai al espacio. En colaboración con John Powell de JP aeroespacial el equipo completó el primer vuelo espacial botánico con este pequeño árbol y un arreglo floral. Suspendido de un marco de fibra de carbono y lanzado con un globo especialmente equipado en el desierto de Nevada, la misión fue ideada para permitir que diferentes plantas viajasen hacia lo desconocido, lejos de la tierra. Bajo el mando de la gravedad a una altitud de 30.000 metros y a menos de 50 grados centígrados las plantas se transforman para el artista en “exbiotica” (vida extraterrestre).
Bioingeniería
¿Y si pudiésemos fabricar nuestra propia luz durante la noche, personalizar y fabricar nuestra comida o crear nuevos materiales o combustibles? Los científicos ya están utilizando la biotecnología para hacer todas estas cosas en los laboratorios. Pero ahora, la artista canadiense Julie Legault ha creado un kit de escritorio fácil de usar llamado Amino One, con el que da la posibilidad de hacer crecer células vivas. El Amino es una plataforma general consistente en un ordenador (el Amino) y un software (aplicaciones Amino). Como plataforma permite ejecutar diferentes “Apps” con los ingredientes que se necesitan para la creación de células mediante bioingeniería y para mantenerlas vivas. Los laboratorios Amino fueron fundados por Legault, basándose en su tesis para el MIT Media Lab, en 2015. Amino es la primera plataforma de bioingeniería a disposición del público en el mundo que se puede utilizar en casa, en los laboratorios y en las escuelas.