Duran Duran y Madness triunfan en un festival 100% british.
Extraño lugar Gibraltar. Con una extensión de apenas siete kilómetros cuadrados -unos 700 campos de fútbol, para que nos entendamos- concentra en su interior todo el imaginario británico: las cabinas rojas de teléfonos, los pubs con nombres de animales, los antiguos autobuses de dos pisos reconvertidos en enormes vallas publicitarias ambulantes… Por supuesto, también hay notables excepciones, como la circulación, que por pura comodidad se mantiene a la derecha. ¡Qué lío sería cruzar la frontera y cambiar de carril! Frontera que rigurosamente hay que atravesar cada vez que se quiere entrar en territorio gibraltareño, fomentando así la sensación de estar viajando a otro país.
Basta con mirar el cartel del Gibraltar Music Festival para confirmar que, en efecto, esa pequeña porción de territorio se encuentra más cerca de las islas británicas que de la península ibérica, al menos en cuanto a música se refiere. Apenas dos grupos españoles destaca entre los cabezas de cartel: Supersubmarina y -curiosamente- Estopa. El resto es una amalgama de clásicos ochenteros -Duran Duran, Madness-, grupos indies de mayor o menor éxito en el Reino Unido -Kaiser Chiefs, The Feeling- y superventas adolescentes extraídos de programas televisivos -Little Mix. Una mezcla equilibrada destinada a encandilar tanto a padres como a hijos. Porque si hay otro aspecto que defina a este festival es su carácter familiar, empezando por el ya mencionado cartel, al que hay que añadir un horario apto para todos los públicos -conciertos de 12 a 12, aunque los Djs se alargan hasta las 2- y propuestas de entretenimiento alternativas como las que ocurren en el escenario Circus -castillos hinchables, espectáculos de magia y marionetas. Todo penado por y para un público en su mayoría británico que colgó el cartel de “no hay entradas” -perdón, sold out– y que generó largas colas para acceder al recinto del Victoria Stadium, especialmente el primer día.
Una vez aclarado el contexto en el que este festival se mueve, no resultó raro comprobar cómo prácticamente la totalidad de los conciertos contaron con una más que notable afluencia de público. Comenzando con Lawson, banda cuyo álbum de debut, Chapman Square consiguió ser disco de platino y colarse en el top 5 de las listas británicas. Su fórmula no es novedosa: un inofensivo pop-rock bien cagado de estribillos coreables con tendencia a lo independiente bien envuelto en un formato de boyband macarra. Todo un imán para las adolescentes que se pintaban la cara con los nombres de sus ídolos. Terminaron por meterse a todo el mundo en el bolsillo con una versión rockera de “Hold my hand”, de Jess Glynne, la última sensación pop del momento. El cambio de género y estilo llegó con Little Mix, grupo surgido del conocido -y replicado- programa cazatalentos The X Factor. Cuatro chicas a la moda que, sin más acompañamiento que las bases pregrabadas y unos visuales resultones, desgranaron poco a poco su amable mezcla de rap, soul, R&B y unos ramalazos trap ahora tan de moda. Voces de nivel y pose bien estudiada -resultado de pasar tantas horas en la tele- que, sin embargo, no les valdrá para alcanzar el nivel de Destiny’s Child, de las que se han confesado admiradoras. El público encantado, eso sí.
Lawson. Foto GMF/DM Parody
Little Mix. Foto GMF/DM Parody
Un recibimiento igual de efusivo pero menor en número recibió The Feeling, otra de aquellas bandas que surgió con la explosión del indie-rock británico que se produjo a mediados de los dosmil. El concierto se basó en un ejercicio de nostalgia a base de los éxitos que los colocaron en lo alto de las listas la pasada década, combinados con un medley de clásicos de los Beatles, Queen, The Who, The Kinks y similares. Actuación más que correcta que, de haberse producido hace diez años, hubiera provocado mucho más impacto. En un registro muy diferente se produjo la actuación de Third World, una de las bandas de reggae más longevas de todos los tiempos -celebraban sus 41 años en esto de la música. Funk, pop, rock, rap, dancehall y por supuesto reggae se fueron entremezclando de manera sutil en una oda al baile y a la liberación de la gente oprimida. Los temas se sucedían con una sensibilidad y habilidad de quien ostenta la experiencia que estos seis músicos hacen gala, consiguiendo que un estilo en principio tan alejado del resto del cartel nos sorprendiera gratamente.
The Feeling. Foto GMF/DM Parody
Llegaba el turno de los cabezas de cartel, cuando la afluencia de público se empezaba a hacer algo agobiante. Nadie se quería perder a Paloma Faith, que nada más comenzar el concierto se convirtió en protagonista involuntaria del festival, al comenzar su actuación con un desafortunado “Hola España”, y continuar declarando que “se sentía muy feliz de estar en un lugar que era como ella, mitad inglés mitad español” -su padre es de nuestro país. Los abucheos no se hicieron esperar y la cantante tuvo que disculparse al día siguiente en su cuenta de Twitter. Anécdotas aparte, la actuación tuvo sus altibajos y distó mucho del nivel al que la actriz y cantante nos tiene acostumbrados. Con un escenario ambientado como una gran sala de fiestas y acompañada de una amplia banda, la británica sólo brilló en la interpretación de los singles como ‘Ready for the good life’ y ‘Mouth to mouth’. Sin acabar de encontrar la voz se atrevió incluso con una versión de Hendrix, ‘Purple Haze’, que pareció deleitar al estadio. La curiosidad de la noche corrió a cargo de Estopa, banda sin -aparentemente- nada que ver con el resto del cartel, pero que congregó a una multitud de fans que corearon sin desmayo los éxitos más notables de los hermanos Muñoz, que no dudaron en demostrar que no manejan muy bien el inglés. Único concierto de los catalanes antes de estrenar su próximo disco, del cual ya han presentado el primer single, ‘Pastillas para dormir’. El final de la jornada se acercaba, a falta de la actuación de Duran Duran, sin duda los más esperados. Tres décadas después de alcanzar el éxito y convertirse en uno de los grupos más superventas de su generación, los ídolos románticos están de vuelta y a punto de publicar su decimocuarto disco, en el que han contado con la producción de Mark Ronson y Mr. Hudson. Esto se hizo notar y mucho en los temas nuevos que presentaron, con una electrónica más propia de esta época. Aún así, no faltaron los clásicos como ‘Hungry Like The Wolf’ u ‘Ordinary World’, que interpretaron con la energía necesaria para demostrar que lo suyo aún tiene para largo. Actuación redonda de principio a fin.
Paloma Faith. Foto GMF/DM Parody
Duran Duran. Foto GMF/DM Parody
La jornada del sábado nos daría una estampa a la que no estamos muy acostumbrados. Supersubmarina, eternos cabezas de cartel de todos los festivales de nuestro país, apenas congregaban a un centenar de personas con más curiosidad que devoción por los de Baeza, que ofrecieron un concierto correcto. La hora -las cinco de la tarde- tampoco sirvió de gran ayuda. Una prueba más de las enormes diferencias a uno y otro lado de la frontera. El que sí reunió a una gran masa de seguidores fue Dub Colossus, cuya mezcla de dub, funk y ritmos etíopes puso la nota de color a una tarde de meteorología gris. Si algo se echó en falta fue la interminable lista de cantantes con los que Nick “Dubulah” Page suele contar. Bien presente estuvo James Bay, que con tan sólo 25 años se hizo en febrero de este año con el BRIT Critics’ Choice Award y ha actuado en plazas como Glastonbury o el festival T in the Park. Aires de rock noventero con los que acompaña una voz sobresaliente le han valido todos esos reconocimientos, revalidados en una actuación donde se pudo comprobar como su pericia con la guitarra y su carisma bien merecen al menos una escucha.
Supersubmarina. Foto GMF/DM Parody
Y si el día anterior habíamos regresado diez años atrá con The Feeling, el sábado volveríamos de nuevo con Kaiser Chiefs. Puede que sus dos primeros discos supusieran un soplo de aire fresco cuando fueron lanzados, pero una década viendo a Ricky Wilson repetir una y otra vez los mismos gestos histriónicos acaba por ser aburrido. Cero sorpresas en cuanto al repertorio, bien cargado de himnos y focalizado en sus primeras entregas. Poco riesgo ante un público entregadísimo dispuesto a cantar todos los ooohhhhss que hicieran falta. Antes del final el público abandonaba el recinto para ir a ver a Madness. La banda de referencia -junto a The Specials- del sonido 2 Tone y ska que vivió su apogeo a finales de los 70 y principios de los 80 supo hacer de sus canciones toda una fiesta que, si bien iba orientada a la gran cantidad de fans que allí se daban cita, supo divertir también al público más joven, gracias a una complicidad única entre los miembros y de estos con el respetable. Por supuesto, la locura colectiva se desató con ‘One step beyond’ y ‘Our house’, dos buenos ejemplos de la versatilidad de una banda que conserva la elegancia y las ganas de hacer bailar de los primeros días. Sin duda el concierto más entretenido del festival. Todo lo contrario al cierre que ofrecieron Kings of Leon. Esperados con ansiedad por los más jóvenes, los de Nashville se mostraron sosos desde el primer tema, con la impresión de estar allí para cumplir. Anunciaron que sería su último concierto en mucho tiempo, pues se van a meter a grabar su próximo disco en breves, y puede que las ganas de acabar la gira pesaran más que las de hacer un buen concierto. La ejecución fue impecable, pero la pasividad evidente hacía mella en unas canciones que no lograban conectar con los oyentes, salvo el cierre final con ‘Use somebody’ y más obviamente ‘Sex on fire’. Si algo hay que destacar fue el increíble trabajo con los visuales, con una sincronización perfecta y una originalidad que pocos pueden lograr.
Kaiser Chiefs. Foto GMF/DM Parody
Kings of Leon. Foto GMF/DM Parody
Un cierre algo amargo para la cuarta edición de un festival atípico, agrupa los recientes números uno de las listas británicas, tan difíciles de ver por nuestro país y que supone una experiencia distinta para todo aquel que esté cansado de los carteles duplicados.
Foto de cabecera: James Bay, GMF/DM Parody