SOHN EN NUEVA YORKCRÓNICA DEL CONCIERTO DE SOHN EN EL MUSIC HALL OF WILLIAMSBURG. Por Marc Muñoz

El pasado 31 de octubre el inglés SOHN se presentaba en el Music Hall of Williamsburg (Brooklyn) con la difícil papeleta de atraer a su público pese a la coincidencia con Halloween, una de las festividades más populares y con más tirón en territorio norteamericano. Supongo que el pulso se le normalizó cuando vio que el público accedía al recinto embutido ya con sus disfraces y dispuesto a empezar desde ese mismo instante una larga noche de celebración. Antes de asaltar el escenario con su Tremors, debut en larga duración publicado en abril de este año por el sello 4AD, un joven trío de Brooklyn, Wet, vestidos según requiere su enraizada tradición, es decir zombies, vampiros y brujas, ejercieron de teloneros con un pop electrónico de claras reminiscencias a otro trío, CHVRCHES. Una similitud que no pasó por alto al trío escocés ya que los eligieron para abrir los conciertos de su tour norteamericano.

SOHN EN NUEVA YORK

Tras el efectivo despliegue de estribillos pegadizos de Wet llegaba el momento de valorar la propuesta escénica del músico británico afincado en Viena, que tras su estupendo debut, y su trabajo como productor para otros artistas: Rhye, Lana del Rey, Banks, ha ganado peso mediático a lo largo de los últimos meses. Christopher Taylor, el hombretón de gran envergadura que se esconde detrás de SOHN, subió con su inesperable capucha sobre el escenario y lo primero que hizo fue saludar efusivamente a una sala abarrotada, acorde a un “Sold Out” de hacía varias semanas. Acompañado por dos teclistas, uno de ellos armado también con un bajo, y con el propio Taylor desdoblando esfuerzos en sintetizador y micro, poco tardó la banda en aclimatarse a las condiciones del local, mediante ese ambient envolvente que logra levantar con atmósferas electrónicas tenues, pero ricas en matices, y una voz agigantada, impulsada por percusiones de gran calibre.

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Desde los primeros compases su música se acopló dócilmente y sin estridencias entre los oídos de los presentes. Mientras incitaba el ánimo del público, éste le respondía y viceversa, en un juego de energías muy reconfortante. Tras encadenar los temas de su disco con elegancia, precisión, sin cambios inesperados, sin improvisaciones que se salieran del guión, probablemente lo más criticable de su show, Sohn completó su directo de manera perfeccionista, en uno de esos casos en que es igual de complicado destacar algún elemento que destaque sobre el resto como el intentar buscar algún pero. No hubo ningún “pero” durante la noche del viernes. Menos aún en su tramo final, cuando el músico enfiló el cierre con una “Lessons” a la que subió el ritmo, y potenció las percusiones para acalorar la sala antes de que el público que se cobijaba fuera lanzado de nuevo al frío de la calle. Para terminar, de nuevo algo más acelerado de lo habitual, con un bis compuesto por “The Wheel”. Una sola canción para finiquitar la actuación, propio de un debutante que no tiene más material del que proveerse. Fue una velada breve, pero bonita.