M A J E S T A DFoto: Alicia Guirao

MAJESTUOSA SÍNTESIS EXPERIMENTAL

Y cayó en mis manos el trabajo más interesante, no sólo de lo que llevamos de 2014, sino de todo lo que se ha hecho en pro de nuestra escena nacional en los últimos años. La propuesta de M A J E S T A D encierra en “Música para pelear” un debut naif y experimental, de sonidos perturbadores y parco en palabras. De sofisticada manifestación conceptual donde la música se convierte en capital y la letra, cruda y excelentemente bien elegida, conquista categórica e hiriente. Porque Pepo Márquez (Grande Marlaska, The Secret Society y Buena Esperanza), compositor de la mayoría de estas canciones, ha sabido dar en el clavo de la intensidad y la empatía, sin agotar ni entorpecer el discurso. De ahí la ausencia de estribillos en todos los temas o incluso de letra, como en la épica “Catedrales”. Sólo vehemencia y meta introspección con sentencias como “Mejor sufrir siendo tú el culpable, que el sufrimiento siendo inocente” del tema “Madrid” o “Haces el mismo ruido que cuando descubrí que habíamos muerto”, la única frase que se escucha en “El mismo ruido”, tercer corte del disco, el más brillante y desconcertante. Que comienza con una intro tan orgánica que incomoda, hasta llevarnos de la mano a la grandilocuencia instrumental de su último minuto, con la que han sabido colorear el tenebrismo y hacernos sentir como en casa dentro de él.

M A J E S T A D

Grabado entre los Red Bull Music Studio de Madrid y los Estudios Super A, por Oswaldo Terrones y Raúl Santos, las seis canciones que componen este primer disco de M A J E S T A D -en el que también se encuentran inmersos Jorge Ramos (Nine Stories), Alicia Guirao y el propio Raúl Santos- son las guías de una oscuridad que cala en los huesos, de un hiperrealismo que duele y que se clava incisivo a base de samples y frialdad tecnológica. “Segunda disciplina”, tema que abre el disco, es un buen ejemplo de ello, intimidante y atormentado. Los autómatas se cuestionan su sino en “Sendero luminoso”. “Vidas reducidas a mostrar talentos que nadie se cree”, dice la canción. Palabras que retumban envueltas en ráfagas de viento color negro, y que acompañan a la música que sigue sonando. A veces, parecen distinguirse instrumentos digitalizados como órganos, violines e incluso chelos en “Una Casa (que ya no es mi casa”). Mientras tanto, las voces a coro nos hablan del egoísmo del amor y la desazón cuando este falla, pero de una forma elegante y nada trillada. Un debut sombrío que luce en la actualidad. Majestuosos los cuatro de M A J E S T A D, sobre todo en la utilización de tres parámetros poco corrientes que los ha llevado a la creación de un trabajo sublime: la síntesis conceptual, la entropía sonora y la magnificación de significado alcanzando el sentido literario en un disco.