“NO QUIERO SOBREVIVIR. QUIERO VIVIR”
Cinco palabras que, pronunciadas por el personaje de Solomon Northup minutos después del inicio de esta película, corresponden al lenguaje del hombre libre. Y es que si algo distingue la historia (real) del hombre cuya autobiografía inspira la película homónima de Steve McQueen es la premisa del pájaro criado fuera de la jaula, acostumbrado a saborear las mieles de la libertad, que, una vez encerrado, se obliga a sí mismo a calzarse el sayo de la sumisión en un entorno en el que la dignidad es enemiga de la supervivencia. Vertebrado en torno a esta dicotomía dentro-fuera, el relato evidencia el pulso firme y atinado del director en una narrativa clásica y compacta, que, si bien transparente en su definición de protagonistas y antagonistas, se aleja de reduccionismos simplistas gracias a una materia prima que no ha lugar a lo especulativo y que distribuye magistralmente las filias y fobias con unas líneas de guión precisas que adquieren su pleno sentido en boca de sus extraordinarios actores. Del viraje (externo) hacia el pragmatismo mientras el contraste y la memoria enturbian la conciencia, si por algo deja un poso este título es por la legitimidad que su condición de real imprime a este abogo por la lucha y a la convicción de que la heterogeneidad y el libre albedrío de pensamiento y obra son la verdadera y única constante de la condición humana.
12 años de esclavitud se estrena hoy, 13 de diciembre, en cines