Kurt Cobain en los estudios Sony de Nueva York, 1993
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Hay algo especial en la década de los noventa que nos mantiene melancólicos incluso a quienes nunca fuimos adolescentes durante esos años. Quizás se trate de la envidia hacia una generación que tuvo la suerte de despedir un siglo abarrotado de grandes avances, para abrazar con fuerza la llegada de un milenio con un futuro bastante incierto. O quizás, tan solo se trate del desprecio hacia el impasse artístico y creativo que hoy en día, intentamos superar con fuerza. Sea cual sea la razón, el periodista y gestor cultural Popy Blasco ha sabido reflejar en su nuevo libro, Yo fui teen en los 90, todos los fenómenos sociales y culturales que han marcado indudablemente la vida de los adolescentes de aquella década. Desde la irrupción mundial de Internet hasta el auge de los nuevos contenidos televisivos, todo fue experimentado bajo la mirada de una juventud que dejó de luchar por la fama, el éxito y el dinero. Una juventud para la que las promesas ilusorias, a la par que su inocencia, habían dejado de cobrar significado.
La cadena mundial de alquiler de películas y videojuegos ‘Blockbuster’
Con la llegada de los noventa, no solo cambió la mentalidad de los más adolescentes, sino que también se transformó al completo la estructura de la sociedad española. El sistema educativo abrió paso a la temible ESO, cuyas estadísticas nos dejaron por debajo de todos los índices europeos. Menor exigencia, menor conocimiento y, por supuesto, menor cultura del esfuerzo. Estos datos, entremezclados con otros factores políticos, nos impidieron competir contra campañas extranjeras tan poderosas como la ‘Cool Britania’, impulsada por el ex primer ministro británico Tony Blair. Gracias a ella, la cultura londinense se convirtió en un auténtico movimiento que caló hondo a nivel mundial. El director de cine Danny Boyle con la película Trainspotting, la banda de música Oasis, la modelo Kate Moss o el diseñador de moda Alexander McQueen, se encargaron de alzar su país a través de las diferentes manifestaciones artísticas y lo transformaron en un símbolo social del que sentirse orgullosos, incluso después de veinte años de cambios y reestructuraciones.
Kate Moss fotografiada por Corinne Day en los inicios de su carrera profesional, 1991
Quien haya leído el libro Generación X del escritor canadiense Douglas Coupland, reconocerá a la perfección numerosas similitudes con el libro de Popy Blasco. Y es que, al parecer, en ambos casos hay una obsesión por relatar, aunque solo sea a modo de conclusión, la faceta más demoledora de una generación perdida. “Nuestro metabolismo había dejado de funcionar, atascado por el olor de las fotocopiadoras, los ambientadores, el papel continuo y por la tensión constante de unos trabajos realizados a regañadientes y sin el menor reconocimiento. Teníamos impulsos invencibles que nos llevaban a confundir el comprar cosas con la creatividad y a convencernos de que bastaba con alquilar un vídeo los sábados por la noche”, escribió Douglas Coupland en su primer libro. Sin embargo, más allá del trágico retrato que realiza el escritor canadiense, Popy Blasco nos acerca a una versión de la juventud española en la que, si bien hay espacio para los momentos más críticos de toda una década, también caben los recuerdos que forman parte de una realidad teñida de esperanza. “Ha nacido una nueva generación, la llamada Go Generation. De ella forman parte los jóvenes que ya no esperan respuestas de las instituciones; que han crecido en la crisis y no ambicionan ninguna subvención. Porque saben, ante todo, que nadie les va a regalar nada”.
Protagonistas de la película Reality Bites (1994) representando la Generación X
Mientras hago referencia a estas palabras del libro Yo fui teen en los 90, me viene a la mente el escalofriante discurso del periodista y escritor Arturo Pérez-Reverte en su vuelta a la televisión. En él propugnaba la necesidad de ciudadanos críticos con mecanismos de defensa para poder pelear, combatir y, en esencia, cambiar el mundo. “Hace falta una nueva generación. Una generación educada en el valor de un euro, de una bicicleta o de un juguete. Jóvenes educados en la austeridad, en el saber que unas zapatillas de marca no te solucionan la vida y en entender que, a veces, no se pueden llevar (…). Porque si hay un momento en la historia para hacer que el hombre sea mejor, paradójicamente, lo estamos teniendo ahora”. Sin duda, un momento idóneo para superar los errores de aquella generación de los noventa que, desde las vivencias personales de Popy Blasco, lo tuvo todo al nacer.
22 de julio de 2014 a las 1:37
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